Alberto Abreu Morel 
Asesinado frente a hijos y esposa cuando buscaba asilo

Alberto Abreu Morel  <BR>Asesinado frente a hijos y esposa cuando buscaba asilo

Fue un homicidio brutal, quizá de los más salvajes de la dictadura de Trujillo. Un padre asesinado frente a sus cuatro hijos pequeños y a su esposa, heridos el trágico 7 de julio de 1960 cuando se asilaron en la embajada de Brasil tras años de vigilancia y persecución del régimen por su labor de oposición y denuncia en una organización secreta que logró penetrar el tenebroso Servicio de Inteligencia Militar.

Alberto Conrado Abreu Morel es tan desconocido como el funesto caso, aunque un instituto evangélico de Santo Domingo lleva su nombre, pues pertenecía a la Iglesia Metodista Libre.

“Iba detrás de mi hermano Héctor y vi que lo sacaban del recinto a punta de pistola sobre su sien. Al salir vi a mi hermano Alberto tirado en la calle con dos agujeros de bala en el estómago. Al pisar la acera miré hacia la derecha y ahí me impactó la horrible imagen de mi papá que nunca se borrará de mi mente. Le habían disparado en la cabeza y su rostro estaba deformado. Todavía respiraba por la boca llena de sangre pero no sabía si estaba consciente. Sabía que respiraba porque la sangre le hacía burbujas en la boca. Yacía en la sotana de religioso con los brazos abiertos… Todavía el crucifijo le colgaba en el pecho”.

Eva Abreu Piña contaba 11 años cuando ocurrieron los hechos, muy frescos en su recuerdo. Con su experiencia, el testimonio de los mayores y consultas en los periódicos extranjeros de la época ha construido ese pasaje atroz que ha marcado la vida de esta sufrida familia.

  Al atropello siguió el terror del hospital al que fueron conducidos los sobrevivientes, de la cárcel de La 40 donde no se sabe con qué intenciones llevaron a Eva y a su hermano Héctor, los únicos ilesos, y después el futuro en un país extraño, con un idioma distinto al nativo.

 Luz María Piña de Abreu, su madre, todavía tiene la cicatriz del balazo que recibió en la muñeca; Ricardo la del que le propinaron en la cabeza y Alberto las dos del tiro en el estómago. Héctor se volvió esquizofrénico y murió en forma trágica después de años de sufrimientos para él y los suyos. Alberto “sufre demencia”.

Con ellos se asiló Eugenio “Ligó” Cabral, amigo de Alberto Conrado. Herido, comenzó a tener convulsiones y cayó de la cama por el efecto de una inyección sospechosa. Otra inyección de emergencia, quizá un antídoto, le salvó la vida y alertó a la embajada de Brasil, que colgó banderas brasileñas en las puertas de las habitaciones.

“Mientras los heridos se recuperaban, la embajada y el Gobierno de Brasil estuvieron muy activos negociando y tramitando el salvoconducto para que pudiéramos salir del país”. El diplomático visitaba a los niños que después de La 40 y una larga detención en un destacamento policial fueron entregados a su abuela materna. En el hospital aconsejaba a Luz María no desesperarse porque estaba bajo su protección.

Eva agradece al embajador Jaime de Barros “por salvar a nuestra familia y sacarnos de República Dominicana sanos y salvos, así como al hospitalario pueblo brasileño que nos dio su calor y apoyo mientras vivimos exiliados”.

“Los decenarios”.  Alberto Conrado Abreu Morel nació el 17 de marzo de 1912 en San Francisco de Macorís y a partir de un año lo llevaron a Santiago, donde vivió hasta que se hizo adulto. Era hijo del general Elías Abreu y de Josefa Morel. Josefa enfermó de tuberculosis  y las hermanas Eva y Nellie Whiffen, esta última enfermera, le prestaban auxilio médico.

Un día en que el militar andaba en “alzada” revolucionaria por el monte las misioneras la encontraron muerta, rodeada de sus ocho niños, la mayor con Alberto de nueve meses en brazos. Eva y Nellie se llevaron a los pequeños a la Misión hasta que el padre regresó, excepto al menor, que estaba enfermo. Lo adoptaron y educaron.

“Los años de mi padre en esa Misión Libre Metodista probablemente fueron los más felices de su vida”, refiere Eva describiendo el ambiente en que creció su progenitor, que ya grande “fue cristiano a conciencia, en su práctica diaria y sus creencias”. Conoció a Luz María cuando esta pasaba cerca de la Iglesia Evangélica Dominicana de Santo Domingo, de la que él era miembro activo. Ella se convirtió, casaron y vivieron en Santiago donde él era profesor de matemáticas e inglés en el Instituto Libre Metodista. Había estudiado contabilidad y cuando se mudaron a Puerto Plata, donde nació Eva, trabajó en las oficinas de la Chocolatera Sánchez. También en el Central Romana y fue gerente de “Squib” en la Capital. A veces colocaba anuncios ofreciendo sus servicios como perito contador y traductor “y desafortunadamente varias veces lo llamaron de la Presidencia”, expresa Eva. También sirvió a Guido D’Alessandro y fue auditor del hotel “El Embajador”.

Se dice que empezó a tener problemas con el régimen cuando trabajaba para el Gobierno y reportó irregularidades. Comenzó a hacer resistencia clandestina. Colocaba afiches de denuncia en restaurantes, oficinas, parques.

 Héctor, de 14 años, era su ayudante.  Fundó la organización “Los decenarios” que constaba de células como protección por si alguno era arrestado. Al cabo de un tiempo, la dictadura lo tenía en la mira.

El asilo
 
Escogió la embajada de Brasil pensando que el régimen no se atrevería a violarla. Situada en la avenida Máximo Gómez, no era aislada. Preparó a sus hijos, incluida Eva, la menor, sobre el paso que darían. Junto a Cabral los recogió en una esquina acordada. Se detuvieron en un lugar dond

e los dos hombres y el mayor de los hijos se colocaron sotanas color crema y crucifijos sobre la ropa para aparentar ser sacerdotes que protegían a una viuda y su prole en busca de asilo.

Como a las 9:30 de la mañana llegaron. Cabral aceleró la marcha y viró rápidamente hasta penetrar. Al notarlo, un espía parado en la esquina corrió hacia ellos, sacó una pistola, disparó y gritó: “¡Alto!”. “Empecé a oír voces de hombres alrededor del carro. Alguien golpeaba los vidrios tratando de romperlos…”. Lograron abrir las puertas y ordenaron: “¡Salgan todos!”. Eva recuerda que vio a Cabral con un balazo en el estómago.

Los agentes les obligaron a salir de la embajada desde cuyas ventanas el personal observaba horrorizado.

Numerosos calieses empujaban a Luz María para que no se acercara al esposo moribundo. Un esbirro la haló con un bastón y la golpeó en la cintura forzándola a arrodillarse. Gracias a que los funcionarios brasileños salieron a reclamar, no los ultimaron. “Nos obligaron a arrodillarnos al lado de mamá”, narra Eva que, como sus hermanos, gritaba de espanto.

“Vi cómo recogieron el cuerpo de mi papá y lo tiraron como un saco en la parte trasera de un jeep militar”. Se asegura que llegó vivo al hospital, lo sentaron en una silla, amarrado, hasta que dejó de respirar.

El 4 de agosto de 1960, tras mucha resistencia de Trujillo,  lograron salir. “Gracias a nuestro caso la dictadura se vio después obligada a retirar a sus agentes de las cercanías de las embajadas”, afirma Eva. Luz María volvió a residir en la República Dominicanma y luego se fue a Nueva York. Algunos de sus hijos han viajado al país. Hoy viven en Estados Unidos.

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