Al Senado: caso Velázquez

Al Senado: caso Velázquez

JUAN D. COTES MORALES
Escribo estas notas pensando en el Senado de la República y lo que ello significa y en cada uno de sus miembros por lo que son, representan, valen y se espera de ellos. Los conozco a todos y me he tratado con muchos. Son personas de bien, cañas pensantes que saben perfectamente que no es en el espacio donde se debe buscar la dignidad, sino en el arreglo del pensamiento, pues «por el espacio el universo los comprende y los devora como un punto, mientras que por el pensamiento ellos comprenden al universo, ya que el hombre está hecho para pensar y ello constituye toda su dignidad y todo su mérito, sobre todo cuando su deber consiste en pensar como es debido».

Según Plotino, en el siglo III de nuestra era, (204-270), que ejerció gran influencia desde San Agustín a San Buenaventura por el misticismo de su pensamiento, «la tercera raza de hombres, divinos por su capacidad superior y por la agudeza de su vista ve con su mirada penetrante el esplendor de lo alto y se eleva por encima de las nubes y de la oscuridad de aquí y permanece allí contemplando desde arriba todas las cosas de aquí abajo, se deleitan en ese lugar de verdad que le es propio como un hombre que después de larga peregrinación llega a una Patria bien regida» (Enéada V, IX, 1).

Miguel Angel Velazquez Mainardi es un periodista por vocación combativo, combatido, poeta, legislador y combatiente. Porque no nos hemos tratado en la intimidad nunca, pero por lo que conozco de él, creo que ha sido como es durante toda su vida de destierro, sufrimiento, marginalidad intelectual, subestimación política y social y toda una serie de calamidades propias de hombres libres que no han sido ni serán jamás embridados ni entretenidos con los cascabeles del sistema.

El presidente Leonel Fernández Reyna lo designó Embajador Extraordinario y Ministro Plenipotenciario ante el gobierno de la República de Chile que lo aceptó con gran respeto y consideración por la vida, currículo y trayectoria de un periodista con prosa y verbo de órdago que es una página abierta para todos y con quien se puede contender y adversar en el plano político-ideológico, histórico, social y cultural, pues su ágil espíritu de interpretación, investigación y entendimiento lo ilumina en su «Palco de Sombra» y en «Alto Nivel».

Sostiene Martín Alonso algo que siempre me recuerda a los grandes periodistas dominicanos, pero muy especialmente a Don Rafael Herrera: «El editorialista ha de mostrarse, a su debido tiempo, severo, cortés, alegre, brillante, irónico, audaz, caritativo, bien informado, independiente y en servicio constante de fidelidad a la verdad y al bien de su pueblo».

Y con respecto al cronista nos dice que éste ha de comentar todo lo que el mundo comenta y decir lo que nadie ha dicho: «Ha de ser filósofo sin parecerlo, ligero y profundo a la vez, irónico e incisivo sin pasar de la piel. Ha de enseñar muchas verdades y ocultar su erudición para no ofender al lector con una superioridad intelectual. Tal vez, quinta esenciada en el numen cotidiano, la crónica se pudiera llamar la aristocracia del periodismo».

Un periódico y un periodista no son sólo vehículos del pensamiento, sino centros de atracción en torno a los cuales se agrupan las adhesiones y adquieren consistencia las ideas, y son precisamente las ideas las que empujan a los pueblos a la acción y el periódico es la verdadera universidad del pueblo. Tanto, que quien puede evitar en muchas ocasiones el mal colectivo es el periódico como ángel benéfico de la sociedad y quien agrava el mal es también el periódico en cuanto genio malo del pueblo.

«Vivimos en la calle y vivimos de la última novedad, eso que llaman información y eso otro que llaman actualidad son el pasto de nuestros públicos distraídos. Quiere nuestro público que se le dé noticias y que no se le den pedazos del alma. El alma estorba, la visión de un alma palpitante de ambición, de desengaño, de tristeza, de desdén, es un espectáculo tan desagradable como la visión de unas entrañas de carne palpitantes de vida moribunda». Unamuno: Soliloquios y conversaciones, págs. 106. 1942. Buenos Aires, Argentina.

Miguel Angel Velázquez Mainardi desde que regresó del exilio ocupó su puesto y comenzó a escribir y hablar con el alma. El pertenece a una generación que debemos honrar siempre. Es un gran acierto del presidente Fernández haberlo escogido como embajador en Chile. Nadie como él para honrar esa representación diplomática. Los senadores deben expresarse como cañas pensantes pertenecientes a la tercera generación de hombres.

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