Al maestro,  con cariño 

Al maestro,  con cariño 

HINYA DE PEÑA MENDOZA
Es domingo 11 de Junio, y además de celebrar sus 51 años de matrimonio con y doña Sogela, don Vincho había comprometido su tiempo y el de muchos de nosotros en apadrinar un acto de develizamiento de un busto de don Juan Bosch en una hermosa colina que mira al valle del Cibao que tanta huella dejó en su vida y en su obra. Su entusiasmo era contagioso y denotaba un compromiso profundo con el pasado y el futuro.

Cuando me llamó para integrarme en su cruzada de organización, visitamos a doña Carmen, y ahí mostró unas fotos de la obra escultórica, en las cuales resaltaba que se podía ver que el artista había captado la expresión de don Juan. Aprecie allí, y luego, al caer el velo que cubría el rostro evocado, que el gesto congelado para la posteridad es de un hombre adusto, severo…es don Juan, si, pero con cara de presente, con la mirada seria que pondría si supiera los caminos que en algún momento decidimos recorrer, con la carga del padre que ya no tiene riendas para guiar a su hijos y no puede hacer más que contemplar.

Los que no le conocieron, recuerdan a ese hombre como una de las figuras prominentes de la historia dominicana, como un gran político y escritor. Los que le trataron un poco, veneran su talento y su incomparable inteligencia natural. Aquellos que en algún momento estuvimos cerca, evocamos, sobre todo, su increíble sensibilidad.

Don Juan, el hombre, el artista, el líder natural, veía, sentía, percibía, absorbía el mundo, y luego, con gesto benévolo, nos lo explicaba, traducía en palabras sencillas ese torrente de energía con que el se comunicaba con su entorno. Don Juan habría querido mirar largamente aquel valle en que hoy lo colocaron, y desde allí, recibir el rocío de llanto y el eco de la risa de este pueblo que tanto amó.

La vida, las elecciones recién pasadas, la procedencia de la concurrencia, dieron un matiz esencialmente político al homenaje en El Pino. Era, probablemente justo y necesario… las urgencias cotidianas no dan respiro, no hay espacio para la poesía, el amor, o el dolor…

Pero verle allí, su figura en yeso, sus grandes gafas, las arrugas de su frente, me hicieron desear que nuestro país estuviera mejor…que no hubiesen fuegos que apagar, por un día, por un rato…y que el tiempo se pudiera detener para recordar a don Juan en toda la extensión de su ser.

Un hombre sencillo y sincero, como salido de los versos de José Martí.

Recuerdo a don Juan en medio de afanes de su vida pública, con visita de compañeros de partido inmersos en el violento discurrir de sus días, dejar por un momento las preguntas sin responder, y buscar en su estante dos libros de Indro Montanelli, Historia de los Griegos, Historia de Roma, y decirme, debes empezar por aquí, y retirar de mis manos algún escritor de rabiosa actualidad cuyas frases ocurrentes era rigor comentar en el fin de semana.

Recuerdo a don Juan escuchando a Linda Ronstand y las canciones de mi padre, y entonando con orgullo unos versos en catalán.

Recuerdo a don Juan en el cine, en el teatro, en casa de Natacha…o leyendo en un almuerzo improvisado un poema o una carta.

Y en esos momentos, cuando parecía que no hablaba de nada, derramaba sobre nosotros pequeñas enseñanzas, fluían siempre de sus labios opiniones justas; su sentido del humor allanaba el camino cuando los temas eran más profundos y delicadas sus aristas. Su evocación de momentos aciagos carecía de estériles rencores.

Lo recuerdo también, cómo no, en las tribunas, escribiendo concentrado, lo recuerdo decepcionado por alguna decisión de su pueblo…

Pero esta mañana, este domingo, quería recordarlo sin arenga…quería recordarlo preocupado por el nieto inesperado que coronó su vejez y le brindó anécdotas y sonrisas, quería recordarlo aconsejándome que no dejara de escribir…contando cuando conoció a doña Carmen o como escribió un La Mujer cuando se sentó a escribir una carta, o explicando su amistad con Guayasamín.

Lo evoqué diciéndome lo importante que era ser libre, y ser feliz.

Lo recordé escuchando…Es increíble, alguien que tenía tanto que decir, se sentaba en silencio y dejaba que todos hablaran sin cesar…ahora me arrepiento en la parte que me toca, porque cada palabra nuestra ocupó el espacio que pertenecía a una de las suyas, que hoy tanta falta nos hacen; ahora pienso que debimos repetirle aquel coro: si el poeta eres tú…que tengo yo que hablarte…

Y bueno, ya está, lo he recordado, he hablado a algún amigo de épocas pasadas y lo hemos convocado en agradable y melancólica sesión. Feliz estoy de que esta noche él esté recibiendo la brisa del valle, que despierte temprano con los primeros rayos y desde allí vigile lo que pueda.

Y hoy, como no puede hacerlo antes, le recrimino que nos haya dejado…no es tan fácil seguir creyendo cuando faltan aquellos que cuidan tu entusiasmo, nutren tu espíritu y a veces te consienten…

El vino a este mundo muy temprano, se dedicó a lo que no se dedican los seres normales (subvertir almas, despertar colores, cambiar la historia del mundo)…y se fue cuando todavía no habíamos crecido; me hace falta ver sus huellas y poder así seguirle con pasos más firmes que los que hoy trazo por estos vericuetos encantados.

Ahí está, en su valle, en su tierra, quizás esa tierra es la Mancha y él nuestro Quijote: o quizás es nuestro guarda y por eso ha escogido el alto; si es así, podemos inclinarnos y decirle: Padre nuestro que estás sobre el valle, vela por nosotros…

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