Alegatos de invasión pacífica
que exacerban patriotismo

<P>Alegatos de invasión pacífica<BR>que exacerban patriotismo</P>

JEAN GHASMANN BISSAINTHE
En un artículo anterior, pusimos de relieve las causas que contribuyeron a la masacre de 1937. Ahora bien, es importante que expliquemos en detalles a nuestros lectores ciertos acontecimientos  que se produjeron en los territorios haitiano y dominicano antes de los trágicos sucesos de 1937.

Nuestros historiadores han sustentado por largos tiempos que los pueblos del Cibao se quedaron vacíos frente a a la inminente invasion militar de los haitianos bajo el mando del general Louis Pierrot en 1844. Así, el general José Maria Imbert, decidió quedarse con un grupito de militares en la región Norte para enfrentar las fuerzas haitianas. Obviamente, esas historias contadas miles de veces han creado un sentido de orgullo patriótico en los dominicanos, lo cual puede ser observado anualmente en las celebraciones comemorativas del 30 de marzo.

Las  condiciones sociales creadas alrededor de la penetración haitiana en los años 1920 y 1930, los falsos discursos de una supuesta invasión pacífica para ennegrecer o haitianizar el pueblo dominicano ayudaban a exacerbar las pasiones en 1937. Sin embargo, el escritor norteamericano Hazard Samuel quien visitó la isla en 1872 y quien publicó una obra titulada «Santo Domingo y Haití » habla de que los militares de ambas partes de la isla clamaban victoria a finales de marzo de 1844.

Él asegura en su libro que fue informado por un general haitiano sobre el miedo de sus compatriotas de los machetes dominicanos. Según el autor, las informaciones recogidas de los testigos revelan que la batalla no se produjo de la forma contada, o mejor dicho que no se trataba de un enfrentamiento bélico de gran envergadura. Pues es posible que haya una exageración en las declaraciones de José Maria Imbert y en su carta dirigida a Tomás Bobadilla y Briones en la Junta Gobernativa, señalando que el enemigo había perdido más de 700 soldados, que los campos dominicanos del Cibao se quedaron manchados con sangre enemiga por doquier y que ningún soldado dominicano había resultado herido o muerto.

Tal vez, ese miedo del machete dominicano expresado por Hazard habría provocado una especie de histeria colectiva entre los soldados haitianos que preferían huir antes de pelear. No es entendible que el general Louis Pierrot quien había ofrecido su colaboración a las autoridades dominicanas en 1844 para seguir con su aspiración presidencial en Haití iba a ponerse a pelear.

Durante los siglos XIX y XX, los problemas de color y de clase han dominado el panorama político de Haití. La lucha se hizo sentir durante el gobierno de Soulouque quien había puesto en práctica la fórmula de la aritmética social, entregando a los mulatos ciertas posiciones claves en su gobierno. La tensión se agudizó entre el partido liberal dirigido por el hijo de Jean Pierre Boyer, el diputado Boyer Bazelais y el partido nacional representado por el poeta negro Demesvar Delorme.

La llegada de Sylvain Salnave en el poder con el apoyo de las masas negras y su determinación de mejorar sus condiciones enfureció a los comerciantes de Puerto Príncipe en 1866. Durante ese mismo año, la clase oligarca se dividió y una parte de ella tomó refugio en el territorio dominicano para protegerse de las masas que defendieron el gobierno de Salnave.

Fue en 1866 que el general Justin Alexis Turenne Carrié y otros militares de alto rango se trasladaron en el Este para ser acogidos por la oligarquía militar haitiana que se había quedado en San Cristobal después de la caída de Boyer y para recibir protección de parte del general José María Cabral, enemigo de Salnave por su estrecha relación con Báez. Fue bajo esa circunstancia que el intelectual Turenne Carrié se unió con Elionore Chevalier para procrear su hija Ercine Chevalier, la abuela de Trujillo. Pues, el Generalísimo desciende de una familia noble por el lado materno y era consciente de la historia de sus antepasados. Él tenía una idea clara sobre el carácter pacífico y rebelde de las masas haitianas.

En otras palabras, los problemas raciales y étnicos en Haití no eran fenómenos ajenos a él puesto que su bisabuelo quien fue secretario de Estado del gobierno de Nissage Saget en 1874 y su pariente el general Victorin Chevalier habían vivido en carne propia la ira de las masas populares de Haití. No hay que hablar de las intrigas de los mulatos de aquellos tiempos, de la participación del general Jean Chevalier, fundador de la República de Haití y tatarabuelo de Trujillo en la desaparición de Dessalines.

No fue una coincidencia que el señor Evremont Carrié fuera nombrado secretario de Asuntos Exteriores del gobierno de Sténio Vincent para luego mediar en la crisis de 1937. Tampoco lo fue el nombramiento del Embajador Louis Félicité Andrés F. Chevalier por Elie Lescot antes el gobierno de Trujillo en 1941 ¿Acaso el genocidio de 1937 se había convertido en un asunto de venganza de unas familias binacionales? Las causas de la masacre descansan en parte tras esos lazos familiares que involucraban a Jean Chrisostome Imbert, José María Imbert Mesnier, Tomás Bobadilla y Briones y su esposa Marie Virgine Mesnier D’olbreuse, Buenaventura Mendez Báez, el secretario de Estado Alexis Turenne Carrié, el presidente Ulises Heureaux,  el canciller  Segundo Gustavo Imbert Mesnier o Desnier, los presidentes Alfred Deetjen, Ulises Heureaux, Ulises F. Espaillat y Rafael Leonidas Trujillo, el general Gregorio Duperron, el consul Carlos Pierret Nouel, el canciller de Haití Evremont Carrié, entre otros.

En síntesis

En busca de las raíces

Parecería que culpar a Trujilo en términos absolutos conducee a graves omisiones sobre las diferentes motivaciones que al margen del dictador incidían en las relaciones de ambos pueblos. Algunas de las posibles causas de la masacre estaban en el propio Haití y en la sangre derramada en las guerras anteriores.

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