Está en evidencia, vía las denuncias de industriales locales y de fuentes autorizadas de la propia Administración Pública, que en el país no existe, o funciona mal, el mecanismo que debe impedir la circulación masiva de medicamentos falsificados o contrabandeados.
Ni las aduanas presentan barreras contra la importación irregular al territorio nacional de cargamentos aparentemente inofensivos, ni existe una supervisión o inspectoría sobre la venta al detalle de tales medicamentos, sobre cuyas composiciones químicas no se podría dar fe, aunque algunos podrían ser ineficaces o potencialmente dañinos.
El Estado Dominicano tiene que tomar esta sartén por el mango para imponer respeto en el mercadeo, abierto o solapado, de fármacos; disponiendo el cierre de cualquier negocio, legalmente constituido o sin registro, que esté poniendo al alcance de muchos ciudadanos una serie muy amplia de pastillas, ampollas y otras presentaciones de patentizados que no tienen verdadero aval científico ni se acogen a las leyes sobre la materia y que podrían resultar peligrosos para la salud y la vida de los usuarios, al tiempo que con su presencia irregular en el mercado, desplazan medicamentos con plenitud de garantías y que son el resultado de importantes inversiones que son lesionadas.
Zonas urbanas en oscuridad
Por lo menos dos ayuntamientos del Gran Santo Domingo, el del Este y el del Norte, han elevado con firmeza reclamos de pago a la Distribuidora de Electricidad Ede-Este de esta jurisdicción, en atención a obligaciones por el uso de espacios públicos de los municipios. En lo que esos conflictos se superan, procede también reclamar en nombre de la ciudadanía en general que unos y otros respondan por la crítica falta de iluminación en muchas vías de la ciudad, a veces importantes como las avenidas que bordean el mar Caribe o atraviesan zonas muy urbanizadas.
La ausencia, o deficiencia, del alumbrado público incentiva la delincuencia. Hacen sentir inseguros a los munícipes, no solo cuando van a pie sino también cuando viajan en vehículos. Hasta donde puede saberse, las muchas bocas de lobo que caracterizan a la Ciudad Capital no están en la agenda de los ayuntamientos ni en las metas del gobierno central, que también debe velar por algunas infraestructuras citadinas.