ALBERTO BASS recrea los clásicos

ALBERTO BASS recrea los clásicos

Pocas veces se tiene el privilegio de admirar los cuadros originales después de ver su fiel interpretación por un artista de hoy. Esta suerte la tenemos en París, al menos para algunas de las obras que Alberto Bass (re)presenta en la Galería Nacional de Bellas Artes, con una exposición especial.
Nuestro máximo representante del realismo –en todas sus expresiones, hasta foto e hiperrealismo- , suma, como última muestra del año, copias de pinturas seculares cimeras, incluyendo también a tres modernas cuya factura se recuerda del clasicismo.
Las obras originales reposan en los Museos del Louvre, de Orsay y de otras magnas pinacotecas de Europa y Estados Unidos.
Alberto Bass agrega a estas telas, dibujos sobre papel de pequeño formato. Unos a color le identifican como quien mejor traduce y proyecta el ambiente de Nueva York, y otros son fehacientes de su extrema agilidad en el croquis de cuerpos femeninos y masculinos, en blanco y negro, a lápiz o a tinta.
¡Brota aquí el trabajo compulsivo de un artista, ¡que “no puede” dejar de dibujar y pintar, varias horas al día!
El valor de las copias. Acabamos de leer en el “Journal des Arts” (Diario de las Artes) que, en Singapur, una exposición preciosa de grandes impresionistas, cedidos temporalmente por el Museo de Orsay, pretendía, en un recorrido histórico, “familiarizar al público local con un arte que él no tiene la ocasión de ver”.
Nosotros en Santo Domingo, carecemos de medios para traer y disfrutar préstamos semejantes, y las copias son las que mejor permiten a los estudiantes apreciar, en tamaño casi natural, la academia y el estilo de genios europeos. Lo habíamos comprobado, con copias magistrales hechas por José Rincón Mora –las que por cierto adquirió el Museo de Arte Moderno-.
Es evidente que, sin llegar a los sistemáticos procedimientos y talleres chinos –¡son miles!- que mantienen verdaderas empresas “profesionales” hasta por encargo, la copia de obras maestras posee un valor educativo, siendo parte de una enseñanza, a la vez formal e informal, para el alumnado de arte. Dos exigencias condicionan su aprovechamiento: la réplica será de alta calidad, y la misma provocará una reflexión tanto sobre la pintura original y su autoría, como sobre la imagen que produce el autor en segundo grado…
La copia en Alberto Bass. Alberto Bass nos ofrece esa oportunidad, con la reproducción personal de 17 cuadros, casi todos ilustrando momentos cumbres de la historia del arte, en los siglos XVII, XIX y XX. Bodegón, paisaje, retrato comparten los espacios con la alegoría y lo histórico, el tema religioso y la vida cotidiana.
Con su ojo agudo y su dominio técnico, desde un dibujo preciso y perfeccionista hasta una paleta discrecional en gamas y tonalidades, él asegura la calidad requerida en una copia. Luego, también provoca la reflexión: en primer lugar, él selecciona las obras según su sensibilidad- estética y a menudo histórico-social –hacia ellas, y, pese a una reproducción concienzuda, él les comunica una huella propia.
No hay fusión ni confusión entre el modelo y la versión “bassista” . En cierto sentido, encontramos igual identificación… que en los artefactos industriales, motivando su conocido foto-realismo. Mucho más allá de un ejercicio académico, hay una convicción y un aporte personales.
Si bien es cierto que cada contemplador reacciona subjetivamente, hay pintores y pinturas que motivaron especialmente a Alberto Bass. Pensamos en “La Libertad guiando al Pueblo” de Eugène Delacroix con sus héroes y símbolos revolucionarios, en los trabajadores de “Raspadores de Pisos” de Gustave Caillebotte. o la joven meditativa del “Bar de las Folies-Bergère” de Edouard Manet, particularmente expresivos desde sus personajes y el contexto social –en que, igualmente se destaca la “Mujer friendo huevos” de Diego Velázquez-. Las pinceladas, su energía, su aplomo, reflejan una afinidad bien conocida en nuestro artista.
Obviamente, los Cristos de Salvador Dalí impresionaron a Alberto Bass, planteándole retos de perspectiva, satisfaciendo su amor por el dibujo y sus exigencias.
Así mismo, el singular bodegón de René Magritte con su minucioso control de las líneas y un surrealismo lúdico.
A pesar de un permanente esmero y escrúpulo pictórico, los tres interiores de Vermeer seducen menos, siendo inimitable el tratamiento de la figura humana por el pintor holandés, tan suave, difuminada y acariciante como rigurosa al mismo tiempo.
Cabe señalar que Alberto Bass, para llegar a la culminación y al acabado de sus copias, sigue un proceso estricto, empezando por un esbozo a líneas, aplicando zonas de color, poniendo un cuidado especial a los detalles. Junto a cada obra, una notase refiere a la pintura original y su autor.
Los Dibujos. Nueva York es la segunda ciudad de Alberto Bass, habiendo sido la primera… Las pequeñas vistas interpretan la urbe newyorkina como la percibe quien la quiere de verdad. Un cromatismo luminoso hace resaltar un mundo dinámico y diverso, donde calles, carros, edificios juegan un papel protagónico, donde se siente la animación, donde late la vida. El artista expresa una emoción espontánea y nos sitúa lejos de la frialdad imputada al realismo extremo. Interesante sería mirar estos escenarios en mayores formatos.
En decenas de bocetos, bien expuestos aquí en paredes rojas, Bass manifiesta su maestría del desnudo, la práctica adquirida a partir de modelos naturales, el entusiasmo… casi la rabia de dibujar. Gestos, poses, proporciones, enfoques varían, pero la soltura anatómica siempre se impone. “Alberto Bass recrea los clásicos”, así se llama la exposición.
Si este título se adecua a la parte esencial y al conjunto pictórico, las demás obras sugieren que Alberto Bass se recrea… a sí mismo, en un segundo sentido de “divertimento” y placer de revelar públicamente la ínfima parte de una producción , incontable e inagotable.

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