El premio Nobel Albert Camus, magníficamente describe la mentalidad criminal propia de nuestros tiempos en su obra “El Extranjero”. Dedica un invaluable trabajo de sociología y filosofía social a “El hombre rebelde”, donde explica que toda la criminalidad humana se reduce a dos tipos: la emocional y la racional.
La primera es más de tipo primitivo, y viene de los instintos y las emociones; la segunda, la criminalidad racional, corresponde al crimen cuyos motivos u objetivos son de tipo lógico. Así, por ejemplo, el delito de un macho celoso, emocionalmente inmaduro, correspondería a la gama de delitos emocionales.
En cambio, lanzar una bomba en Hiroshima, o matar millones de judíos, es el resultado de cálculos muy elaborados y sofisticados, parte de una estrategia. Los familiarizados con el ajedrez y otros juegos de mesa que no dependen del azar, conocen perfectamente la serenidad del cálculo racional, “científico”, que acompaña el movimientos de peones y alfiles, cuales soldados de a pie y de caballería movilizados por sus comandantes, bajo estrategias y tácticas conocidas desde la antigüedad, como explica Sun Tzu en “El Arte de la Guerra”.
Modernamente ha aumentado asombrosamente la ciencia de derrotar al enemigo, o al competidor, en el frente bélico o en el mercado local o internacional. En ambos casos los perdedores mueren, son esclavizados o explotados por los vencedores. En el mercado laboral, por ejemplo, los perdedores se endeudan, o mueren de hambre en el anonimato y la marginación social; los pequeños productores suelen carecer de capacidad competitiva, suelen estar desactualizados tecnológica y mercadológicamente. Las clases medias se empobrecen mediante el proceso de pérdida de valor de la moneda corriente debido al creciente endeudamiento público: Un proceso en el que los ricos suelen hacerse más ricos; y los pobres, más pobres… o mueren de hambre y falta de salud.
La guerra económica es siempre ganada por los dueños del tablero y de los efectivos “militares o dólares”.
Es el crimen moderno, globalizado, planeado, autorizado; tan legal que apenas es perceptible, aunque casi no mueve a protesta o a auto defensa alguna. Es lo en gran parte explica que el 10% más rico de nuestros países captura el 70% de las riquezas. Los pobres callan mientras se someten al asistencialismo y el clientelismo que por años mantienen gobiernos corruptos que ven aumentar cada día las deudas sociales y la violación e incumplimiento de las leyes.
Los clase medias y aún gentes buenas de altos ingresos ni siquiera se dan cuenta de que las víctimas son nuestros compatriotas; personas que mayoritariamente comparten nuestra raza, tradición, cultura. Y la fe en Cristo, y los mismos valores de igualdad y fraternidad que el cristianismo le legó a la Revolución Francesa, a la Inglesa y a la bolchevique y, desde luego, a la gran democracia estadounidense; aunque muchos hoy pretendan descartarlos.
No percatándonos del inmenso sacrificio humano que ello implica, disimulado bajo una estrategia de dominación y opresión envuelta en los entresijos de la publicidad consumista e ideologías lógicamente estructuradas, racionalmente planeadas. Fríamente calculadas.