Alaska: el lugar que no soñé

Alaska: el lugar que no soñé

DENALI.  Alaska. Todo se confirmó en abril. Ni yo misma me lo creía, pues aunque fuera un viaje que nunca olvidaría, estaba a solo tres semanas de partir hacia el otro lado del mundo… y sola: a Alaska.

Sí, esta vez me tocaba empacar sola, y tan rápido como a la orilla llegan las olas, yo iba entrando en un avión. Fue entonces cuando me pregunté: “¿Para dónde rayos voy?” Pero ya era tarde, no me iba a devolver, así que pensé en todo lo positivo –sin lugar a dudas va a ser una aventura inolvidable–.

Sin embargo, al montarme en la cuarta nave puse en duda mi antigua versión de que  sobreviviría. ¡Bueno, es que en realidad me dio miedo dejar atrás todas mis “ñoñerías” y tener que convertirme por las buenas (o por las malas) en una mujer!

…Y entonces llegué (esto es más extraño de lo que imaginé). Alaska es -en definitiva- el lugar que no soñé: muchas  montañas, nieve, más liquor stores que gente y- como si eso fuera poco,  aquí hasta los mosquitos son peligrosos, sin dejar de mencionar los alces y los famosos osos.

Negros o marrones, erguidos o jorobados, no importa como sean, con todos debo tener cuidado, y  tengo bastante claro que si me acerco más de 75 pies a un oso de orejas puntiagudas no viviré para contarlo.

Ahora, hablando de lo cotidiano, trabajo en una lavandería y en una tienda de fotografías, y, aunque suene imposible en teoría, en estos dos lugares he estado viviendo el verano más original de mi vida.

La gente.  Aquí he conocido todo tipo de gente: buena, mala, exigente, loca, alegre y hasta  bipolar, y sé  que no está de más mencionar la gran diferencia cultural entre mis compañeros de trabajo y yo, pues proceden  de inmensa variedad de lugares: Jamaica, Puerto Rico, Serbia, Bulgaria, Hawai, Japón y Estados Unidos.

En este hermoso lugar  la gente es educada hasta la tambora y sus modales son de envidiar. Todo el tiempo me sonríen y parece que desean hacer feliz mi estadía de verano, en la cual  decidí envolverme para aprender de otras culturas, aprovechando el verano sin clases de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra.

Alaska es la escuela perfecta, es además la experiencia necesitada, pues no se imaginan que sorpresa la mía al darme cuenta de que cuando se está lejos de casa se procede con más delicadeza.

¡Y ni hablar de la comida! Descubrí que no moriré si no como habichuelas, locrios o sandía. ¡República Dominicana, por favor, devuélveme mis manías!

Yo pensaba que con prisa corría el reloj, pero aquí ha sido la exageración. Al ir de  viaje a los glaciares  comprendí que Alaska es exactamente “el lugar que nunca soñé”.

Les confieso que ha sido   la mejor experiencia de toda mi vida, los paisajes más hermosos que jamás imaginé están aquí, en los glaciares.          

Desde el cielo.  El tour  de una hora en helicóptero   nos lleva hasta este mágico lugar, donde se conjugan luz, sombras y nieves. 

Una de las bellezas del norte es la Bahía de los Glaciares, un parque nacional al sureste del territorio declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Es uno de los mejores lugares del mundo para presenciar la formación de icebergs.

No, es que no hay palabras para explicar estos paisajes. Lo mejor es decirles que una experiencia como esta hay que vivirla, como yo.

Zoom

Bahía de los Glaciares

El Parque Nacional y Reserva de la Bahía de los Glaciares una zona aislada de Alaska, apenas accesible por carretera, por lo que la mayoría de los visitantes llegan por barco o transporte aéreo.

Atractivo natural

El principal atractivo,  y que es además la parte más  emblemática del parque, son los milenarios glaciares, los mismos  que descienden de las montañas hasta la bahía y desembarcandose   en forma de témpanos.

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