Al-Qaeda amenaza; Washington se inquieta

Al-Qaeda amenaza; Washington se inquieta

Por MARK MAZZETTI y DAVID E. SANGER
WASHINGTON —
En el primer análisis del gobierno de George W. Bush de lo que salió mal en los años previos a los ataques del 11 de septiembre, rápidamente llegó a una conclusión relativamente simple: El gobierno de Bill Clinton anduvo sonámbulo mientras Al Qaeda fortalecía su refugio en Afganistán.

   Después de los ataques contra las embajadas de Estados Unidos en Africa y el USS Cole, la Casa Blanca de Clinton determinó que invadir un estado soberano para deshacerse de Osama bin Laden estaba cargado de demasiadas dificultades. Así que confió en ataques aislados, con la esperanza de que acciones encubiertas y un ataque de misiles crucero contra un campamento de entrenamiento pudieran resultar. Sólo después de que casi 3,000 estadounidenses murieron, Estados Unidos invadió.

   Ahora, como pone en claro una Estimación del Espionaje Nacional divulgado la semana pasada, la Casa Blanca de Bush se encuentra en una aprieto similar. Al Qaeda se ha reconstituido en las áreas tribales de Pakistán. Es más fuerte que en cualquier momento en años, y está fraguando activamente nuevos ataques.

   Existe la posibilidad, sin embargo, de que los acontecimientos en Pakistán en las últimas semanas hayan presentado finalmente la oportunidad de una campaña seria contra los radicales islámicos en Pakistán, si no es ya demasiado tarde. El rompimiento de un cese al fuego entre líderes ancianos en las tierras tribales de Pakistán y el gobierno del Presidente Pervez Musharraf, combinado con la determinación que Musharraf mostró a principios de este mes cuando ordenó un asalto contra el complejo de la Mezquita Roja en Islamabad, quizá finalmente hayan dado al Presidente Bush algo que su predecesor nunca tuvo: un socio que pudiera al menos ser convencido de ir tras el refugio terrorista atrincherado.

   Expertos en Pakistán argumentan que si Musharraf empezara una campaña agresiva contra Al Qaeda y el Talibán, no sería para complacer a Washington. Además, las próximas elecciones en Pakistán pudieran ser el ímpetu para la acción conforme Musharraf trata de parecer vigoroso antes de que sus conciudadanos vayan a las urnas.

   «Existe el reconocimiento de parte de Musharraf de que tiene una oportunidad ahora que quizá no exista en una configuración política futura porque su poder podría menguar», dijo Daniel Markey del Consejo sobre Relaciones Exteriores, que previamente trabajó en asuntos de Pakistán en el Departamento de Estado.

   Un desafío a ese poder surgió de nuevo el viernes cuando la Suprema Corte del país restableció al magistrado en jefe, iftikhar Muhammad Chaudhry, en su puesto después de que fue suspendido por Musharraf. Chaudhry, ahora un héroe del movimiento contrario a Musharraf, pudiera terminar determinando si el líder puede seguir siendo el jefe del ejército mientras busca la reelección como presidente.

   Washington está cautivado por Musharraf porque es un moderado laico, lo que no se confund con un libertario civil. John D. Negroponte, el subsecretario de estado que hasta fines del año pasado dio seguimiento a la renaciente amenaza de Al Qaeda como director del espionaje nacional, concluyó un viaje a Pakistán hace un mes convencido de que el gobierno de Musharraf había, finalmente, recibido el mensaje sobre las áreas tribales en el noroeste oficialmente conocidas como Areas Tribales Federalmente Administradas.

   «Encontré que uno de los factores realmente decisivos que provocaron la respuesta del gobierno paquistaní a la situación es el hecho de que la violencia se ha extendido de las ATFA a lo que llaman los territorios asentados», dijo. En la última semana, señaló, aproximadamente 100 soldados paquistaníes han sido asesinados, en gran medida en ataques explosivos, y el ejército ha prometido detener lo que Musharraf llama la «talibanización» del país.

   Aunque Washington se muestra oficialmente optimista, ha recibido promesas de Musharraf antes. Pasaron más de dos años entre el momento en que se deslindó de Abdul Qadeer Khan, el jefe de los Laboratorios Nucleares Khan, y el momento en que realmente lo puso bajo arresto domiciliario por dirigir la mayor red de contrabando de tecnología nuclear del mundo. En el ínterin, se hizo mucho daño.

   En la frontera afgana, Musharraf ha prometido perseguir y desbandar al Talibán, pero en caso tras caso los líderes del Talibán se han movido sin dificultad entre las áreas tribales y las aldeas afganas, mientras que las tropas paquistaníes se hacían de la vista gorda. Nadie cree que el servicio de espionaje de Pakistán ha sido purgado de simpatizantes del Talibán.

   Así que cuando los estadounidenses escuchan las promesas de Musharraf, se muestran cautelosos y escépticos. «He escuchado todo esto antes», dijo la semana pasada un recién salido alto funcionario de la CIA con extensa experiencia en Pakistán y Afganistán sobre el optimismo oficial del gobierno de Estados Unidos.

   El ejército paquistaní, dijeron él y otros, está diseñado, entrenado y equipado para combatir a India en Cachemira y disuadir a Nueva Delhi con armas nucleares. Eso requiere un tipo de estrategia dramáticamente diferente de lo que se necesita en las áreas tribales, cuyos líderes no se consideran parte de Pakistán.

   Un alto funcionario gubernamental dijo el miércoles que aun cuando Musharraf tuviera las intenciones correctas, «no está claro que tenga la capacidad», lo cual es la razón de que Estados Unidos esté apresurándose a suministrarle más dinero y armas. Y aun cuando hablan públicamente de apoyar los esfuerzos de Musharraf contra los radicales, los funcionarios del gobierno en privado se encuentran reproduciendo los debates de la era de Clinton sobre cómo desmantelar un refugio terrorista dentro de un país soberano.

   Las montañas occidentales de Pakistán han sido los terrenos de incubación para algunos de las conspiraciones más mortales de Al Qaeda. Además de los ataques al sistema de transporte de Londres en julio de 2005, funcionarios británicos y estadounidenses piensan que el frustrado complot para hacer volar múltiples aviones comerciales transatlánticos en agosto pasado fue planeado por agentes de Al Qaeda en las áreas tribales.

   Pero las opciones que enfrenta Detrás de la Noticia: son al menos tan desagradables como las que enfrentó el ex presidente Clinton.

   Una, por supuesto, sería iniciar campañas agresivas de acción encubierta negable en Pakistán para capturar o matar a los agentes de Al Qaeda, y rezar porque las Fuerzas Especiales de Estados Unidos o los agentes de la CIA no sean atrapados. Otra sería usar ataques aéreos contra recintos terroristas conocidos en las áreas tribales. Una tercera involucraría llevar a cabo una ofensiva terrestre a gran escala a través de la frontera desde Afganistán, enviando tropas a destruir aldeas en la caza de los hombres más buscados del mundo.

   Esa última opción parece, para todas las intenciones y propósitos, totalmente descartada. Enviar a miles de soldados estadounidenses fuertemente armados a una búsqueda cueva por cueva en Waziristan del Norte, es, en opinión de la mayoría de los expertos, el medio menos probable de desmantelar efectivamente la base de operaciones de Al Qaeda en Pakistán. Además, la decisión de permitir una invasión estadounidense a través de la frontera occidental de Pakistán bien podría condenar al gobierno que la administración de Bush considera su mejor apuesta.

   En cuanto a los ataques aéreos unilaterales, funcionarios militares y de espionaje dijeron que la información sobre el paradero de importantes terroristas rara vez es lo suficientemente precisa para justificar bombardeos que pudieran resultar en importantes bajas civiles, y un ataque aéreo fallido pudiera cerrar la puerta a futuras operaciones estadounidenses en la región.

   «Se pudiera hacer un ataque de golpear y correr con verdadera rapidez», dijo un funcionario del gobierno de Bush. «Pero sería mejor que fuera un ataque verdaderamente bueno, porque no habría otro».

   La CIA ha tenido éxito ocasional en los últimos años matando a importantes planificadores de Al Qaeda con misiles disparados desde aviones Predator controlados remotamente, un esfuerzo de acción encubierta que Estados Unidos oficialmente niega.

   Pero funcionarios de espionaje reconocen que después de cada ataque, el grupo terrorista meramente ha cubierto sus heridas y elevado a otro agente a una posición más elevada.

   Así que la administración que elevó la prevención militar el nivel de doctrina nacional después del 11 de septiembre ahora está enfrentando una realidad más matizada: Funcionarios reconocen que estarían muy presionados para montar un ataque general contra el reducto de Al Qaeda a menos que los terroristas ataquen primero.

   Sin embargo, cuando se le preguntó cómo respondería Estados Unidos si Al Qaeda fraguara un ataque exitoso contra Estados Unidos desde áreas tribales, la respuesta de un funcionario de espionaje fue directa: «Iríamos y los aplastaríamos».

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