Ocurre por estos tiempos cotidianos un fusilamiento de la verdad fomentado por el acceso libre (permisivo en grado sumo) tumultuoso y sin responsabilidad personal que dan presencia en Internet a usuarios que capturan la atención de públicos con banalidades y falsificaciones de la realidad generadas con textos que no suelen estar fundados en hechos o testimonios comprobables. Y en lo que el agua se aclara sola al paso de la corriente y apelación a prístinas fuentes de la auténtica comunicación social, las distorsiones informativas pueden desorientar severamente, torcer tendencias razonables de la opinión ciudadana y dañar honras a diestra y siniestra en un país cualquiera.
Alarmas no faltan ante lo que tempranamente el periodista y escritor español Juan Luis Cebrián diagnosticó como «crisis en la formación de opinión pública» a partir de que: «los medios de comunicación han sido sustituidos por las redes sociales y por una confusión generalizada que da paso al populismo y a la ausencia de diálogo y de reflexión». Lo dijo hace ya varios años: Con la pérdida de lectoría de los periódicos tradicionales, han ganado espacio: «autores en redes sociales de contenidos que suelen ser descritos como «influencers» con mucho más seguidores que cualquier político o intelectual».
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El Gobierno de Australia no se hizo esperar y acaba de aprobar una ley que prohíbe a menores de 16 años crear cuentas en «algunas redes sociales» sin menciones en específico. La nueva legislación define como un «usuario restringido» a cualquier persona de minoría de edad; acción legislativa que recibió la aprobación del 77% de los australianos a favor de cortarles el paso hacia plataformas cuyo único propósito, o el más significativo, sea la «interacción social entre personas» vías por las que se infiltran perversidades lanzadas con identificaciones falsas con algunas que han dado curso a horrendos crímenes y defraudaciones.
REACCIONES LOCALES
Miguel Otáñez, del Centro de Análisis y Estudios de la Comunicación de República Dominicana, comenzó una reciente exposición ante el país diciendo que: «Parece que el mundo, con eso de la verdad de las cosas, está cada vez más predispuesto por las redes sociales y a través de ellas las reputaciones pueden construirse o destruirse en cuestión de minutos».
Una dinámica que definió alimentada «por las percepciones de terceros y sus experiencias personales que a menudo se desarrollan sobre una base frágil teñida de sesgos y carentes de verificación». Y explicó que al examinar una encuesta aplicada por la UNESCO (ente de educación y cultura de la ONU) sobre los llamados creadores de contenidos, encontró el preocupante aspecto de que más del 60% de tales influencers: «no comprueba la información que comparte con sus seguidores», lo que significa que los mensajes que llegan a ser virales no necesariamente son verídicos y podrían derivar de una percepción distorsionada por experiencias particulares o por falta de contexto.
Una dramática advertencia recién dirigida por el matutino El Día a sus lectores sostenía que «Los delincuentes están aprovechado esta temporada para ejecutar ataques cada vez más sofisticados y haciendo uso de tácticas que van desde el phishing (engañar ganando confianza) hasta las estafas de compras en línea. Un estudio de la entidad Kasperky reveló que el 44% de los niños de hasta seis años de edad de América Latina accede a dispositivos electrónicos a la sombra de muchos padres que admiten que no ejercen supervisión sobre esas incursiones.
Con dureza de argumentos que llegaron a los lectores del país en esta misma semana, el articulista del rotativo Diario Libre, José Luis Taveras, sentenció que una mediocridad se ha apoderado del poder comunicacional: «Dejaron de ser minorías y hoy controlan los medios, imponen los trending topics, acaparan los views, construyen opinión y proponen patrones. Gobiernan soberanamente desde sus pequeñas repúblicas instaladas en el ecosistema digital gracias a la economía de las «monetizaciones».. Son los tanques (de guerra) del pensamiento de hoy».
DE CASTAÑO A OSCURO
Agustín Medina, autor de algunas de las campañas de la publicidad memorables en España, formuló en estos días para la prensa dominicana duras valoraciones sobre los influencers (extrapolables a este país) calificándolos de «mercenarios al servicio de cualquier marca distinta cada día». Lo más equiparable (agregamos de nuestra parte) a un sicariato sin letalidad. Expresó textualmente: «Está claro que vivimos la época del desconcierto. Las nuevas generaciones están obsesionadas con los nuevos soportes y han perdido de vista la esencia de la comunicación».
A su juicio, se está confundiendo «estrategia con táctica» en deterioro de las marcas que deben ser lo más importante para los anunciantes. Sostuvo que los nuevos medios, y muy especialmente las redes sociales, sirven para realizar movimientos tácticos en el corto plazo pero no para crear y desarrollar la marca como lo hacen los medios tradicionales. Algunos de sus colegas dominicanos traslucen actualmente la impresión de que la publicidad local está más fragmentada que nunca, lo que podría ser una tendencia.
Una impresionante medición de consecuencias para la mente humana aplicada por expertos atribuyó al «excesivo consumo de contenido del Internet la capacidad de causar «podredumbre cerebral». La Universidad de Oxford escogió a la «podredumbre cerebral» como la expresión de 2024 referida al efecto que produce consumir versiones digitales durante horas y horas. Científicos de la medicina indican que esa «podredumbre cerebral» es una condición real y preocupante aunque sin extenderse en completar «neurológicamente» tal teoría.
Al traer otra vez para este » Tema de hoy» al analista de Diario Libre, José Luis Taveras, encontramos una reciente aseveración suya: «Es que la manada digital no razona, no descodifica ni hace abstracciones; solo reacciona y replica lo que le provoca. Su lenguaje es emotivo y, como tal irrebatible. Y es que como escribía José Ingenieros, ( esa manada) traga sin digerir hasta el empacho mental. Ignora que el hombre no vive de lo que engulle sino de lo que asimila».
GRAN DESAFÍO
Hace poco, un inserto en el Diario Las Américas impreso en Florida EUA decía lo siguiente: «De la idea de un cordial y ameno reencuentro virtual entre amigos, conocidos y familiares; diálogo para una cita presencial y la búsqueda de nuevas relaciones humanas, objetivos para los que fueron creadas estas redes, pasamos a ser víctimas del poder y la influencia permanente de los monopolios tecnológicos.
Ahora pueden dominar nuestros gustos, nuestros pensamientos, nuestras relaciones, nuestras vidas, que ya no podríamos definir si son nuestras realmente o pertenecen a quienes controlan las grandes redes».
Según lo publicado allí «la supervivencia de los medios tradicionales frente al avance demoledor de la información digital causa hoy diversas interrogantes, cierta incertidumbre y sobre todo, la necesidad de coexistir, competir o de lo contrario, desaparecer». Un comentario basado en el hecho de que en los últimos diez años han sido creadas miles de plataformas digitales impulsadas en parte por los monopolios que dominan la Internet: Apple, Google, Amazon, Facebook , Microsoft y otros.
Una cumbre global en Argentina que se enfocó en el fenómeno de la desinformación y en la forma de luchar contra ella puso su atención en que «la circulación de fake news y de las malas noticias se han potenciado en los últimos años con la aparición de las redes sociales. Hoy en día, cualquier usuario puede publicar una noticia falsa y rápidamente viralizarla. En consecuencia, muchas personas han perdido la confianza en las noticias y en los propios medios de comunicación que todos conocemos».
Comentando localmente este dramático panorama, el economista dominicano, ex-gobernador del Banco Central, Guillermo Caram, escribió que: «Ciertamente, estamos en tiempos de inventivas, exageraciones, «fake news», sobrestimación de «influencers», pontificación de comunicadores de nuevo cuño que pelean y amenazan ante cámaras y micrófonos a veces con lenguaje soez en lugar de comunicar serenamente».
Con esta premisa se lanzó a criticar en su columna semanal en el periódico HOY lo que denominó «mutismo» del actual Gobierno que a su entender calla cuando debe explicar las sombras de su gestión olvidándose del exitoso principio de la propaganda nazi enarbolado por Goebbels: «miente… que algo quedará». Reclamó al primer mandatario Luis Abinader desmentir las críticas infundadas y defender las fundadas. A su juicio, con una «compleja y costosa maquinaria publicitaria el Gobierno vive apostando a dejar diluir informaciones, tales como: «pérdidas en el sector eléctrico que no paran de crecer, denuncias sobre préstamos privilegiados otorgados por el Bagrícola, irregularidades en la construcción del Metro, corruptelas en la fiesta de alquileres a cargo de la Dirección de Pasaportes, desorden en el otorgamiento de subsidios, violaciones a la ley de ordenamientos territorial, etc.