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El pueblo dominicano libró, del 24 de abril de 1965 al 25 de septiembre del mismo año, una de sus luchas más cruentas por su libertad e independencia: la Revolución de Abril de 1965. Esa gesta abarcó dos fases: el golpe de Estado contra el gobierno de facto del Triunvirato que desencadenó una guerra civil de siete días de duración y la que le sucedió, una lucha armada librada por patriotas contra la intervención militar norteamericana; esta última, desarrollada entre el primero de mayo de 1965 al 25 de septiembre de 1966, fecha de salida del último contingente de tropas estadounidenses. Pero, cuando los historiadores de aquí y de allá se fijaron en la Gesta de Abril, la realidad ya estaba tan recubierta de detritus que muy pocos de ellos se percataron de la necesidad de un previo desescombro. Así, algunos de los narradores de lo sucedido en Abril de 1965 se aplicaron a la difícil tarea de infundir exactitud a lo que ya era prefabricación adulterada, auto apología o burda manipulación. ¿Cómo y por qué han ocurrido tantas desfiguraciones fabuladoras de la Guerra de Abril de 1965? Afortunadamente las desnaturalizaciones están ahí, tan intactas como su verdadera historia. Pensamos que a más de cinco décadas después del estallido ha transcurrido tiempo suficiente para superar las pasiones y los rencores que suscitó; y que ha llegado la hora de emprender un análisis riguroso y objetivo de sus orígenes, trayectos y consecuencias.
Desde que el profesor Juan Bosch resultara ganador en las elecciones celebradas en la República Dominicana el 20 de diciembre de 1962, sectores empresariales, de la alta jerarquía de la Iglesia Católica y de las Fuerzas Armadas, con el apoyo desembozado de algunos agregados militares de la Embajada de los Estados Unidos acreditada en Santo Domingo, comenzaron a conspirar para impedir que el entonces líder perredeísta asumiera o permaneciera en el poder durante el tiempo constitucionalmente establecido. Ese trágico acontecer culminó la madrugada del 25 de septiembre de 1963 con el golpe de Estado que lo derrocó. ¿Qué razones impulsaron a esos ciudadanos a cometer o apoyar un hecho tan deleznable como el derrocamiento de un gobierno constitucional? Días después de consumado el hecho, trece oficiales de la Academia Militar Batallas de las Carreras, dirigidos por el teniente coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez, se propusieron, sin lograrlo, liberar al depuesto presidente Juan Bosch de su confinamiento e instalarlo de nuevo en el poder, mediante una arriesgada operación de rescate que contemplaba un asalto al Palacio Nacional en plana luz del día. Esa tentativa fracasó. Los oficiales implicados en la misma fueron separados de las Fuerzas Armadas y su inspirador enviado al exilio bajo el ropaje de Agregado Militar de la Embajada Dominicana acreditada en Madrid. Los oficiales cancelados no se cruzaron de brazo. Se reagruparon de nuevo e incorporaron más oficiales al grupo. “Los oficiales de la boba” así nos denominaban por el sitio (una bomba de gasolina) en donde nos reuníamos para conspirar contra el gobierno de facto.
En enero de 1965, el coronel Fernández Domínguez nos implicó en una nueva aventura, esta vez para traer al país al derrocado presidente Juan Bosch desde su exilio en Puerto Rico a bordo de una embarcación. El 17 de mayo de 1965, el coronel Fernández Domínguez nos convocó a una reunión a celebrarse a la cinco de la tarde de ese mismo día en el Edificio Copello de la calle El Conde, sede del Gobierno Constitucional, con el objetivo de explicarnos todo lo relativo a su plan de tomar el Palacio Nacional. Dos días después iniciamos las operaciones. Vimos caer al coronel Fernández Domínguez en plena batalla a escasos metros de donde nos encontrábamos. Es todo lo que del él supimos.