Durante la Revolución de Abril de 1965 Alberto Malagón fue un ejemplo como combatiente y como valiente periodista que a pesar de su edad buscaba la noticia en medio de fuegos cruzados, ametrallamientos, bombardeos y otros ataques entre los bandos enfrentados.
Recorría la ciudad en una “móvil” de las que prepararon “Martín el español” y Hamlet Hermann, armado de fusil o de una carabina Cristóbal y de sus inseparables lapicero y libreta de notas en la que recogió las incidencias de la Guerra Patria. En las fotos de esos agitados días se le observa entrevistando a figuras relevantes de la contienda como Francisco Alberto Caamaño, Manuel Ramón Montes Arache, Héctor Aristy, Antonio Guzmán, Héctor García Godoy o asistiendo a ruedas de prensa y firmas de acuerdos convocados por representantes internacionales o por los rebeldes locales. También cubrió funerales y manifestaciones de constitucionalistas.
Casi siempre luciendo una boina negra, el reconocido escritor, fotógrafo, crítico literario, filólogo, abogado, políglota y sobresaliente ajedrecista, no estuvo nunca inactivo, a pesar de sus años. Se constituyó en orientador y moderador de jóvenes revolucionarios y se les unió haciendo postas o intentando detener el avance de las tropas norteamericanas.
Por tan destacada actuación en la refriega, Héctor Antonio Llano Soriano (Tolingo), quien hace esas ponderaciones del insigne comunicador, y era el conductor del vehículo en que se movilizaba, considera que los historiadores y autores de libros sobre el acontecimiento han sido injustos con Alberto Malagón para quien solicita la designación con su nombre de una calle o avenida.
“Fue un hombre de acción, de valor, cumplía con nosotros las misiones asignadas siendo una persona de edad, al igual que Mario Sánchez Córdova”, declara el ex soldado del 14 de Junio que entonces contaba 24 años.
Refiere que Malagón estuvo con ellos en La Ceiba de Colón enfrentando a los yanquis; frente al Palacio Nacional cuando lo ocuparon fuerzas militares nacionales y extranjeras; en la calle 30 de Marzo el día que se produjo el asalto; en la Bolívar casi esquina Julio Verne, área “ocupada por los brasileños”, entre otros lugares.
“Estuvo como un contendiente más al lado del pueblo, defendiendo la soberanía, además, fue nuestro maestro, en ese entonces éramos muy acelerados y él nos controlaba y nos aconsejaba. Él y Sánchez Córdova fueron compañeros y asesores”, significa.
Entiende que debe investigarse la participación del periodismo dominicano en esa gesta y recuerda que debió trasladarse a las instalaciones de la revista ¡Ahora! a identificar y procurar el cadáver de Juan Emilio Arias Contreras, esposo de su hermana, que trabajaba como contable, “asesinado por el CEFA cuando los norteamericanos dieron la orden de Operación Limpieza. También mataron a Diógenes Ortiz”.
Sobre ese hecho, comenta, “hay poca referencia, hay que estudiarlo, esos periodistas y trabajadores no cerraron, siguieron cumpliendo con su deber a pesar de estar en guerra”.
Confiesa admiración por el arrojo de Malagón. “Estuvo en todos los sitios que mandaba el comando general del 1J4, que dirigía Juan Miguel Román, y después que este cayó en el asalto al Palacio, quedaron a cargo Baby Mejía, Fidelio Despradel, Homero Hernández, Fafa Taveras, Pichi Mella…”.
El eminente intelectual, añade, fue quien les dio la alarma cuando embistieron desde Molinos Dominicanos. Él estaba de guardia y los muchachos descansaban. “Le hacía frente al enemigo en término militar, era impresionante su coraje, fue un modelo de dignidad, de capacidad, y lo más admirable era verlo entregado, a sus años”
Relata que hubo veces en que fue Malagón quien se hizo cargo de la toma de decisiones, “aunque yo era quien manejaba. Fue nuestro guía”.
“Aquí la historia debe darle su puesto a ese gran profesional que se convirtió en luchador y fue inspiración para los jóvenes de la Guerra”, expresa y aclara que fue apolítico. “Lo unió a Sánchez Córdova la intelectualidad”. Mario pertenecía al Partido Socialista Popular.
Otros periodistas que ejercieron en la Revolución “fueron Luis González Fabra, Cholo Domínguez, Pepe Céspedes, Juan José Ayuso, Ramón Alberto Ferreras (Chino), entre los que recuerdo”.
Llano fue articulista del periódico Libertad, del MPD, que distribuía clandestinamente junto a Julio Sánchez, antes de la conflagración. Publicaba “La juventud socialista”. Lo dirigía René Sánchez Córdova, “que fue uno de mis maestros junto a Cayetano Rodríguez del Prado, Fausto Martínez, Roberto Saladín, los hermanos Estévez, Milcíades Núñez”. Esta experiencia le sirvió para que en 1968 lo nombraran corrector de estilo y de pruebas de El Caribe.
En 1964, “por contradicciones con José Ramírez Conde”, Llano Soriano pasó a las filas del 14 de Junio. Nació el dos de diciembre de 1940 en Ciudad Nueva, y se graduó bachiller en la Escuela de Peritos Contadores Víctor Estrella Liz, quien fue su profesor y a quien acompañaba el día de su muerte. Estudió ingeniería química en la UASD y se recibió abogado en la Universidad de la Tercera Edad. Fue además antitrujillista.
Más sobre Malagón. Nació en Moca el nueve de agosto de 1915. Se graduó Doctor en Derecho de la Universidad de Santo Domingo en 1950. Formó parte de la redacción de los periódicos 1J4 y Patria, durante la Revolución. Después trabajó en ¡Ahora!
Ingresó a la UASD en 1966 como profesor de Español Superior en el departamento de Letras, pero es más recordado y reconocido como maestro de la Escuela de Comunicación Social. Publicó: Escribir es fácil; La prensa en República Dominicana: ideología, información y noticias; Periodismo, literatura y revolución; Noticia e ideología; Manual del castellano; La lingüística, una ciencia; Estilo literario, estilo periodístico…
Estuvo casado con Margarita Tavares, madre de su hija Carmen Rita. Murió el 26 de junio de 1990.
Sobre él escribió el Listín Diario: “Siempre izquierdoso, muchas veces polemista, casi siempre cultivador del chiste, Alberto Malagón fue una fértil influencia espiritual en todos los que fueron sus compañeros o amigos”.
Héctor Llano conoció a Malagón en el club de ajedrez “que quedaba en el antiguo parque Ramfis. Yo era un adolescente”. En la Guerra, dice, “me tocó la suerte de andar con él. Aprendimos a detener nuestros ímpetus cuando fue necesario porque entendía que nos podían inducir a errores. Pero también fue nuestro aliado cuando tuvimos que luchar”.
“Merece ser rescatado del olvido designando una calle en su honor. En la Guerra jamás abandonó su fusil ni su libreta. Eran sus armas de combate”.