Al mal tiempo buena cara

Al mal tiempo buena cara

Siempre que comienza un nuevo año es propicia la ocasión para renovar los deseos de  vivir, pasar revista y verificar en qué dimensión hemos reproducido los talentos recibidos, para trazarnos nuevos proyectos y metas a fin de aprovechar mejor cada día de este tiempo que es el único nuestro y que se nos reduce indefectiblemente. 

Lo de año nuevo vida nueva cobra vigencia en la necesidad de renovarnos para no caer presa de la terrible pátina del tiempo y la rutina que corroen todo lo que es vida dejándonos a merced de circunstancias que no podemos controlar. Una de .las características que adornan la condición humana es la capacidad para controlar las inclemencias del tiempo y  la naturaleza, tanto que frecuentemente nos creemos por encima de ellos tornándonos soberbios y prepotentes, deshumanizándonos.

Este año 2009 trae un sello de malos augurios a causa de la peor crisis económica que conoce el mundo, con recesión en las grandes locomotoras de la economía internacional, lo que implicará inevitablemente repercusiones negativas sobre las naciones dependientes del tercer mundo, como la República Dominicana.

Frente a esa realidad no caben ni el derrotismo ni la evasión. Reconocerla es fundamental para trazar estrategias que permitan sino superarla, por lo menos reducir sus estragos, controlar los factores que dependen de nosotros, por ejemplo ajustando los gastos, reduciendo dispendios y estableciendo más rigurosas prioridades. Y eso rige desde el orden personal, hasta el familiar y nacional.

En estos días se registra en el país mucho pesimismo derivado sobre todo de los problemas nacionales, de la incapacidad para reorganizarnos como sociedad, para superar lastres culturales y políticos y asumir la institucionalidad democrática, para superar la pobreza y evitar la erosión de la seguridad por efecto de la delincuencia y el narcotráfico.

Los retrocesos institucionales de los últimos meses han creado un ambiente donde predomina el pesimismo más negativo que siembra en muchos la idea errónea de que todo está perdido y, lo que es peor, que hemos agotado las energías para reclamar eficientemente cambios fundamentales.

El 2008 concluyó con una retahíla de escándalos, sellados con la masacre a quema ropa de cinco hombres en la avenida Mirador del Sur por una patrulla policial al comenzar el último día de un año en que más de 450 personas murieron a manos de los encargados de asegurar el orden, vidas y bienes.  La primera niña nacida en los albores del nuevo año es hija de una adolescente de 15 años, con los agravantes de ser una madre soltera, analfabeta y sin documentación, comportando ella sola múltiples indicadores de la pobreza y la miseria social que afecta a una alta proporción de la población dominicana.

La vulgarización de la política, concebida como ciencia del reparto de la cosa pública por encima de todas las normas y conceptos de la ética y la moral, tiene una gran responsabilidad en ese pesimismo que impulsa a muchos jóvenes a abandonar el barco nacional a cualquier precio, cuando no a la abulia, al hedonismo y el individualismo.

Hay que reconocer la existencia de elementos perturbadores e incentivadotes del pesimismo, pero la peor reacción, que no es respuesta, es la claudicación, el abandono y la   contaminante frustración en que caen muchos.

Al mal tiempo buena cara reza una sabia máxima popular que conviene rescatar en estos días. Eso significa que mientras más grandes y amenazantes son los problemas que confrontamos mayor resolución y energías tenemos que mostrar para enfrentarlos, para no dejarnos vencer, para no morir a destiempo, para seguir encontrando razones de vivir.

La frustración se puede explicar, aunque no justificar, en los más desfavorecidos, pero no en los que han tenido oportunidades de educación, de progreso y realizaciones. Todos los que caemos en este segmento estamos desafiados a desarrollar nuevas energías, a luchar más intensamente por combatir las precariedades y miserias nacionales. Para que 2009 sea tiempo de crecimiento y de vida, no de reducción y muerte.

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