Alerta

Alerta

Una parte del país ha sido castigada severamente por torrenciales aguaceros que han provocado desbordamientos de ríos, inundaciones, daños a la agricultura y a infraestructura vial y, como era de suponer, han puesto en riesgo la seguridad de cientos de familias.

Aunque anoche había señales de que las condiciones del tiempo mejorarían, los efectos de las inundaciones tornan en inquietante la situación que predomina fundamentalmente en poblaciones del Norte del país.

Se sabe que el Gobierno ha autorizado la distribución de ayuda entre las familias damnificadas, cuyas viviendas y plantaciones agrícolas, así como crianzas, han resultado seriamente dañadas. Los organismos de socorro, por su parte, han estado actuando oportunamente para tratar de evitar pérdidas de vidas.

Además de estas tareas de auxilio, hay que luchar porque la condición de los damnificados reales no se prolongue más de lo justo y para evitar que vividores y políticos aprovechen la tragedia humana para tratar de sacarle partido.

Aquí hay vasta experiencia en eso de tratar de pescar en mar revuelto y aprovechar la calamidad ajena para hacer zafra.

Tan pronto como las condiciones lo permitan, los equipos del Gobierno deben iniciar una ofensiva para restablecer en el menor tiempo posible las comunicaciones terrestres afectadas por las inundaciones, cuantificar los daños agrícolas y pecuarios y procurar que la normalidad retorne a las vidas en las zonas afectadas. Y, sobre todo, mantenerse alertas para evitar eventuales tragedias que razonable y humanamente puedan ser evitadas. Siempre hemos insistido en que muchas desgracias encuentran como aliada la imprudencia de gente que construye en sitios ostensiblemente peligrosos y estas inestabilidades permiten focalizarlos para tomar las previsiones que correspondan.

José Rolando

José Rolando Martínez Bonilla fue un gran dominicano, un dominicano que no vaciló en poner en juego su propia vida en su lucha por la libertad y que, lograda ésta, jamás pasó factura a la patria. Nunca disfrutó ni siquiera de una pensión de las que el Estado otorga con tanta facilidad por cualquier quítame esta paja, como reza el refrán popular.

Martínez Bonilla sobrevivió en la gesta de Luperón, del 19 de junio de 1949, cuando combatió, armas en manos, el régimen de fuerza de Rafael L. Trujillo. Tras ser indultado volvió al exilio y allí permaneció hasta que la libertad volvió a florecer en su país.

Fue miembro de una familia que sufrió persecución, cárcel y exilio por su oposición al estado de fuerza imperante, familia que nunca bajó la guardia ante las tentadoras ofertas que se le formularon y que soportó atropellos con estoicismo inigualable y extraordinaria verticalidad, manteniendo una posición firme de amor a la libertad y a la solidaridad con los oprimidos.

José Rolando Martínez Bonilla perteneció a una estirpe de hombres que mucha falta hacen a este país, pues son hombres que sí supieron servir a su país y jamás servirse del mismo.

Paz a los restos de este gran dominicano que fue José Rolando Martínez Bonilla.

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