Alarma en Puerto Rico por los viajeros ilegales

Alarma en Puerto Rico por los viajeros ilegales

Una ola de inmigrantes ilegales procedentes de la República Dominicana está alarmando a las autoridades de Puerto Rico debido a que el número de ilegales en los últimos cuatro meses supera a los de todo el año pasado.

Además, académicos en Puerto Rico advierten que esta inmigración está generando un sentimiento xenófobo hacia los dominicanos.

La gobernadora puertorriqueña Sila M. Calderón dijo que el gobierno dominicano es responsable de velar por las costas de su país para evitar que desde allí salgan inmigrantes ilegales hacia Puerto Rico.

La gobernadora Calderón se refirió al problema de la inmigración ilegal que este año, en el primer mes, alcanzó cifras sin precedentes y el periódico El Nuevo Diario titulo “explosivo tráfico humano,” en un amplio titular en primera página acompañado de una gran fotografía de un bote cargado de personas que identifica como viajeros ilegales.

“Tenemos nuestro plan, pero son ellos los que tienen la responsabilidad de sus costas”, dijo en relación a los 3,540 inmigrantes ilegales detenidos desde el primero de octubre, de los cuales 2,300 son dominicanos.

La cifra, citada por agencias internacionales de noticias, es apenas 756 menos que los 4,293 extranjeros arrestados durante los 12 meses del año anterior, según las autoridades federales en este territorio estadounidense.

Para Calderón, la crisis económica que vive la República Dominicana ha incrementado la salida de indocumentados.

“En las crisis, todo esto ocurre. Este es un tema que lo hemos hablado muchas veces con el presidente (Hipólito) Mejía y confiamos en que se cumpla con el trabajo de vigilancia”, dijo en una conferencia de prensa en Mayagüez, ciudad ubicada en el oeste y punto más cercano de Puerto Rico a la República Dominicana.

Las autoridades de migración detuvieron en enero a 1,474 inmigrantes que intentaban cruzar el peligroso Canal de la Mona para llegar a Puerto Rico, lo que significa un dramático aumento al compararlo con los 180 detenidos en diciembre de 2003 y los 189 en enero del pasado año.

[b]XENOFOBIA[/b]

El rector de la Universidad de Puerto Rico en Cayey, Rafael Aragunde, invitó a los puertorriqueños a que reflexionen sobre la situación de los habitantes de la isla La Española, cuyos países atraviesan situaciones difíciles.

De acuerdo con las noticias de agencias internacionales Aragunde dijo que Haití pasa por una crisis política que protagonizan el gobierno del presidente Jean Bertrand Aristide y líderes de la oposición, la sociedad civil y el sector privado.

Asimismo la República Dominicana atravesó hace pocos días por una huelga general que dejó un saldo de siete muertos y más de 80 heridos.

El académico también criticó la «xenofobia desplegada en contra de los dominicanos que caracteriza a la sociedad puertorriqueña, pero en especial contra la mujer dominicana, que es ridiculizada y crudamente subestimada, postura que se recoge en los medios de comunicación».

Aragunde anunció que el recinto de Cayey realizará actividades para discutir la situación de los inmigrantes.

Dijo que hoy a las 2:00 de la tarde se efectuará el panel Las viajeras: emigración en el Caribe contemporáneo y el jueves 5, la actriz dominicana María Isabel Bosch presentará el monólogo Las viajeras.

[b]CADA VEZ MÁS[/b]

De hecho, el número de detenciones de indocumentados en alta mar y en tierra, desde que comenzó el año fiscal 2004 el primero de octubre de 2003, amenaza con alcanzar y sobrepasar a paso vertiginoso el total de las detenciones del año fiscal anterior, de acuerdo con una información de primera plana del periódico El Nuevo Día.

En enero únicamente, dijo el diario, la región del Caribe de la Guardia Costera del departamento de Seguridad Interna de Estados Unidos, ha detenido en el Canal de la Mona a 1,474 dominicanos, informó la agencia federal en Miami, Florida. En enero del año pasado, hubo 189 repatriaciones.

La Guardia Costera estadounidense indicó que desde octubre de 2003 hasta el viernes pasado, las autoridades rescataron en la región marítima caribeña a 3,540 ilegales, de los cuales 2,300 son dominicanos. La mayoría de los restantes son asiáticos y cubanos.

El reportaje dijo que la mayoría de los dominicanos detenidos ha sido repatriada y las yolas encontradas son quemadas.

«Estas cifras son bien altas. Definitivamente estamos viendo más inmigrantes», sentenció Karl Gabrielsen, comandante de la Guardia Costera con sede en La Puntilla, en San Juan, en entrevista con El Nuevo Día de Puerto Rico.

La Patrulla de Fronteras de la Oficina de Aduanas y Protección de las Fronteras del Departamento de Seguridad Interna, destacada en la antigua base Ramey en Aguadilla, lleva sus propias estadísticas, a base de las detenciones ya en territorio estadounidense. Mientras la Guardia Costera vigila en altamar, Patrulla de Fronteras tiene a su cargo la protección de las fronteras tanto en mar como en tierra.

En Puerto Rico habitan 200,000 dominicanos legales e ilegales, según la cónsul de República Dominicana, Fantina Sosa.

[b]SE AHOGAN[/b]

La pérdida humana también es alarmante. La Guardia Costera sabe de cinco indocumentados muertos en el año fiscal pasado, mientras que en los cuatro meses de este año fiscal ha habido 21, dijo Gabrielsen. Muchos otros mueren en el trayecto sin que nadie se entere.

La cónsul Sosa explicó que la crisis económica de su país probablemente es un factor en el alza del tráfico. Pero confía en que la situación mejore y baje la intensidad del tráfico.

«Estas personas que hacen cosas ilegales (los traficantes) aprovechan la situación para abrirle los ojos a la gente pobre que viene buscando un futuro mejor y a veces no se les da», dijo Sosa. Lamentó que los dominicanos gasten de US$3,000 a US$6,000 para arriesgarse por mar, cuando con ese dinero podrían montar un negocio allá.

Saúl Pérez, presidente del Comité de Derechos Humanos, adjudicó el alza migratoria a la falta de empleos en su país natal. Agregó que la propuesta del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, de dar una especie de amnistía a los trabajadores indocumentados reclamados por patronos, lanzó en masa a los dominicanos hacia Puerto Rico.

«Sabemos cómo es el dominicano, cómo actúa. Vienen para acá para probar que tienen un patrono y que se les legalice. A veces el medicamento es peor que la enfermedad», expresó Pérez.

[b]UN RIESGO[/b]

«Viajan en botes de 20 a 40 pies de largo en los que se ubica el mayor número de personas posible. Hemos encontrado a 138 personas en un bote», dijo el comandante Gabrielsen.

Agregó que hace 10 días uno de sus botes de patrulla estaba cerca de la costa de República Dominicana repatriando a más de 100 dominicanos cuando se topó con una yola desbordada con tres personas casi cubiertas por agua.

Advirtió que las autoridades archivan los nombres de los repatriados, a quienes probablemente se les rechace la solicitud de visa.

Gabrielsen explicó que durante el invierno los viajes de indocumentados suelen reducirse porque las condiciones del tiempo empeoran. Los capitanes prefieren viajar con luna llena para tener mejor visibilidad. Aún así, esta ola migratoria supera por mucho las expectativas de una temporada alta del tráfico humano hacia Puerto Rico.

El teniente Tim Crowin, comandante del US CGC Cushing, dijo que los detenidos suelen comportarse pacíficamente, aunque hay excepciones.

El jueves pasado, por ejemplo, once inmigrantes ilegales fueron acusados por motín y violación a la ley de armas, cuando intentaron evitar ser detenidos.

[b]POR TODA EL ÁREA[/b]

Entre otros recursos, la Guardia Costera tiene seis botes patrulleros en San Juan. Se auxilia con cuatro helicópteros en la base Borinquen, barcos de patrulla prestados temporalmente por otras jurisdicciones y los recursos marítimos, aéreos y terrestres del Negociado de Inmigración y Aduanas, la Patrulla de Fronteras, y las Fuerzas Unidas de Rápida Acción de la Policía.

La Guardia Costera, cuya área de acción incluye La Española, el norte de Suramérica y las Antillas Menores, tiene acuerdos para intervenir con el tráfico humano en aguas dominicanas, con cuya Marina colabora.

[b]LA ESPERANZA[/b]

El Nuevo Día de San Juan, Puerto Rico, dedicó otro reportaje de primera plana a dos viajeros dominicanos ilegales que se han radicado en esa isla.

Miguel, explicó el reportaje, ha entrado cuatro veces por yola a Puerto Rico, siempre con la esperanza «de que esta vez me vaya bien» y consiga, además de dinero, legalizar su estadía en tierra estadounidense.

«Uno se arriesga porque la situación económica de uno no es buena», admite uno de los entrevistados, quienes hablaron con Miguel, nombre ficticio de un joven dominicano que habló con El Nuevo Día con la condición de permanecer en el anonimato, llegó por yola a Añasco días atrás, junto a una veintena de sus compatriotas que viajaron durante tres días sin contratiempos mayores.

El joven es uno de cientos, quizás miles, de dominicanos que entraron hace poco de forma ilegal a Puerto Rico.

«El único susto grande fue el helicóptero que se nos paró encima y tuvimos que apagar el motor a las 2:00 de la madrugada», relató Miguel. La yola dio vueltas por una hora y «eran las cuatro y pico cuando pudimos tocar tierra». Despistadas las autoridades, Miguel y los demás entraron a Añasco y esperaron, separados, a que los buscaran.

Rodeado de familiares, amigos y la enamorada que conquistó acabando de llegar -muchos de ellos ilegales que llevan más tiempo aquí-, Miguel relató sus experiencias en la salita de casa que comparten varios dominicanos en un barrio pobre de San Juan.

«Le gusté y piensa durar mucho tiempo conmigo. Yo no sé cocinar ni fregar y necesito a una mujer para que me ayude», dijo un sonreído Miguel arrancando risas de los presentes, incluida su amancebada.

Explicó el reportaje que en 1989 Miguel llegó por primera vez a Puerto Rico, donde vivió por tres años hasta que se desanimó. El Consulado de la República Dominicana de aquí le vendió por US$27 una carta de vuelo que le permitió regresar por avión a Santo Domingo, contó.

En su segundo viaje por yola en 1994, Miguel vio a tres hombres y una mujer morir ahogados. Llegando a la costa de Rincón, había un mal tiempo que puso histéricos a los 34 viajeros y al capitán, quien no tenía visibilidad. La yola de 25 pies y medio chocó contra un arrecife que la partió en dos y pilló a varias personas.

«Saqué a muchos. Los cuerpos quedaron en la orilla, pero no vimos nada en las noticias», comentó Miguel al periódico.

Al comentársele que 34 personas lucen demasiado para una barca pequeña, Miguel dijo: «No, eso es bien grande. Cabían más, pero no encontramos a más para el viaje».

En su viaje de 1997, Miguel trajo, en contra de la voluntad del capitán, a un niño de 11 años cuya madre residía en Puerto Rico. «El niño me ayudó a cargar materiales para el viaje y no lo iba a dejar solo en el mangle porque eran muchas millas y era de noche», dijo.

Cuando el capitán se distrajo, Miguel escondió al niño en la cámara del motor. Una vez en alta mar, llevó a cubierta al menor, a quien encontró inconsciente y asfixiado por los gases. «Ya el capitán no lo podía tirar al agua», comentó Miguel.

«Cuando llegamos a Rincón, la mamá estaba tan furiosa que lo menos que me dijo fue hijo de pu… No me quiso montar en la guagua y duré en el monte seis días. Comí almendras, palomas que cacé, tumbé cocos, robé leche de las vacas», contó.

Miguel considera que sus riesgos han valido la pena. «Ya ‘jallé’ trabajo y una hembra», comentó.

Como Miguel, su compatriota José, también de nombre ficticio, consiguió trabajo en la construcción. José llegó días atrás, en otro viaje de 25 indocumentados, incluidas cuatro mujeres.

«Uno se arriesga porque la situación económica de uno no es buena», dijo José.

Indicó que para cultivar su finca de arroz tenía que endeudarse y que la crisis económica de la República Dominicana se ha agudizado. En el Cibao dejó a tres hijos y la esposa que viven en una casita de madera con base de concreto propiedad del padre de ella. José empezó a enviar algún dinero a la familia, a la que no quiso arriesgar por mar, dijo.

«Si uno se pone a pensar mucho no lo hace. Para cruzar por ahí hay que tener cojo…», apuntó. Igual que Miguel, José no pagó por el viaje porque ayudó a un amigo a preparar la travesía. El «pasaje» suele costar US$500 o US$600, indicó, pero otros conocedores indican que es mucho más.

Equipado con una mochila con ropa, comida y bebida, José se asustó con la lluvia y los relámpagos. «Sacaba el agua que se metía. Los demás rezaban y yo también tiré mi rezadita», dijo. Cuando el sueño los vencía, dormitaban recostados unos sobre otros.

En las calles de Rincón por poco lo apresan unos agentes federales que viajaban en un carro y le ofrecieron transporte. «Cuando abrieron la puerta vi la pistola y salí corriendo. Uno me agarró por el pie, pero me lo zapatié y corrí. El helicóptero hacía mucho ruido. Lo único que pensaba era que no me iban a agarrar», relató José, de 30 años.

Luego el dominicano fue detenido por siete horas en Rincón por «secuestradores», puertorriqueños que a cambio de dinero, en este caso US$300, entregan al ilegal a los familiares o amigos. «Ellos viven de eso. (Pero) tratan a uno bien porque te dan refresco y sándwich», apuntó José.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas