ALERTA. A petición: Las mejores anécdotas del libro de Forcadell

ALERTA. A petición: Las mejores anécdotas del libro de Forcadell

Juan Freddy Armando

“Bien, me gustó, pero nos dejaste con un mal sabor: hablaste mucho del libro, pero no dejaste una sola de las anécdotas o dos o tres, que era lo que el lector buscaba. La próxima vez que comentes un libro, deja algo de lo que has leído al lector”.
Así dice el mensaje enviado por el gran escritor dominicano Manuel Mora Serrano. Gracias, maestro de la palabra, por leerme y enviar su comentario sobre el artículo que publiqué en esta columna el domingo pasado sobre el libro “100 Anécdotas de un Publicista + 13 de Ñapa”, del publicista Sergio Forcadell Feliú.
Acepto su crítica, y enseguida resumo tres anécdotas de la obra del mencionado autor, que califico entre las mejores, por su gracia verbal, ser lecciones para el ejercicio de la publicidad y herramientas útiles al estudio de la conducta del ser humano en distintas circunstancias.

¡EL PROFESOR SE HA VUELTO LOCO!

La primera que me viene a la memoria es aquella que se titula como hemos puesto en el entretítulo de arriba. Cuenta que el autor, recorría 120 kilómetros a una ciudad del Cibao, a impartir sus cátedras universitarias. Era entre tarde y noche en una peligrosa carretera. No le pagaban mucho, pero le encantaba dar clases.
Cuando acaba de llegar al aula, ve que sus estudiantes marchándose en grupitos, y pregunta por qué. Le responden que ese día inician las fiestas patronales, y que es no es momento de clases sino de bailar. El profesor respondió que de todos modos impartiría su cátedra. Se fueron de todos modos. Sergio procedió a explicar el tema del día a los pupitres vacíos.
“¡El profesor se volvió loco: está dando clases!”, dijeron algunos que pasaron próximo al aula. Se regó la voz y los estudiantes volvieron.

CÓMO CONSEGUIÓ SU PRIMER EMPLEO

Sus padres se preocuparon al decirles que estudiaría publicidad, en vez de medicina, derecho, ingeniería u otra carrera tradicional. La publicidad comenzaba como profesión en España. Por ello, en el primer año empezó a buscar trabajo.
Recorrió una y varias veces infructuosamente las agencia de Madrid buscando ser aunque fuese barrendero, colador de café, … lo que fuera, ¡y nada! Pero fue persistente hasta necedad. Se inventó unas campañas para productos inexistentes. Por ser el autor, las veía excelentes. Fue por enésima vez a una famosa agencia internacional que buscaba un creativo. Intempestivamente encaró al director creativo. Este le preguntó: “¿Quién eres, qué has hecho?” Sacó sus “genialidades”. El director respondió: “Pero no son reales”. Espetó: “Pero podrían serlo”. Por fin, el sí: “Ok. Te damos te damos la oportunidad, pero competirás con otros. Sergio pensó: “A esos me los comeré yo sin siquiera echarles aceite, vinagre o sal”.
Jajaja. Aunque ganaba apenas para el pasaje, así empezó su exitosa carrera.

¡LA PELA, PAPI, LA PELA!

“Yo nunca he creído demasiado en esas cosas de que hay un infierno y que allí se queman los malos eternamente.
Pero si acaso lo hay o algo por el estilo, supongo que deberé pasar alguna temporadita en una sucursal light del purgatorio y espero que sea corta, puesto que soy el responsable mayor de aquella publicidad tan sui generis de La Pela …”.
Así empieza la narración de la anécdota del referido tema. Ciertamente, conociendo yo a Sergio desde hace tantos años como hombre circunspecto, serio y formal, me sorprendió descubrir que esa publicidad tan graciosa, pero tan “frequita”, como dirían los puritanos, había salido de su mente creativa.
Hilarantes comerciales, pegajosa música, atrevidas imágenes, alegre esperanza para los desposeídos de erotipotencia, y simpática forma de perder la vergüenza para pedir La Pela en las farmacias.
Así fue esa campaña que, sin embargo, recibió la censura oficial que la prohibió en algunos medios. Es parte de la hipocresía de nuestra sociedad, porque muchos de los que echaban el grito al cielo indignados por esto, echaban, no obstante, otro tipo de gritos, suaves y emocionantes en discretos lugares, gracias a la eficiente ayuda de La Pela, para hacer realidad su íntimo espectáculo.

HAY 8 MILLONES DE HISTORIAS

Parafraseando la presentación de la vieja serie televisiva “La Ciudad Desnuda”, ahora digo: “Hay 8 millones de anécdotas de un publicista, y estas son solo algunas de ellas”.
Pido a Sergio que nos cuente las que faltan. Mientras tanto, reitero la invitación a ustedes a leer las “100 Anécdotas de un Publicista + 13 de Ñapa”, con el riesgo de morir de risa y revivir con lo aprendido.

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