Ajustarse  los pantalones

Ajustarse  los pantalones

Si la situación del país no fuera tan grave, cualquiera se moriría de risa escuchando a los dirigentes de los Partidos Revolucionario y de la Liberación  acusarse mutuamente de malversación de fondos públicos. Esta pugna entre iguales nos pone a pensar que, de nuevo, será preferible no votar o hacerlo por el menos malo. Sabemos que, sin importar quien resulte ganador, el erario seguirá enriqueciendo a los que utilizan la política como medio de ascenso económico y social.

No obstante, la amenaza del candidato del Partido Revolucionario Dominicano, Hipólito Mejía, de castigar a los culpables que se han lucrado ilegalmente de los fondos públicos es una magnífica forma de establecer el punto de partida y el rumbo de la campaña electoral. Promete el ex Presidente una lucha contra la prostitución administrativa, lo cual nos lleva a preguntarnos: ¿quién fue primero: el huevo o la gallina? En otras palabras: ¿quién fue primero: la corrupción o la impunidad? ¿No sería más sabio comprometerse a acabar con la impunidad que ahora está garantizada para los peledeístas por un dócil Ministerio Público designado por el jefe corporativo del envilecimiento gubernamental?

El gobierno del Partido de la Liberación dominicana ha administrado este país durante los siete años recientes, desde 2004. En ese lapso le han faltado pantalones para someter a los funcionarios de la Administración de Hipólito Mejía (2000-2004) a quienes, muchas veces, sindican como corruptos. Con esa actitud, los peledeístas se han hecho cómplices por omisión de todo cuanto alegan malversaron en aquel período. Evidentemente, ahí funciona un mecanismo de defensa: no sancionar a los del pasado para que no los castiguen en el futuro. Siendo así, sería mejor que los peledeístas no contraacusaran porque, con su silencio y con la impunidad que les han brindado a los colegas perredeístas, también se incriminan como reos de aquella malversación de fondos.

Si Hipólito quiere, de verdad y en serio, combatir la corrupción, tiene que dejarse de ñeñeñés al categorizar a los perversos. La lucha contra la podredumbre no puede hacerse generalizando conceptos y denuncias. Eso sería como golpear con la mano abierta. Debe cerrar el puño y mencionar nombres específicos, no sólo a Félix Bautista, para demostrar que tiene los pantalones bien puestos. Provocar a los corruptos para que traten de llevarlo a los tribunales de la República. Me muero por presenciar esos maravillosos debates. Eso sí le ganaría muchos votos. Tiene que concentrar sus denuncias sobre los miembros del anillo palaciego, los que mezclan varillas y concreto para financiar proyectos personales en base al robo del erario mediante una perversión conceptualizada.

Hipólito no puede hacerse cómplice del actual Ministerio Público callando los nombres que él conoce de militares y policías que delinquen abiertamente. ¿Qué tanto miedo les tienen? Los tiempos no son propicios para impedir que, por la fuerza, se haga justicia. Este es el momento adecuado para erradicar la crápula entre los uniformados y castigar a aquellos que han demostrado estar a la cabeza del crimen organizado, el narcotráfico y el sicariato.

Nunca se había visto tanto rechazo a la corrupción como ahora en 2011. La encuesta realizada por Gallup para este periódico HOY muestra que el ciento por ciento de las personas entrevistadas está consciente de la corruptela de este gobierno. Sin embargo, esta depravación no aparece ubicada entre los principales problemas de la población. Esto así, porque el pueblo está convencido de que los políticos partidarios son todos iguales y que el mal no tiene remedio. Como dijo Marien Aristy Capitán: “El gobierno se burla de nosotros una y otra vez porque la gente está tan preocupada sobreviviendo que tiene poco tiempo para reparar en eso.”

Hipólito necesitaría inyectarle células madres al PRD para que se reactive, encaminando esfuerzos hacia la honestidad y la buena administración. Pero está obligado a identificar con nombres y apellidos a los corruptos más evidentes, propios y ajenos. Sólo si demuestra tener bien asegurados los jardines colgantes de Babilonia, encontrará el respaldo mayoritario de un pueblo que necesita un gobernante dispuesto a adecentar la nación dominicana. O conformarse con hablar “plepla” y treparse en el carrusel que garantiza la impunidad de los delincuentes para que todo siga igual.

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