SAMUEL SANTANA
Una gran satisfacción debe sentir Leonel Fernández Reyna al encontrarse en el poder gracias al respaldo masivo que recibió durante la celebración del certamen electoral pasado. La traumática gestión que hizo el ingeniero Hipólito Mejía llevó a que el pueblo sintiera una especie de animadversión en su contra, elemento que fue capitalizado muy favorablemente por el doctor Fernández y por el Partido de la Liberación Dominicana (PLD).
Pero es en medio de este estado de complacencia, satisfacción y degustación del poder que tanto el Presidente como el PLD deben tener muy en cuenta algunos factores pasados, presentes y futuros que de ser obviados podrían gravitar desfavorablemente en su contra y convertirse en una verdadera frustración para los dominicanos.
La solución del problema de la energía eléctrica es una de las grandes aspiraciones que tienen los ciudadanos. Republica Dominicana constituye una de las pocas o raras naciones del mundo en donde la permanencia de este servicio es virtualmente extraña.
Esto se ha convertido en un monstruo de siete cabezas que se ha tragado cantidades inmensas de recursos económicos y la imagen o reputación de varias gestiones presidenciales, incluyendo la que realizó el PLD desde el 1996 hasta el 2000.
Fue durante ese periodo que el mismo Leonel Fernández, reunido entonces con funcionarios de su gobierno, llegó al extremo de decir que si no resolvía este problema abandonaría la presidencia marcado por una cierta frustración.
Para desgracia suya así ocurrió.
En estos momentos al Presidente le ha tocado volver a batear la misma pelota. Y el, junto a su equipo de gobierno, conoce mejor que nadie cual es el tipo de enredo que hay con los indescifrables y misteriosos contratos que hoy amparan a las empresas generadoras y distribuidoras de un servicio que no para de seguir castigando a los dominicanos.
Independientemente de lo que haya ocurrido en el pasado, el país anhela ansiosamente y necesita con urgencia liberarse de los traumas que han venido produciendo los constantes, tediosos y largos apagones.
Lo otro tiene que ver con el control de la corrupción. Nuestra nación, a pesar de sus grandes compromisos y de las grandes crisis mundiales, sigue siendo una gran generadora de recursos. Es por eso que está hartamente demostrado que el elemento empobrecedor más que nada es la indolencia y la rapiña de funcionarios que sólo actúan en provecho propio.
Es por eso, señor Presidente, que usted debe poner un sistema de control que evite que las riquezas del Estado sigan siendo desviadas de la razón real para la cual existen. Hay que equipar y mejorar los hospitales, las escuelas y optimizar los servicios públicos.
Deseamos que la corrupción no sólo se detenga en su despacho, sino que no entre a ninguna de las oficinas del Estado.
El otro gran reto tiene que ver con los alimentos. Hace tres años que los dominicanos están subsistiendo a duras penas. Los supermercados se han convertido en lugares temerosos, donde la gente se rompe la cabeza para ver como puede arreglársela ante unos precios remontados por las nubes y un presupuesto que no da para muchas cosas.
Si damos como bueno y valido que para el dominicano el estomago tiene una incidencia sumamente sensible en su estado emocional, entonces hay que decir que los ciudadanos han perdido parte de su alegría y de su actitud positivista.
Señor Presidente, ponga el campo a parir, establezca expendios de alimentos a bajo costos mediante programas sociales, abarate los costos de producción y conjure todos los elementos que inciden directamente en el valor de los alimentos para que vuelva la felicidad a renacer en el corazón del pueblo.
Otro elemento de gran importancia es la necesidad de que se abran nuevas fuentes de trabajo. Hay que revertir rápidamente el alto índice de desempleo que se disparo en la gestión pasada. Son muchos los padres de familias que andan hoy día por esas calles de Dios sin saber cómo podrán llevar el pan a sus hogares.
Mas aun, en lugar del orgullo, la prepotencia y de la soberbia que caracterizó a funcionarios de su gestión pasada, inculque usted una gran sensibilidad humana y el deseo incondicional de servir a este sufrido pueblo.
Señor Presidente, si usted logra por lo pronto satisfacer estas necesidades y aspiraciones, entonces hay que decir, sin lugar a dudas, que le espera un futuro promisorio como gobernante de nuestra nación.