Alcohol y sus consecuencias

Alcohol y sus consecuencias

Los proverbios de Salomón son mi fuente predilecta cuando ansío meditar en los bancos de descanso que tiene la bella ruta de la vida. Allí logro extasiar el pensamiento con la sabiduría de su contenido.

Oigo al antiguo rey de reyes con su advertencia lapidaria: “No te cuentes entre los que se emborrachan con vino ni con los que se llenan de carne, porque el bebedor y el glotón se empobrecen y la flojera se vestirá de harapos… No mires el vino: ¡Qué rojo! ¡Cómo brilla en la copa! ¡Qué suavemente pasa! Acaba por morder como una serpiente y picar como víbora”. Una mañanita veraniega el baúl de mi memoria se abrió repentinamente y trajo el recuerdo de estas líneas, mientras conducía desplazándome de este a oeste por la autopista Las Américas. Venía del aeropuerto hacia la ciudad. Una graciosa jovencita, botella en mano, vistiendo el más corto de los pantalones que pudiésemos imaginar, combinado con una blusita de mínima tela, cruzaba de norte a sur la autopista en su intercepción con la avenida Venezuela del Ensanche Ozama. Aquello era un espectáculo tenebroso; todos los conductores haciendo rechinar los frenos de sus coches que se movían a una alta velocidad, tratando de salvar la vida de aquella adolescente poseedora de una atlética figura. No lucía sorprendida, más bien daba la sensación de hallarse en un teatro al aire libre, disfrutando cuando interpretaba una tenebrosa y potencialmente fatal danza macabra, para deleite de un improvisado público. Angustiado, y de modo instintivo, puse el pie en el pedal del freno, al tiempo que lo liberaba de su función aceleradora. No pude impedir el inicio de la involuntaria tarea de testigo forense. Sería la primera vez que presenciaba un atropello a transeúnte en medio de una vía de tránsito rápido, estadísticamente de letales consecuencias.

Adelantaba la llegada de la ambulancia del 9-1-1 para transportar el cuerpo de la joven a la emergencia del Hospital Traumatológico Dr. Darío Contreras. Tras inútiles esfuerzos, su cadáver sería depositado en la morgue de dicho centro. Posteriormente a la fallecida la trasladarían al Instituto Nacional de Patología Forense para fines de autopsia. En este último lugar sería recibida con sus manos vacías, en condición de desconocida, quien presentaba múltiples lesiones traumáticas de tipo accidente vehicular. Tratándose de una necropsia médico-legal se llevarían a cabo estudios toxicológicos, los cuales probablemente arrojarían altos niveles de etanol en sangre, y sabe Dios qué otras cosas encontrarían en los demás líquidos corporales y la orina.

Para felicidad y tranquilidad de mi conciencia, ese día no llegó a Patología Forense caso alguno que hiciera pensar en un final trágico de la aspirante a actriz teatral de la autopista. Sin embargo, en el país se cuentan por centenares, mientras que a nivel mundial son millones las víctimas mortales hijas del alcohol y los accidentes vehiculares. Para consuelo de tontos, modernamente las bebidas alcohólicas no están huérfanas, ni andan solas; ahora la juventud las hace acompañar de estimulantes, estupefacientes y drogas psicotrópicas, lo que agrava el clima de inseguridad vial.

La problemática del transporte es compleja y difícil, pero no desesperante, como diría un querido amigo ya desaparecido. Aún estamos a tiempo para sacar el etanol y las nuevas drogas de la vía pública para beneficio de conductores, pasajeros y transeúntes.

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