Alemania estaba el miércoles al borde de llegar a los 100.000 muertos por coronavirus, un hito sombrío que varios de sus vecinos superaron hace meses pero que la nación más poblada de Europa occidental esperaba evitar.
Se esperaba que la disciplina, un sistema de salud pública eficiente y la producción de varias vacunas contra el COVID-19 —una de ellas de fabricación local— mantuvieran a raya un pico invernal como el que azotó al país el año pasado.
En la práctica, los alemanes se encontraron con una colección de normas confusas, mitigación de la cuarentena y una elección nacional seguida de una transición prolongada durante la cual varios aspirantes al poder ofrecían la perspectiva de levantar aún más las restricciones mientras aumentaban las cifras de contagio.
“Nadie tuvo el valor de colocarse al frente y anunciar medidas impopulares”, dijo Uwe Janssens, director del departamento de cuidados intensivos en el hospital St. Antonius en Eschweiler, al oeste de Colonia.
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“Esta falta de liderazgo es la causa de que nos encontremos en esta situación”, dijo. Janssens y otros médicos se preparan para una afluencia de enfermos de coronavirus a medida que las cifras de casos confirmados aumentan día a día, alimentadas, según los expertos, por los que se niegan a vacunarse.
La resistencia a la vacuna, aunque sea la fabricada por la empresa alemana BioNTech en sociedad con la estadounidense Pfizer, sigue siendo fuerte entre una importante minoría de la población. La tasa de vacunación se mantiene estancada en 68%, lejos del 75% como mínimo al que apuntaba el gobierno.
“Tenemos cada vez más jóvenes en cuidados intensivos”, dijo Janssens. “El tiempo de tratamiento es significativamente más largo y mantiene ocupadas las camas de cuidados intensivos más tiempo”.
Además, las personas mayores que se vacunaron a principios de 2021 ven disiparse su inmunidad, lo cual los vuelve vulnerables nuevamente a la enfermedad grave, dijo.
Tal como sucedió durante la campaña de vacunación inicial, las autoridades tienen problemas para satisfacer la demanda de dosis de refuerzo y al mismo tiempo convencer a los escépticos de que reciban su primera inyección.