Al inolvidable Padre Jorge Bravo, S. J.

Al inolvidable Padre Jorge Bravo, S. J.

POR LEONOR ASILIS
Hay personas que nos marcan para siempre. En mi caso, y en el de muchos que tuvieron la bendición de conocerle, el Padre Jorge Bravo ha sido una de estas personas.

Se nos fue, pero ha quedado con nosotros. Sus recuerdos, enseñanzas y, sobre todo, su ejemplo.

Son muchas las cualidades que adornaban a este Santo Sacerdote, pero entre ellas, la que más brillaba a mis ojos era su gran humildad.

Era sumamente sabio, austero y prudente, y todo ello lo combinaba con la particularidad de saber irradiar su buen humor.

Proveniente del Ecuador y de la familia jesuita, conoció la Renovación Carismática y servía en este movimiento desde hace más de dos décadas. En Ecuador colaboraba con grupos de oración y, luego, cuando llegó a la República Dominicana, fue asesor espiritual de la Casa de la Anunciación de la Comunidad Siervos de Cristo Vivo, y de la Revista Católica Rayo de Luz.

Sus homilías tan profundas y espirituales invitaban a la conversión y a anhelar volver al próximo día al encuentro con el Señor en la eucaristía, y es que tenía el don de las lágrimas, que conmovía a quienes participábamos de la Eucaristía que celebraba cuando en medio de la Consagración y/o partes de la liturgia se emocionaba tanto que interrumpía en llantos, luego de un profundo silencio, que evidenciaba el amor que sentía hacia Jesús Sacramentado.

También tenía el don de sanación interior, el cual puso a disposición de todos, tanto en asambleas abiertas (oración comunitaria) como a nivel particular, sobre todo con el sacramento de la reconciliación.

En medio de grandes sufrimientos, a causa de algunas enfermedades, mostró una grandeza de espíritu poco común, con ausencias de quejas y siempre tratando ocultar a los demás sus sufrimientos, y es que conocía verdaderamente el sentido redentor de la cruz.

Hombre de profunda oración, supo interceder en vida por nosotros lo que ahora en su nuevo estado entendemos seguirá haciendo con mayor eficacia.

Fui su Copiloto (así me decía jocosamente, piropo que le reciprocicaba llamándole P. Jorge Agustín por la  admiración y veneración que compartíamos hacia ese gran Santo) por un tiempo cuando me ofrecí a conducirle en algunas ocasiones hacia la Casa Manresa Loyola, trayecto que evoqué entre lagrimas al trasladarme a la misa de cuerpo presente y entierro en dicho lugar, en compañía de sus compañeros jesuitas. La eucaristía fue presidida por su Provincial, Padre Ignacio Zaglul S.J. quien narró bellas experiencias que describían su gran corazón y sabiduría.

A raíz del Huracán David, le comentó al Padre Zaglul sobre las matas de coco caídas: “Fíjate, sólo se han caído las altas y orgullosas”…, queriendo indicar que el trayecto seguro de nuestra salvación, es mantenernos humildes y pequeños ante la misericordia del Padre.

¡Nunca te olvidaremos, querido Padre!

Leonor.asilis@verizon.net.do

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