Alea jacta est,TC

Alea jacta est,TC

Alea, jacta est! es la frase pronunciada por Julio César al decidir desobedecer al Senado romano y cruzar el río Rubicón, límite de la provincia Galia Cisalpina concedida por el Senado, para conquistar la Galia (hoy Francia) y perseguir y derrotar a Pompeyo, atribuida por Suetonio, compilador de la gran obra Vida de los Doce Césares.

¡Alea jaci est!, es más apropiada pronunciada por el emperador y generalísimo de los ejércitos romanos, conforme a él mismo, y que traduce ¡echad!, y es un símil de la gallarda, inapelable y jurídica decisión del Tribunal Constitucional al pronunciarse con la sentencia 168-13 que inicia la organización de la migración en nuestro país.

Sentencia que ha debido concitar la unión de todos los dominicanos y el beneplácito de todos los problemáticos y dificultosos vecinos haitianos, porque los obligará a iniciar un registro de sus nacionales y delinear así los parámetros razonables para organizar certámenes electorales, no farsas electoreras, causa primigenia de su desorden institucional y su condición de comunidad fallida y mendicante global.

Ley que ha debido merecer, y aún es tiempo, el reconocimiento no solo de las partes involucrada, sino de todos los restantes 191 naciones y países (los dos de la antigua Española son lo segundo, no lo primero) que conforman esa ficción de organización infuncional que se llama Naciones Unidas, que con el veto no funciona y sin el veto solo favorece a los cinco magnates del Consejo de Seguridad, una aberración tan astral como contrariar el primer intento de regularizar la inmigración en RD.

En lo sucesivo, Haití iniciará el censo de sus nacionales dentro y fuera de su país bien ganado con la batalla de Verterres y consolidar la armonía entre los dos vecinos.

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