Albergan liceo en enramadas en comunidad de Las Matas

Albergan liceo en enramadas en comunidad de Las Matas

POR MARIEN A. CAPITAN
LAS MATAS DE FARFAN, San Juan.-
La superación y el deseo de aprender que sienten los alumnos del “Liceo Los Jovillos”, pueden más que las adversidades manifestadas en butacas destrozadas y la deficiente docencia que reciben debajo de árboles de Nin o en débiles enramadas.

Ubicado en la sección de Los Jovillos, este es el único centro de educación media que hay en la zona, razón por la que algunos escolares tienen que caminar hasta dos horas para poder seguir recibiendo docencia.

Así lo aseguró el director del centro, Severo Amador Vargas, quien manifestó que los 111 alumnos que están matriculados en el liceo llegan desde once comunidades aledañas.

 Entre ellas, Los Copeyes, Carrera Bonita, Pan de Azúcar, Cañada Honda, Sabana Tuna, Los Saladillos, Corral Falso y Los Palos Amargos.

Al lamentar que su matrícula sea pequeña porque muchos jóvenes han emigrado en busca de trabajo y de mejores condiciones de vida, Amador manifestó que en el campo la situación está muy difícil: la estrechez económica y la falta de luz son el pan de cada día. 

Al volver sobre los asuntos pedagógicos, Amador explicó que el “plantel” funciona desde hace nueve años.

Posteriormente, apuntó que los estudiantes de segundo y tercer grados teóricos son los que toman clases bajo los árboles, mientras que a los de primero y cuarto les corresponden una enramada y una caseta de palos y cana.

Aunque ninguno de los alumnos se queja demasiado, todos la pasan mal cuando llueve: como les cuesta tanto llegar hasta allí, pues se resignan a recibir  clases aún bajo la lluvia.

 “Cuando llueve es difícil. Como tenemos que estar abajo (de la lluvia), las gotas de agua que caen les mojan los materiales a los estudiantes y hasta a los registros de nosotros. A pesar de eso, damos clases así. No podemos venir desde tan lejos a perder el tiempo”.

El que se puedan o no mojar los libros, es lo  menos. La integridad física también se pone a prueba: tanto los profesores como algunos estudiantes tienen que cruzar por caminos que se anegan completamente cuando llueve.

Por ello, muchas veces tienen que pagar los RD$15 que cobran los cargadores por el servicio de cruzarlos “secos” de un punto a otro.

 Sobre esos hombros, que les permiten llegar o salir mejor de las proximidades del liceo, dejan lo poco que tienen.  

En caso de que las aguas no suban mucho de nivel, entonces les tocará lidiar con el gran lodazal en el que se convertirán sus pisos de tierra.

Si el aguacero es muy fuerte, por otra parte, todos los alumnos deben reunirse bajo la pequeña caseta de cana.

Respecto al mobiliario, Amador indicó que se destruye más fácilmente porque tienen que entrar y sacar las butacas y pizarras todos los días.

Las guardan, detalló Amador, en la rancheta de tablas y techo de zinc que debería servir para cobijar dos aulas. A causa de lo pequeña rancheta y de lo bajito de sus techos, sin embargo, prefieren usarla de almacén: los muchachos, que son grandes, no caben allí.

Dentro o fuera de esta rancheta, los alumnos de este “liceo” son héroes anónimos que cada día tienen que librar una lucha muy personal: la de sobreponerse a sus tragedias personales para contar con ese título de bachiller que les servirá para abrirse camino en la vida.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas