Al que leyere: aportes de León David a la literatura dominicana

Al que leyere: aportes de León David a la literatura dominicana

Buenas noches:

Agradezco a León David y a los organizadores la invitación que me hicieran para que me dirija a los presentes en este acto tan significativo para las letras. En breves palabras esbozaré mi opinión sobre los aportes de León David a la literatura dominicana. Su obra, que vengo leyendo sin parar desde 1983, me pareció desde sus inicios muy distinta a la que se estaba escribiendo en el país. Con el tiempo hemos visto crecer una obra portentosa tanto en cantidad, en variedad y en una calidad que no ha caído por un solo momento. León David es un caso raro de polígrafo. Un dialogante impenitente con las distintas formas del arte y con la clasicidad. Un entusiasta del lenguaje que maneja como un maestro del decir. Inicio este breve recorrido por sus obras. Coloquemos en primer plano su poesía. Nuestro autor ha cultivado las distintas formas clásicas, modernas y de vanguardia de la poesía. Sobresaliente son sus sonetos, que ha publicado desde “Compañera, sonetos de amor” (1980), hasta “Cincuenta sonetos para amasar la muerte” (2006) con ellos ha dialogado con la gran poesía desde Petrarca, Machado y Quevedo. En el verso libre, León David ha homenajeado la poética de Jorge Luis Borges. La poesía popular la ha trabajado en las distintas formas clásicas como la décima en “Trovas del tiempo añejo” (1986) y las coplas publicadas en su libro “Poemas” (1979). El sabor de antaño estalla en el humor, la risa y la ironía crítica en “Poemas del hombre anodino” (1984); su raigambre de aeda social y de preocupaciones sobre el destino de los más necesitados, se encuentra en su poemario “Intento de bandera” (1991). Después de Héctor Incháustegui Cabral no había sentido el estremecimiento de la poesía que se coloca al lado de los seres más necesitados. Su existencialismo, tan propio de la posguerra y de la literatura del sesenta, lo encontramos en muchos de sus libros, pero permítanme recordar su obra Poemas del hombre nuevo (1986), que actualmente clama por otras lecturas. La poesía abundante y diversa de León David fue antologada en “Guirnalda” (1993), con una selección del poeta y filósofo ido a destiempo Nelson Julio Minaya. En esa flor se recoge una obra en curso de grandes quilates, como aquella que escriben los forjadores de paradigmas. Las de León David están dentro de la ejemplaridad de la mejor escrita en la lengua de Cervantes, como bien dijera Pedro Mir en carta al autor. Es la ensayística otro hacer de este autor tan singular. Su libro “Adentro” (1986), publicado en dos tomos, es uno de los grandes hitos del periodismo cultural dominicano. Por su hondura en la visión de mundo, por tocar una diversidad de temas, por filosofar sobre lo cotidiano, estos artículos breves dan el inicio a un ensayista que luego nos dará su crítica de arte, en el campo de las artes plásticas, la literatura y la música, como se echa de ver en “Cálamo currente” (2003) o en libros monográficos sobre artistas como Cánepa, Colson y María Aybar. Sin dejar de anotar una mención de su voluminoso y renovador estudio sobre la obra de Delmira Agustini (“Delmira Agustini o el otro nombre de la pasión”, 2007, en 1039 páginas, y la sintética aportación al conocimiento de la poesía de Julia de Burgos, “Julia de Burgos, diez acotaciones apologéticas en torno a su poesía,” 2018. Una mención aparte debo hacer sobre sus diálogos filosóficos al estilo de Platón. Como “Diotima” (1995), “Jenócrates” (2004) y “Filoxeno” (2009). Es León David el primero en poner en tan clásico modo los debates sobre filosofía, teoría y crítica del arte en la cultura dominicana. Y uno de los pocos en nuestra lengua, si es que existen otros diálogos que actualicen estos debates en el marco de las reuniones de los amigos que comparten el saber en la ciudad. Ese aporte al debate a una cultura del diálogo y la ponderación de las ideas, ese traer a nuestro mundo la sensibilidad a la expresión artística ha sido contestado por nuestros filósofos Nelson Julio Minaya, Alejandro Arvelo y Luis Brea Franco. Además, en el campo de la reflexión filosófica, debo agregar sus poemas metafísicos aparecidos en el libro “Poemas” (1979), “Los nombres del olvido” (1998) y los libros de aforismos “Huellas sobre la arena” (1986) y “Oxidente” (2009), en los que presenta las perplejidades del hombre del siglo XX. Como lo hace en el libro de ensayo “Memorias del desamparo” (2012). Temas tan de la preocupación de nuestro autor que dan a la literatura dominicana una apertura a la gran literatura universal, como se puede apreciar en “Parábolas de la verdad sencilla” (1985), “El hombre que encontró la verdad” (1999) y en sus obras teatrales “La noche de los escombros” y “El sueño de Arlequín” (2005). En este género, que tanto ama el autor premiado que, además de su trabajo actoral ha sido crítico del teatro, se destaca “La escandalosa y muy comentada historia de la casta Susana o las increíbles peripecias de la virtud” (2013) que obtuvo el premio Cristóbal de Llerena, y que es una sabrosa comedia al estilo del teatro del Siglo de Oro español. Con esto hemos desandado los pasos críticos sobre la obra de León David. Tan puntual como deben ser estas palabras que están en sintonía con las que expresé en mi libro sobre el autor en 1986: la urgencia de que los lectores lean, comenten y estudien una obra sin par en las letras dominicanas. Que se reconozca la altura, el oficio y el aporte del escritor León David, no solo a las letras dominicanas, sino a las hispanoamericanas. Obras las suyas en las que fulge la cultura literaria en todas sus formas y dan esplendor al concierto de textos que conforman nuestro decir hispánico. Y este es el gran homenaje que estamos esperando y al mayor que todo autor verdadero debe aspirar. ¡Al que leyere!

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