Al Qaeda encuentra su centro de gravedad

Al Qaeda encuentra su centro de gravedad

POR  DAVID ROHDE 
The New York Times News Service

En el último año, al igual que Irán, Irak y Líbano han dominado los titulares de los periódicos, se han evaporado calladamente las esperanzas de tener un control más firme de un rincón, en gran medida olvidado, de la guerra contra el terrorismo, la anárquica región fronteriza afgano paquistaní.

El martes, el gobierno paquistaní firmó una “tregua” con los extremistas que han resistido las campañas militares paquistaníes para controlar la región, que aproximadamente es del tamaño de Delaware. El acuerdo, que permite a los extremistas permanecer en el área siempre que prometieran detener los ataques, de inmediato desató la preocupación entre los analistas estadounidenses.

Se sospecha que la dirigencia sobreviviente de Al-Qaeda usa las áreas fronterizas como una base de operación para apoyar los ataques terroristas internacionales, posiblemente incluidos los bombazos en el metro londinense en julio de 2005. Entre tanto, se cree ampliamente que la dirigencia talibana usa otra área fronteriza para dirigir ataques recurrentes en Afganistán.

“Hay un vínculo con el terrorismo internacional más amplio”, dijo Robert Grenier, quien fuera el principal funcionario de contraterrorismo en la CIA. “Hay una relación con lo que está sucediendo en Afganistán. Al-Qaeda, tal y como está ahora, realmente tiene su centro de gravedad en el área”.

El acuerdo de tregua de la semana pasada cubre el norte de Waziristán, un área del lado paquistaní de la frontera. Se cree que después de la caída del Talibán en 2001, líderes talibanes y de Al-Qaeda de alto rango huyeron para allá desde Afganistán, así como a otras áreas fronterizas remotas en Pakistán.

Sigue sin saberse dónde están Osama bin Laden y su segundo Ayman Al-Zawahri. Sin embargo, funcionarios estadounidenses sospechan que están en alguna parte de la frontera.

Después de que se relacionaron dos intentos de asesinar al presidente Pervez Musharraf en diciembre de 2003 con las áreas tribales, funcionarios paquistaníes ampliaron la campaña militar para someter la región. Sin embargo, tras sufrir muchas bajas en 2004 y 2005, empezaron a negociar con extremistas locales. El año pasado, Pakistán firmó un acuerdo distinto con extremistas del sur de Waziristán, pero no se pudo disminuir el asesinato de partidarios del gobierno.

“Si se analiza la cantidad de muertes en la región, no se ve claro que hayan disminuido”, dijo Xenia Dormandy, ex directora para el sur de Asia del Consejo de Seguridad. Firmar tales treguas, dijo, “es una ruta potencialmente peligrosa porque es poca la presión que se puede ejercer para que cumplan los acuerdos”.

Se cree que la dirigencia talibana estableció una base de operaciones dentro y en los alrededores de la ciudad paquistaní de Qetta, a unas 200 millas al sur, según analistas estadounidenses. Funcionarios afganos dicen que el Talibán usó el área para planear y realizar ataques indiscriminados en el sur de Afganistán en la primavera.

Pakistán se ha hecho de la vista gorda en gran medida ante las actividades del Talibán, dicen funcionarios estadounidenses, porque ve al grupo como una herramienta para contrarrestar la creciente influencia india en Afganistán. Los paquistaníes han percibido de tiempo atrás a un Afganistán amistoso como crucial para su sobrevivencia, así como por sus temores de que India trate de rodear su país.

Al mismo tiempo, un levantamiento distinto en la provincia de Baluchistán tiene comprometidos a soldados paquistaníes. Los miembros de la tribu Baluch reclaman que el gobierno militar de Pakistán no está compartiendo suficientes ganancias de la exploración de gas natural con los lugareños. El asesinato el mes pasado de un anciano tribal carismático que era un líder rebelde desencadenó disturbios en varias ciudades.

“Pakistán está esencialmente tratando de sofocar una guerra civil en Baluchistán”, dijo Dormandy, ahora analista de la Escuela Kennedy de Gobierno en Harvard. “Al mismo tiempo, está tratando de monitorear su frontera con India, monitorear la de Afganistán, y derribar al Talibán y a Al-Qaeda”.

En Afganistán, fuerzas de la OTAN que recibieron el control de la seguridad en el sur de manos de las fuerzas estadounidenses este verano se han sorprendido ante el tamaño y fuerza de la insurgencia talibana. Se han duplicado los ataques con bombas a la orilla del camino este año, y los ataques suicidas se han triplicado. El viernes, un ataque suicida en Kabul mató al menos a dos soldados estadounidenses y a 14 civiles afganos.

Más de 100 soldados estadounidenses y de la OTAN murieron en enfrentamientos muy fuertes en el este y sur de Afganistán, aproximadamente el doble de la cantidad de muertos en el mismo período de 2005. Tan solo desde el 1 de agosto, han muerto 28 soldados de la OTAN.

Los analistas dicen que el problema en la región fronteriza es una mezcla explosiva de condiciones: la ausencia de una autoridad gubernamental, una vasta cantidad de armamento, y el incremento en la beligerancia islámica. Hasta los años de 1980, el área estuvo gobernada por tribus locales, cuyo autogobierno brutal mantuvo aislada a la población y la empobreció, pero permitió un cierto grado de estabilidad.

En los años de 1980, la yihad antisoviética, respaldada por Estados Unidos, evolucionó en la región y comenzó a desgastar estructuras tribales añejas. Enormes pilas de armas y dinero dieron poder a las organizaciones islamistas para establecer docenas de campos de entrenamiento, mezquitas de línea dura y escuelas religiosas conservadoras a lo largo de la frontera. En los años de 1990, ahí surgió el Talibán.

Hoy, dijo Grenier, el ex funcionario de la CIA, la única forma de aumentar la autoridad gubernamental en las áreas rurales en ambos lados de la frontera afgano paquistaní es desarrollar las zonas empobrecidas. “Pero es un proceso generacional”, dijo Grenier, ahora director de administración en Kroll Inc., una firma de seguridad con sede en Nueva York.

Este verano, lugareños entrevistados en el sur de Afganistán dijeron que no están seguros de que Estados Unidos y la OTAN seguirán comprometidos con el proceso prolongado y costoso de estabilizar la región fronteriza. Este año, Estados Unidos redujo su ayuda a Afganistán en 30 por ciento.

Sin duda que Al-Qaeda y el Talibán están apostando a que el tiempo está de su parte.

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