En el artículo anterior hablábamos de la necesidad de hacer un aparte para evaluar las medidas tomadas con respecto a la contención o mitigación de la epidemia de cara a los resultados que se han venido produciendo. Si observamos las estadísticas que a diario se le sirven a la población por parte de las autoridades podemos apreciar un incremento sostenido de los casos de nuevos infectados, del número de fallecidos; asimismo, de la cantidad de personas en aislamiento. Todo esto a 3 semanas del confinamiento voluntario en sus inicios, seguidos de la medida de excepción del toque de queda desde las 5pm hasta las 6am.
No hay que ser un enjundioso investigador para darnos cuentas de que no estamos obteniendo los resultados esperados. Entonces vale la pena pensar en qué no estamos haciendo bien. A pesar de que se puede decir que el virus aún no ha entrado con fuerza en los sectores populares, quizás en parte, por el confinamiento, no menos cierto es que encontramos una gran parte de personas aglomeradas en supermercados, bancos, mercados, agencias de envíos, etc. y no todos con la debida protección. Creo que se impone la medida de que todas las personas que salen a las calles usen mascarillas de manera obligatoria. Dejaría los guantes opcionales, pues en definitiva lo importante es el lavado de las manos frecuentemente. No ha sido suficiente la publicidad sobre la importancia y necesidad del confinamiento. No salir si no es imprescindible.
Si hay algo que a nivel mundial, y recomendado por OMS, se destaca como pilar fundamental para la detección precoz, el aislamiento y la cuarentena, que permita tener cierto control de la epidemia, es la masificación de las pruebas diagnósticas. En este aspecto no hay argumento o excusa que valga, hemos fracasado. Por lo cual se desconoce la profundidad y dimensión de la epidemia en nuestro país. En unos 40 días solo se han realizado aproximadamente 7 mil pruebas, a razón de unas 200 por día. Quizás deberíamos estar haciendo unas 2 mil o 3 mil por día. Uno no sabe dónde están todas esas miles de pruebas rápidas donadas, o las propias adquiridas por el Estado, porque algo raro es que del sector externo las consiguen y el gobierno no. Curioso.
Si es como se ha dicho que se trata de conglomerados aislados de contagio comunitario centrado en 5 provincias; por qué no se hizo un “barrido” en esos lugares, en búsqueda de sintomáticos respiratorios, pruebas masivas, con gran cantidad de personas en aislamiento y cuarentena como consecuencia.
Salvo en algunos sitios, no están identificados y habilitados los centros para aislamiento de pacientes positivos asintomáticos o con síntomas leves. Mucho menos seleccionado y capacitado el personal que daría los servicios en dichos centros.
No se les da seguimiento a los pacientes en cuarentena en sus hogares, se desconoce su evolución. Aunque se diga lo contrario, el testimonio de muchas de esas personas es que nadie los vuelve a contactar.
No se tiene, reiterándolo, la clasificación de hospitales y clínicas privadas respecto su capacidad resolutiva. No se conoce el número de camas disponibles diariamente de aislamiento y de cuidados intensivos; y como los contagiados todos los días son mucho más que los curados, pronto llegará el desborde de la capacidad de los centros asistenciales y el colapso.
En esta etapa de la epidemia en el país hay que trabajar en paralelo lo referente a la desaceleración o ralentización del contagio y simultáneamente en mejorar la capacidad y calidad de la atención de los enfermos.
Hay que seguir insistiendo en la supervisión de las acciones en el nivel local, que lo que se plantee se ejecute. Hay que soltar los escritorios, las chaquetas y corbatas, arremangarse las camisas y llegar al terreno, tirarse al ruedo, como decía la estimada Tati Guzmán o hacía el Bauta.
Seguimos detrás del problema actuando reactivamente, hay que anticiparse, llevar par de pasos delante de la epidemia, que sabemos hacia donde va.