Alemanes tienen una falla en calidad

Alemanes tienen una falla en calidad

FRANCFORT, Alemania – La Unión Europea desató una borrasca en Alemania a principios de este año cuando lanzó la idea de que los bienes producidos en cualquier otra parte dentro de sus fronteras debería decir «Hecho en la UE» en vez de en un país específico.

Para los alemanes, la sugerencia de que consignen a la historia la etiqueta «Hecho en Alemania», como hicieron con el marco alemán, el Muro de Berlín y el sedán de Volkswagen, fue una provocación de primer orden, una afrenta al pilar de la identidad alemana de posguerra. La gente en todo el mundo compra productos alemanes precisamente porque están «Hechos en Alemania», protestaron los críticos. La etiqueta es sinónimo de calidad, habilidad y buena ingeniería. Es un ícono, no menos potente que la estrella de tres puntas sobre el cofre de un Mercedes-Benz.

El orgullo originado en esa etiqueta ha sido particularmente importante para los alemanes mayores, dice Claude Leggewie, científico político de la Universidad de Giessen, porque la reputación de calidad se volvió una parte central de la identidad nacional colectiva después de la Segunda Guerra Mundial.

«Ya no podíamos ser excelentes en términos de política, fuerzas armadas o cultura», dijo Leggewie. «Pero podíamos ser excelentes en esta forma. Nuestras ventajas eran Volkswagen y el marco alemán».

Pero )siguen siendo excelentes? Como señalan otros aquí, «Hecho en Alemania, como la estrella de Mercedes, ha perdido brillo en los últimos años. Hay una creencia insistente entre los alemanes de que la calidad de una amplia gama de productos ha disminuido. Ya sean autos o trenes o un sistema de cobro para las autopistas, los productos alemanes son más propensos a descomponerse.

«Alemania está cayendo en desgracia», señaló la revista Der Spiegel, en un artículo típicamente de autoflagelación sobre los problemas técnicos que han plagado a un nuevo sistema de cobro en autopistas diseñado por dos importantes compañías alemanas, Deutsche Telekom y DaimlerChrysler.

Si se rasca la superficie, se encuentra que la mayoría de los alemanes cree que su habilidad sigue siendo mejor que en la mayoría de los países. Pero el estancamiento económico de los últimos tres años, combinado con las fallas bien divulgadas de las exportaciones anteriormente admiradas de Alemania, ha hecho mella en su confianza.

«Los estándares alemanes están disminuyendo, es un hecho objetivo», dijo Leggewie. Ya no estamos en posición de ser costosos pero muy buenos».

Algunos expertos atribuyen el problema a las presiones de competir en una economía global. Otros ven una razón más profunda. Señalan la erosión de la tradición de la diligencia y el orgullo en el trabajo que levantó a Alemania desde las ruinas de la guerra y la convirtió en el motor económico de Europa.

«Alemania ya no es una sociedad tuechtig», dijo Mark Woessner, usando una palabra alemana que se traduce como capaz, competente o trabajadora. «Los alemanes descubrieron que la vida es más que trabajo».

Woessner, el director ejecutivo retirado del conglomerado de medios Bertelsmann, pasó su carrera en una compañía que ejemplifica la ética laboral protestante (empezó como editor de himnarios luteranos). Pertenece al consejo de DaimlerChrysler, que produce el anteriormente intocable Mercedes.

Como muchos alemanes, considera no sólo un punto de orgullo, sino un imperativo, que Mercedes ocupe el primer sitio en las clasificaciones de calidad. Se sintió desalentado cuando el fabricante de autos se tambaleó el año pasad en un sondeo de J.D. Power sobre la confiabilidad de un vehículo, no sólo terminando detrás de autos de lujo japoneses como el Lexus y el Infiniti, sino también detrás de marcas estadounidenses para el mercado masivo de su compañía matriz, Chrysler y Dodge.

Mercedes recuperó parte del terreno en un sondeo más reciente. Pero otros dos fabricantes de autos, Porsche y Volkswagen, terminaron en los lugares 35 y 36 de 37 marcas calificadas. Sólo el Hummer, el gigante consumidor de gasolina favorecido por el gobernador de California, se desempeó peor.

En defensa de la calidad alemana, algunos dicen que el problema no es una mala mano de obra, sino la inclinación alemana por la sobreingeniería. Un nuevo Mercedes o BMW está provisto de suficientes aparatos para habilitar a un módulo lunar Apollo. Tanta tecnología seguramente tendrá fallas.

El sistema de cobro, que tenía que haber sido bastante simple es más bien una red futurista de satélites de posicionamiento global y transmisores inalámbricos. Después de dos años, los mejores ingenieros de Alemania aún no le han hecho funcionar correctamente.

El nuevo tren de levitación magnética de Alemania en Shanghai, China, puede recorrer más de 400 kilómetros por hora. Pero sus vías se están hundiendo lentamente en terreno esponjoso. Porsche dice que sus males se originan en su nuevo vehículo utilitario deportivo, el Cayenne, no en su auto deportivo 911, que sigue clasificándose alto. Eso plantea otro asunto, que va a la naturaleza de una economía global.

Partes del Cayenne son construidas en una fábrica de Volkswagen en Bratislava, Eslovaquia, y enviadas a la planta de Porsche en Leipzig para su ensamblaje final. Porsche no culpa a los trabajadores eslovacos de sus problemas. Pero el hecho sigue siendo que el Cayenne es sólo en parte «Hecho en Alemania».

«La globalización hace menos importante el debate sobre la calidad», dijo Leggewie. «Cuando se crean compañías transnacionales como DaimlerChrysler, la idea de «Hecho en Alemania» importa menos».

Para los alemanes, sin embargo, una cura para la mayor angustia podría estar surgiendo ya. Esta es, después de todo, una época en que su país está encontrando una nueva voz política, tras haber enviado soldados a Afganistán y luego enfrentándose a Estados Unidos con una negativa a ir a Irak. Para bien o para mal, podría estar empezando un nuevo día en que los alemanes, una vez más, sean juzgados por más que cuán cómodamente cierran las puertas de un Mercedes.

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