Al pan pan y al vino vino:
La beligerante crítica de G. Dipietro

<STRONG>Al pan pan y al vino vino:<BR></STRONG>La beligerante crítica de G. Dipietro

POR LEÓN DAVID
A semejante manera de discurrir, que se encomienda por sistema a la revelación de los sentimientos que en el escoliasta provoca la obra a cuya dilucidación se ha consagrado, (manera fecunda, colorida y atrayente), es a la que he conferido el nombre de enfoque vivencial.

Al referido enfoque, fresco y suelto, es preciso añadir otra innegable virtud: la de la sencillez. Cualquier persona capaz de leer y de aprehender el significado de lo leído entenderá a Giovanni Di Pietro.

No escribe él para un cónclave de eruditos; no se dirige al académico ni al especialista. Tienen sus escritos una saludable vocación democrática; pretenden –y consiguen- dar acceso a todo el que demuestre genuino apego a la literatura narrativa y desee ser conducido por despejada vía hacia una mejor y más honda comprensión del género de la novela. De ahí que huya como de la peste de la afectación estilística, que no pierda el tiempo empatando palabras extrañas, que eluda la inflexión doctoral y solemne, que recurra a fórmulas coloquiales cuando el tópico desarrollado lo justifique y que, en sus planteos y argumentaciones descarte por principio ese elucubrar esotérico a que tan afecta es buena parte de la crítica contemporánea al uso.

Cualquier página de Lecturas de Novelas Dominicanas daría cumplida corroboración a lo que vengo de afirmar. Comprobémoslo. Abro al azar el libro, y este es el párrafo que sale a mi encuentro, perteneciente al ensayo intitulado Hijas de papi y niñas bonitas en las últimas novelas dominicanas. Echemos un vistazo a lo que nos dice: “Vamos a El crimen verde, de Emilia Pereyra. Aquí tenemos a una muchacha de “buena familia” proveniente del interior. Posee un hermoso cuerpo, y, más que eso, mucho apetito sexual insatisfecho. Ensaya con varios hombres, y parece que hasta con un diputado (o al diputado le gustaría ensayar con ella, que es lo mismo); pero nadie le funciona. Nadie hasta que Max no entre en su vida. Max es un gringo que ve en una guagua y del cual se enamora locamente. Es un milagro que no tenga un orgasmo con tan solo comérselo con los ojos en esa ocasión. El gringo termina siendo su zángano.

Es ella quien seduce a él, y no él a ella. Con Max, Belinda –así se llama la muchacha- aparentemente encuentra una plena satisfacción. Su relación tiene poco de romántico. Es el falo desmedido y seguro que necesita, eso es todo. De modo que no van por sutilezas cuando se juntan. Siempre lo hacen en el piso y dentro del mismo escenario. De ahí sabemos que faltan los sentimientos. Lo que cuenta para Belinda es el orgasmo. Para lograrlo haría cualquier cosa.

(continuará)

Publicaciones Relacionadas

Más leídas