¡Al ocio por las urnas!

¡Al ocio por las urnas!

PEDRO GIL ITURBIDES
Analizo con descuidada atención, las ofertas electorales. Escucho a la acémila decirle al conejo orejú, y me pregunto si a ello se reduce el programa de gestión en el quehacer público. En ambos bandos se encuentran abanderados de la concusión, del despilfarro, la prevaricación, y del saqueo al fisco. Preferiría elegir entre abanderados del ocio y de la holgazanería.

Tal vez me he prendado de la esencia de este día, dedicado al trabajo por la senda de la inactividad. Así, ¡qué bueno es!

Pretendo escurrirme en la caseta comicial para escrutar la polícroma fisonomía de los queridos y amantes de la Patria.

Amancebada siempre, no ha podido ser honrada por quienes la sedujeron. De manera que se ha quedado soñando con ser conducida al ara de la pulcritud, por todos los que le soplan un piropo al oído. Ella, se lo he dicho muchas

veces, es la culpable por entregarse a cuantos le cantan el paraíso soñado. Por eso repetimos la historia, escudados en el precio del petróleo y otras monsergas. Al acudir a las urnas cumpliremos un mandato partidario.

Mas la terrible interrogante se refiere no tanto a las candidaturas como a las pretensiones de los candidatos por ser gente de trabajo. ¡Con cuánto afán esquilman el erario, dividiendo y subdividiendo el territorio de la República para crear más provincias, nuevos gobiernos locales, y más puestos legislativos! Si quienes siembran tubérculos se dedicaran con igual empeño a roturar la tierra y colocar los esquejes en los hoyos, la República sería rica.

Es probable que esté equivocado. He pensado por años que el mejor mecanismo para impulsar a un pueblo hacia el progreso es mediante el ahorro y la inversión. El ahorro público y privado. La inversión pública y privada. El ahorro público interno permite al administrador de la cosa pública disponer de recursos para dedicar a la infraestructura social, la producción y el apoyo al sector productivo privado. Cuando en cambio, ese administrador dedica todos los ingresos, corrientes y extraordinarios, a cubrir gastos de operación, la inversión pública se empequeñece. Y en la misma medida, o quizá en mayor proporción, languidece el potencial del sector privado.

En años recientes, sin embargo, por una lamentable deformación del pensamiento de la clase política, se prefiere abultar el gasto de administración. De ahí que nuestra clase política no descanse ni un segundo, ni siquiera en un día de holganza como éste que nos regala el calendario civil. Su mente privilegiada no se detiene. Sus esfuerzos no se paran. Su diligente persistir no se sosiega a la hora de establecer una nueva demarcación geopolítica. Todo por amor a la Patria.

Prefiero los escasos políticos que descansan, que meditan sobre el bien común, que se agotan a la medianoche. Estos dejan un espacio entre los gastos de sostenimiento y operación de la cosa pública y lo que es dedicable a la inversión. Saben que cuando el gobierno, central o local, invierte, impulsa a un sector privado que se torna dinámico. Entonces se mueve el progreso. Pero ya es imposible encontrar tal espécimen entre los políticos.

A ellos los sustituyeron los creativos, los innovadores, los que estando aquí con nosotros, se encuentran en el futuro. Estos contemplan un crecimiento del producto nacional ajeno a las realidades del pueblo.

Barrenan el erario para establecer con sus mieles las comisiones de reforma a la reforma de la reformación, con el consiguiente cargo presupuestal.

Gracias a ello se crean puestos de analistas de los análisis, consultores de las consultorías, consejeros de la gastadera y otras posiciones tan suculentas como memorables.

Lo que más satisface del panorama que sufrimos es que nadie es culpable por la estrechez que nos acogota. El burro le dice al conejo orejú, y en ello se nos va el tiempo, en tanto los pobres comen cada vez menos y la clase media, como lo sostengo con vehemencia, se convierte en clase quinta. La exacción fiscal, además, sacude los cimientos mismos de nuestra debilidad económica.

Y se requieren más posiciones burocráticas para seguir asidos al bolsillo del contribuyente, acogidos a nuestra estulticia.

Pero es también por todo ello que estoy insatisfecho, y seguiré analizando, con descuidada atención, las ofertas que se nos hacen para el día 16 de este mes. Porque ando en busca de aquellos que ofrezcan ir al ocio presupuestario para el progreso, por vía de las urnas.

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