Al rescate del Malecón

Al rescate del Malecón

El intenso castigo de  las olas del huracán Dean causó daños al borde marino de la avenida George Washington y puso de relieve que la persistente erosión de años obliga a poner una rápida atención a la importante franja.

Así lo reconocen las autoridades del ayuntamiento del Distrito Nacional, y en nombre de los habitantes de esta histórica Santo Domingo, procede respaldar  al síndico Roberto Salcedo, y a la Sala capitular,  para que la rehabilitación del querido malecón comience sin demoras.

Allí se expresan con esplendor las  condiciones de una  acogedora ciudad tropical, de sol radiante, brisas y palmeras.

Además de que a través del tiempo  surgieron hoteles cinco estrellas, cines, restaurantes, lugares para la cultura y un parque inscrito indeleblemente en la memoria  de muchos santodomingueses, como es el Eugenio María de Hostos, el  Malecón es regularmente  un gigantesco espacio al aire libre para importantes celebraciones colectivas.

Es el escenario de los carnavales, de los festivales del merengue y de las paradas militares de fechas patrias.

A pesar de todas sus significaciones el Malecón ha estado en situación deplorable aun antes de los oleajes que lo colocaron en el primer plano.

Una  peligrosa  oscuridad total ha invadido casi por completo la avenida George Washington por falta de alumbrado público.

Y la prostitución caracterizada por  el  denigrante  espectáculo de grupos de mujeres tratando de conquistar clientes, llevan a equipararlo con una fea zona de tolerancia al comercio sexual.

El malecón debe ser rescatado de la  invasión de sombras y peligros  generados  por la delincuencia y  de atentados al pudor. Es necesario llevar seguridad a toda la avenida con una vigilancia policial  regular y efectiva.

El canibalismo no retrocede

La última expresión de ferocidad entre políticos por el control de juntas municipales –que a veces pertenecen a un mismo partido- se produjo antier en el distrito de El Puerto, Villa Altagracia.

Dos personas resultaron heridas de perdigones, e incluso se utilizaron fusiles M-16, un arma de guerra. Lo nuevo en el mundo político es que la administración de recursos en pequeñas localidades  ha despertado la codicia de activistas.

De ahí que tan pronto se asomaban las elecciones de juntas con motivo del 16 de agosto, el país  comenzó a presenciar el espectáculo de los atrincheramientos en sedes municipales para resistir cambios o imponerlos.

Grupos de belicosas tendencias de cada partido se han ido a la guerra aun cuando las cúpulas de las organizaciones mayoritarias desautorizan tal comportamiento.

No habría más  remedio que aplicarles la ley con energía. Ningún funcionario municipal tiene inmunidad  para alterar el orden con agresiones físicas ni a poner en peligro la integridad  de  otros ciudadanos en lugares públicos.

Por demás, estos comportamientos inciviles deben ser castigados por el electorado. Ningún promotor o cabecilla  de esta violencia merecería una segunda oportunidad en las urnas.

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