Alejandro Magno no era afeminado

Alejandro Magno no era afeminado

Rafael Acevedo

La homosexualidad de Alejandro ha sido respetada por la historia; en el entendimiento de que era una conducta de la época, y acaso una forma de manejar la sexualidad en medio de largas y peligrosas campañas militares en geografías inhóspitas.

Se afirma que entre los marineros ha abundado la homosexualidad y que también en cada puerto mujeres compasivas los esperan.

Aunque en nuestros países las juntas de varones para el dominó, la cerveza, la política y el deporte, suele ausentar a los varones de sus hogares durante largas horas, el afeminamiento es un fenómeno muy distinto. Y merece una conceptualización y un tratamiento aparte, ya que tiene mucho que ver con el abandono del rol masculino tradicional, y el renunciamiento a las demandas del mundo circundante, especialmente, las expectativas que la sociedad y los propios contrayentes suelen tener sobre el matrimonio, el hogar y la paternidad.

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En general, podríamos decir que estamos presenciando y copiando el progresivo afeminamiento de millones de europeos y estadounidenses, acomodados a la cultura política de la delegación y representación, manos de dirigentes, incluso étnicamente extranjeros, que a su vez suelen ser controlados por poderes establecidos; los cuales imponen directrices económicas, políticas y culturales; acomodándose a estilos de vida alejados de tensiones y conflictos sociales, procurando el disfrute de la plena seguridad social, y del uso y consumo de todo tipo de bienes y comodidades. Disfrutando, además, de un orden culto y civilizado, con ausencia de dramas y conflictos, y de los cuadros deprimentes que solo se observan en nuestro tercer mundo.

A menudo habiendo abandonado las exigencias de todo proyecto nacional, social o espiritual comprometedor.

Este drama occidental actual se asocia, además de al ateísmo práctico, al comodín del agnosticismo, y a las nuevas corrientes zen-budistas, que incluyen formas espirituales cercanas al panteísmo hindú, la metempsicosis o transmigración de las almas. Que miran hacia la pobreza, el tercermundismo, y a las castas y grupos sociales inferiores como portadores de una maldición o karma que los descalifica como prójimos. Sin sentimiento de responsabilidad ni culpa. En la India, para las castas superiores, (“debido al perpetuo fluir del universo”, como hubiese dicho Heráclito), esos parias, al morir, podrán reencarnar en clases sociales o especies animales más evolucionadas.

Cuentan que hasta a Platón le consolaba que el perrito que lo acompañaba fuera la reencarnación de un amigo fallecido.

Como se puede ver, el panteísmo, el agnosticismo y otras de esas nociones son cognitiva y moralmente contrarias al humanismo, y más aún al cristianismo.

Este último, preferido por muchos porque, entre otras cosas, pareciera una oferta de vuelo directo sin escala al cielo, sin transmigrar a través de culebras, gatos o perros. El problema sería que este vuelo hay que pagarlo por adelantado y en “eurodólares”, que hay que ganarlos con voluntad y esfuerzo, aceptando que cada ser humano a nuestro alrededor, y toda la naturaleza que nos rodea son obra y propiedad del Creador. Y esto implica esfuerzos y compromisos constantes, laboriosos y difíciles. Especialmente para los “cógelofácil” y “takeiteasiers”.