Dos tensos días de negociaciones en un fin de semana en Suiza hubieran sido suficientes en muchos casos para que saliera humo blanco, aunque no suelen serlo en situaciones tan engorrosas como la actual disputa comercial entre Estados Unidos y China, donde hay demasiado en juego para las partes y para la economía mundial.
A pesar de eso y de expectativas pesimistas, los negociadores estadounidenses y chinos se pusieron de acuerdo para bajar los aranceles recíprocos en un 115% durante 90 días (el presidente Trump había impuesto un arancel del 1 45% a las importaciones chinas, mientras que Beijing respondió con un gravamen del 125% sobre algunos productos estadounidenses).
De manera que los aranceles estadounidenses a las importaciones chinas se reducirán ahora al 30% durante 90 días, mientras que los aranceles chinos a las importaciones estadounidenses disminuirán al 1 0% durante el mismo período (la pausa comenzará el 14 de mayo).
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La disputa comercial ya estaba teniendo sus secuelas en las dos economías más grandes del mundo. Los puertos estadounidenses estaban registrando un fuerte descenso en el número de buques procedentes de China, en tanto que la producción de las fábricas en China ya se estaban ralentizado y algunas empresas se habían visto obligadas a despedir a trabajadores debido a la paralización de las líneas de producción de mercancías con destino a Estados Unidos.
Pero la sensatez se impuso, pues como afirmó el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, «el consenso de ambas delegaciones este fin de semana es que ninguna de las partes quiere un desacoplamiento».
«Lo que había ocurrido con estos aranceles tan elevados era el equivalente a un embargo, y ninguna de las partes quiere eso. Queremos comercio, queremos un comercio más equilibrado, y creo que ambas partes se han comprometido a conseguirlo», ha expresó Bessent.
Y, además, ha expresado su confianza en que se producirán más encuentros «en las próximas semanas» para avanzar en un acuerdo más completo.
Por su lado, el ministerio de Comercio chino declaró que el acuerdo alcanzado con EE.UU. era un paso importante para «resolver las diferencias» y «sentar las bases para salvar las diferencias y profundizar en la cooperación».
Demasiado alto era el costo del escalamiento de la disputa comercial como para que las partes no entendieran la conveniencia de asumir el costo de un acuerdo para bajar las tensiones, que es menor.
El camino de las negociaciones condujo a un punto medio, en beneficio de ambas partes, evitando que ninguna de ellas se acercara al punto de quiebre, y todas las bolsas del mundo, eufóricas, reaccionaron al alza, en celebración del acontecimiento.