Al maestro Juan Bolívar, con cariño

Al maestro Juan Bolívar, con cariño

Seis de la tarde de julio de 1974. Universidad Autónoma de San Domingo, Facultad de Humanidades, aula 211. Juan Bolívar Díaz Santana llegó vestido con una camisa de cuadros rojos y azules y pantalón de dril crema, y, sin más credenciales, se presentó, como el maestro de la materia Periodismo Interpretativo, y dijo:

“Quiero que cada uno de ustedes me describa esta aula con un lenguaje preciso, conciso y macizo. El verbo existir solo aplica a los seres animados, por tanto, butacas, ventanas, pizarras, luces y otros objetos del ambiente físico deben darle un tratamiento inanimado ¡Quede claro!”.

Con este ejercicio, el profesor perseguía establecer la objetividad periodística al abordar la descripción de un escenario durante la elaboración de un reportaje, una crónica interpretativa o informativa y, de paso, aprovechaba para evaluar la capacidad de redacción de la individualidad y del conjunto de los alumnos.

El segundo ejercicio fue el rumor como fuente informativa. El aula, con 37 estudiantes, sentados en seis filas de butacas, el maestro Juan Bolívar  le dio a leer el lid o entraba (primer párrafo de una noticia) a los alumnos ocupantes de la primera butaca de cada fila y éstos a su vez transmitieron oralmente y de forma sucesiva la información, hasta llegar al final y cada quien anotó en una hoja de papel el mensaje supuestamente recibido.

La moraleja era demostrarnos cómo y los riesgos en que incurre un periodista que se sirve de informaciones que tienen como fuente el rumor público.

En ese sentido, Juan Bolívar hacia énfasis en la necesidad de que el comunicador estaba obligado a ir a la fuente, investigar, constatar y contratar los hechos; establecer las diferentes versiones y dejar constancia de un manejo imparcial y objetivo del acontecimiento noticioso, sin importar el género periodístico. El maestro, contario a la teorización del periodismo interpretativo, postulaba, entre los alumnos, una práctica escritural fundada en la pertinencia moral y ética periodística y la moral ciudadana, renegando de la prostitución de la palabra a cambio de favores y dinero.

En el proceso de  enseñanza, él planteaba que el posterior ejercicio del periodismo es un compromiso humano y una búsqueda del rescate de los derechos ciudadanos, y, en ese sentido, dimensionaba las libertades públicas, salud, educación, recreación, asistencias a los envejecientes y la seguridad social.

Juan Bolívar Díaz nunca ha usado los medios (prensa, radio y televisión) para, desde la palabra escrita o la exposición oral, agredir a ningún sector o agente social por mandato o por interés malsano personal.

Se habrá equivocado alguna vez, se podrá disentir de sus opiniones, pero solo la intolerancia y las bajas pasiones son capaces de orquestar una campaña difamatoria cargada de injurias de todo tipo contra Juan Bolívar Díaz y familiares.   

Consciente que, desde la dictadura de los 12 años de Joaquín Balaguer,  Juan Bolívar ha sido un activo protagónico en la transición y el afianzamiento de la democracia dominicana. Son muchos los jóvenes  dominicanos y más las madres, de aquel doloroso período político, que desde la denuncia valiente y oportuna de este hombre democráticamente terco y soñador como Mario Benedetti, les salvó las vidas y les ahorró sufrimientos.

 Por el derecho de Juan Bolívar a disentir y  por la convivencia democrática: amigos, colegas, ex-alumnos, autoridades universitarias, políticos, empresarios y antiguos trabajadores de los ingenios del Consejo Estatal del Azúcar (CEA), nos dimos cita, luego de una tarde de lluvia, el pasado lunes 19 de agosto, en el Auditorio Manuel del Cabral, de la Biblioteca Pedro Mir, de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, para decirle ¡No, a la intolerancia y al silencio!

  Días después quedamos impactados al enterarnos del accidente que sufrió en las inmediaciones de Piedra Blanca, Bonao, de viaje a Santiago, donde daría una conferencia sobre “Necesidad de una Ley de partidos políticos en República Dominicana” en el recinto Ercilia Pepín de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, en Santiago, invitado por la Fundación Solidaridad.

 En esta hora de dolor y sufrimiento elevamos al cielo plegarias por la pronta recuperación del amigo y ciudadano cabal que hay en Juan Bolívar Díaz Santana.

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