Alas; diario de una libelula
El baúl de los tesoros

<P>Alas; diario de una libelula<BR> El baúl de los tesoros</P>

¿Has hecho algo sin saber de dónde vino la energía que generó tu acción? La mayoría de las veces, me dejo llevar por una fuerza que me guía. Mientras avanzo no tengo idea de lo que ocurrirá, y sin embargo una extraña serenidad me acompaña. ¿Cómo es posible que podamos avanzar confiados a un destino desconocido? Cuando me ocurre esto, sé que estoy siendo guiada por un movimiento de Espíritu.

Hace unos dias, una experiencia con el grupo de consteladores en formación me mostró que la vida es una salida y la muerte una entrada. Todo inicio empieza en la muerte. Al otro día de este movimiento,un silencioso mandato interno me pedía que abriera un baúl de desahogo, que uso como mesa en mi habitación.Su contenido había permanecido intocable durante años, incluyendo un par de mudanzas.

La palabra baúl con que designamos las cajas rectangulares con tapa y cerrojo, viene de la Francia del siglo XII (bahut), y era la caja donde se guardaban cosas de uso doméstico, incluyendo los alimentos. Durante las migraciones de europeos a América de finales del siglo XVIII, siglo XIX y principios del siglo XX, los baúles eran los portadores de equipaje como lo hacen las maletas de hoy día. De ahí, la invención y fabricación de automóviles incluyó un espacio para que la familia transporte objetos y fue nombrada de igual modo.

No sé cuándo inicio mi relación con los baúles, pero creo que su fuerza se evidenció hace dos años. En el 2010, ofrecí una formación en psicogenealogía a la que nombré “Sinfonía de Amor”. La propuesta es una saga para seguir pistas dejadas por los ancestros en el árbol genealógico. Por medio de tomas de consciencia, vamos transformando las “perdidas” familiares en “ganancias”. Parte del trabajo consiste en crear un baúl de tesoros, en el que todos los participantes piden la bendición de los ancestros, para lograr sus sueños.

Narihara escribió: “Siempre he sabido que al final emprendería este camino, pero ayer no sabía que sería hoy”. ¿Qué ocurre cuando no estamos listos para valorar nuestros tesoros? Una vieja historia oriental cuenta de un hombre que sueña con un árbol que custodiaba un gran tesoro. Luego de un largo viaje, dio con el árbol. Un viejo sabio que estaba en el lugar le dijo: “el tesoro esta en tu jardín, regresa a casa”. Mateo 6:21 lo muestra con otras palabras.

Mientras salía a buscar el tesoro afuera, el baúl que había visto durante años, había esperado pacientemente en mi habitación, seguro de que “mi viaje” me fortalecería, y regresaría a casa a rescatar los tesoros ignorados. Después del ejercicio con la muerte, una nueva fuerza me acompaña. Me dije a mi misma: ¡Este es el momento! Fortes fortuna adiuvat, La fortuna favorece al valiente.

Me senté en una banqueta frente al baúl y lo abrí. Ante mis ojos aparecieron toda clase de folders, cajitas, sobres, fundas y amarillentos papeles.  A medida que revisaba el contenido:documentos familiares, fotografías de la gente que amo, notas escritas en todo tipo de papeles, recortes de periódicos de acontecimientos importantes, bellos poemas, y cartas de amor, me sorprendía viendo la frecuencia con que se repetían algunas ideas.

Encontré un estudio numerológico que yo misma me había hecho 14 años atrás, en el que marcaba las energías de cada año y el arquetipo que le correspondía según el ciclo en el que me encontraba. ¡Encontré un patrón de acontecimientos! Un corrientazo de energía subía por mi espalda, al tiempo que una inmensa emoción me embargaba…fragmentos olvidados de mi vida desfilaban con gracia ante mis ojos, trayéndome el fuego sagrado que derrite el hielo del corazón. George Sand nos advirtió: “No podemos eliminar una página de nuestras vidas, pero podemos tirar el libro al fuego”.

Sentí mucho agradecimiento. Una parte de mi había dejado señales en el camino, y  pude regresar a rescatar mis tesoros. La mente tiene un gran poder para controlar lo que ocurre alrededor y dentro de nosotros. ¡Había olvidado tantas cosas! Sin embargo, no había tirado mi historia al fuego. Había tomado notas que me mostraron como veía lo que me ocurría en un momento dado, había escrito frases para subirme el ánimo en momentos de desesperación, había guardado recuerdos que me permitían alimentarme del amor que otros han sentido por mi…¡Cuantas insospechadas bendiciones!

Nancy Thayer dijo: “Nunca es demasiado tarde –ni en la ficción ni en la vida- para una revisión. Arrepentida, humilde y agradecida, vi en mi baúl el arca que preserva las tablas en el templo, el baúl en que ofrezco mis primicias a principios del año, la caja donde entrego mis peticiones a Jesús, el cofre donde guardo mis joyas…el preciado lugar que conserva mis tesoros…

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