Al gobierno se le
esfumó la credibilidad

Al gobierno se le <BR>esfumó la credibilidad

Los principales estrategas ideológicos del gobierno andan atormentados al ver que su enorme inversión, en voces y plumas pagadas en artículos, comentarios, seminarios, programas de panel, etcétera, no cala en la opinión pública, que cada vez es más descreída en todo que propala el gobierno en sus acciones y decires.

La razón de ese descreimiento nacional de las acciones que toma el gobierno con la mejor voluntad, es que chocan de frente en el proceder de los funcionarios, cuya lujosa y dispendiosa forma de vida contrasta con la imagen de un gobierno que alguna vez debió ofrecer, al menos, una imagen de austeridad y no de despilfarro.

El gobierno recibe millones de pesos, compromete créditos a granel, sostiene una hipertrofiada empleomanía con nóminas abultadas y nominillas para incluir a los compañeritos de las bases. Los funcionarios se empecinan en creerse los mejores de los dominicanos, que hacen un favor al gobernarnos. Ellos se incomodan cuando hay oposición a sus medidas, como aquella reforma fiscal, disfrazada de supuesta indexación de los combustibles, que empujó a un alto funcionario de hacienda a humillar con sus mejores calificativos a periodistas y empresarios, por criticar tan sabia medida impositiva para continuar exprimiendo el maltrecho bolsillo de los contribuyentes.

Los funcionarios peledeístas, reformistas y hasta independientes, por sus actuaciones, son los mejores aliados para que el gobierno tenga tan mala imagen, pese a la popularidad de su presidente, que se ve impactada por las actuaciones de muchos de sus colaboradores para ostentar, enriquecerse y exhibirse en lugares públicos, bellamente acompañados, disfrutando de manjares y bebidas, cuyos precios servirían para cubrir los gastos de varios meses de una familia de escasos Ingresos.

Todavía hay un resquicio para la enmienda, si el gobierno quisiera que se le creyera. Si en verdad fuera sincero en sus acciones para austerizarse, lo haría controlando los gastos oficiales, a lo que el país aspira, sin tantos sueldos de lujo y nombramientos innecesarios, solo para complacer compromisos políticos.

Que tantos ostentosos privilegios se reduzcan, ya que van más allá de los viajes, dietas y excesivos abultamientos de todo lo que construye y compra el gobierno, permitiendo el desvío de billonarias sumas de dinero hacia destinos muy alejados del bienestar común, beneficiando a los que alientan ese tipo de negocios, acurrucados bajo la sombra del poder.

Los esfuerzos gubernamentales para vender su imagen de eficiencia, y más con su propósito de trascender los límites isleños, está costando una fortuna a los contribuyentes, para darse cuenta que tales esfuerzos son pírricos.

No hay sinceridad en un grupo de políticos que todavía, pese a sus riquezas acumuladas en el ejercicio del poder, mantienen un aire de superioridad ideológica, de cuando en la década del 70 eran unos indefensos teóricos y diletantes marxistas y boschistas. Ahora están catapultados en las cimas del poder político, permitiéndose codearse con lo más rancio de la sociedad empresarial, a la cual doblegan y humillan a voluntad.

A veces les conceden favores a los empresarios, pero en el fondo creen que no los necesitan, puesto que, en el desempeño de sus funciones públicas, les ha permitido enriquecerse disponiendo de suficientes recursos e invertirlos en sus proyectos políticos individuales o colectivos.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas