Al Maestro Carlos Piantini

Al Maestro Carlos Piantini

Apenas comenzaba la década del 70 cuando la entonces Dirección del matutino El Caribe, a cuya Redacción recién ingresaba, me solicitó encargarme de las páginas de arte, cultura y ocio.

Aunque no disfrutaba el país de carteleras tan pródigas y costosas como las actuales, el Estado y los pocos empresarios artísticos de la época se esmeraban en auspiciar espectáculos de apreciable calidad y reconocimiento público.

La Orquesta Sinfónica Nacional, bajo la orientación del Maestro Carlos Piantini, llevó al escenario del Palacio de Bellas Artes conciertos de indudable trascendencia cultural.

El centro estatal vio desfilar por su sala principal audiciones de enorme proyección internacional, como lo haría posteriormente el Teatro Nacional, siempre con la valiosa colaboración del maestro Piantini.

Concertista de singular preparación académica, músico de una formación escasamente repetida entre nuestros valores, dirigió con gran acierto y dedicación la más alta agrupación musical clásica.

Fresca mantengo en la memoria la convocatoria que me hizo, para un encuentro con el violonchelista catalán Pablo Casals, quien estrenaría en el año 1972 precisamente en Bellas Artes su mundialmente conocido “Himno de la Paz”.

De trato cordial y gran cultor de la amistad, al Maestro Piantini se le tiene como uno de los más exigentes directores orquestales.

Desde las diferentes salas en las que actuó, el maestro dejó  imborrables huellas de su exitosa carrera artística.

Fallecido el pasado viernes en Estados Unidos, a la edad de 83 años, el laureado músico deja un inmenso legado a la cultura nacional.

La nación dominicana le estará siempre agradecida de sus contribuciones y por representarle con orgullo patrio en los más grandes escenarios mundiales.

La sala de nuestro gran Teatro ostenta con honor su nombre, en un imperecedero homenaje a su trayectoria.

¡Paz a sus restos!

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