Albert Camus, el prominente escritor y pensador nacido en Mondovi, Argelia Francesa, confesó en los días en que se le concedió el Premio Nobel de Literatura en 1957, con apenas 44 años de edad, que su mayor conocimiento acerca de la moral y de las obligaciones de los hombres se lo debía al fútbol, deporte al que dedicó gran parte de su tiempo en su etapa juvenil y universitaria, por el que profesó gran devoción en el transcurso de su existencia.
La casi desconocida revelación aparece originalmente en un escrito publicado en Francia el 17 de diciembre del citado año bajo el título de “El Fútbol”, donde con su originalísimo estilo, describe sus experiencias en la más popular disciplina. De esta forma el célebre intelectual, también inscribe su nombre entre los autores que impulsaron el auge del tema deportivo en la literatura universal en el siglo XX.
Personalmente “descubrí” el texto reproducido en la revista Litoral dedicada a la poesía, arte y pensamiento en su edición correspondiente al 2009 que contó además con el auspicio del Consejo Superior de Deportes de España.
Camus nació el 7 de noviembre de 1913 en una familia de colonos franceses y murió a destiempo el 4 de enero de de 1960 en un accidente de automóvil. En sus primeros estudios fue alentado por el profesor Louis Germán para la lectura de los filósofos. En esa misma época se interesó en las actividades deportivas, especialmente en el fútbol, la natación y el boxeo.
Debutó como futbolista con el club deportivo Montpensier. Este era un equipo de poca monta, que él recuerda jugaba a menudo en los jardines de Manoeuvre, aparentemente por ninguna razón especial, cuyo césped tenía en su haber más porrazos que la canilla de un centro forward visitante del estadio de Alenda.
“Pronto aprendí-sostiene- que la pelota nunca viene hacia uno por donde uno espera que venga. Eso me ayudó mucho en la vida, sobre todo en las grandes ciudades donde la gente no suele siempre lo que se dice derecha.” Al cabo de un año de Porrazos con Montpensier lo hicieron sentirse avergonzado de sí mismo, espetándole: “Un universitario debe jugar con la Universidad de Argel, RUA.”
Tal paso lo describe de la manera siguiente: “Sí, lo jugué varios años en la universidad de Argel. Me parece que fue ayer. Pero cuando en 1940, volví a calzarme los zapatos me di cuenta de que no había sido ayer. Antes de terminar el primer tiempo, tenía la lengua como uno de esos perros con los que la gente cruza a las dos de la tarde en Tizi-Ouzou”.
Entre sus secretos develados afirmaba que quería tanto a su equipo, solo por la alegría de la victoria cuando estaba combinada con la fatiga que sigue al esfuerzo, sino también por el estúpido deseo de llorar en las noches de cada derrota.
Se le reconoce por su producción de obras clásicas como sus novelas El Extranjero y La Peste y sus creaciones teatrales El Mito de Sísifo y Calígula basadas en el concepto del absurdo. Su obra más controversial fue su ensayo El Hombre Rebelde, que pasó de su idea inicial del absurdo a una rebeldía moral y metafísica. Este texto representó una ruptura con el marxismo y el existencialismo.
Su planteamiento sobre la revuelta estaba amparado por los valores morales y el desarrollo de una responsabilidad moral siempre dirigida hacia la reducción de la violencia.
De ahí que retomemos textualmente sobre su todavía sorprendente afirmación en el texto citado en la entrega de hoy: “Porque después de muchos años en que el mundo me ha permitido varias experiencias, lo que más sé, a la larga, acerca de la moral y de las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol; lo que aprendí con el RUA, no puede morir. Preservemos esta gran y digna imagen de nuestra juventud.”