En el artículo anterior traté sobre el proceso de la poesía como género iniciador de la palabra como arte en la humanidad. Esas reflexiones me las provocó la lectura del libro de cuentos Historia de Cicatrices, de la poeta Elsa Báez. Prometí que en esta segunda entrega hablaría sobre ese proceso en las letras dominicanas.
En nuestra literatura hay un hecho claramente comprobado por los hechos historiadores: Que el primer género practicado por nuestros escritores fue la poesía. Escribían solo poesía, y nunca cuentos, novelas, dramaturgias, ensayos, etc.
Se me ocurre ahora hacer un ligero recorrido por las distintas etapas del escribir dominicano, con la vista puesta en cuáles géneros han predominado en su decurso: Luisa Ozama Pellerano, Salomé Ureña, José Joaquín Pérez, Gastón Fernando Deligne y otros.
Después de Salomé Ureña, sus hijos Pedro, Camila y Max desarrollan de manera profesional y destacada, primero el ensayo y luego la crítica literaria vista como ciencia, actividad en la cual se destaca Pedro Henríquez Ureña, uno de los más grandes críticos de todas las lenguas.
EMPIEZA EL CUENTO
A partir de ahí los cuentistas entraron con una fuerza que fue in crescendo hasta culminar en un fenómeno especialmente impactante: Juan Bosch, quien adquirió trascendencia internacional con sus narraciones tan típicamente dominicanas pero con raíz humana y filosófica universal.
Esa presencia importante de la narración corta estuvo representada por talentosos escritores: Miguel Ángel Monclús, Manuel Florentino Cestero, Ricardo Sánchez Lustrino, Virginia Elena Ortea, tal como nos refiere la investigadora Paloma Jiménez de Campo en su excelente estudio titulado El Cuento Dominicano: Historia y Consolidación de un Género.
Ello dio impulso a la posterior narración larga: con la presencia destacada de Pedro Francisco Bonó, quien publicó la primera novela dominicana -El Montero- y luego la de Alejandro Angulo Guridi, Los Amores de los Indios. Sin embargo, el género novelesco quedó por mucho tiempo relegado a un lejano tercer lugar lejano en cantidad y calidad respecto a la poesía y el cuento.
SURGE LA NOVELA
Es a mediados y en las tres cuartas partes del siglo XX que la novela tiene un gran impulso con una multiplicación de títulos, una diversidad de temas y edades de sus autores.
A mediados del siglo XX, surgieron cuentistas valiosos, pero continuó el predominio de los poetas, con sus movimientos vedrinista, postumista, poesía sorprendida, que anduvieron un largo trecho hasta llegar a los finales de la tiranía de Trujillo.
Con el resurgir de la democracia en 1961, llegan al país corrientes de pensamiento antes prohibidas por la tiranía, obras vedadas a la lectura de los dominicanos, y el cuento se fortalece.
Esto tiene una evidente explicación: Como ha dicho Arthur Miller, el gran narrador norteamericano, la novela es un género un tanto burgués, porque para ejercerlo se necesita tiempo, ociosidad, concentración. Además, no es indispensable, pero es necesario haber leído muchas novelas para escribir una buena.
Así que en República Dominicana, después de varios siglos de ejercicio de la palabra como arte, ahora estamos en un mundo literario cada vez más cuentístico, novelesco, ensayístico, crítico, aunque repetimos que la poesía sigue dominando nuestra producción literaria.
Me parece que aunque los cuentistas han establecido ya casi como un axioma la idea de que el cuento es un género difícil, estoy convencido de que escribir un buen poema es tan difícil como escribir un buen cuento. Un poeta generalmente escribe muchos versos, pero que sean suficientemente originales, impactantes y capaces de superar las pruebas del tiempo y el espacio, son muy pocos. Mucho menos que los buenos cuentos de un narrador, que pueden ser más en cada caso.Pero dejemos esa discusión para otra ocasión, otra entrega, y veamos el nuevo fenómeno que ha ocurrido con nuestras letras.
POS-TRUJILLISMO Y POS-GUERRA
A partir de la posguerra, empieza algo nuevo en la literatura dominicana, explicativo de la razón por la que he comenzado estas reflexiones con una brevísima panorámica de los géneros en nuestra literatura. Se trata de que en vez de dominar un género en particular, a partir de la llamada joven poesía y o poesía de postguerra –referidas una al pos-trujillismo y la otra a la Guerra Patria de Abril de 1965-, los autores dominicanos se han vuelto ambidextros, como se diría en beisbol cuando un jugador batea a ambas manos: una cantidad importante de nuestros escritores se convierten en poetas y cuentistas al mismo tiempo, unos más y otros menos, pero ejerciendo con cierta sistematicidad ambas artes.
Es el caso de Manuel Rueda, Enriquillo Sánchez, Luis Manuel Ledesma, Alexis Gómez, Pedro Peix. Aunque haya algunos que no ejerzan la poesía, sino solo la narrativa: Armando Almánzar Rodríguez, Arturo Rodríguez Fernández, Iván García.
No obstante, quisiera responder a la pregunta de por qué en casi todos los pueblos del mundo abundan más los poetas. Pienso que aunque el género no es tan fácil como parece, tiene la ventaja de que el poema requiere menos tiempo, intensidad y dedicación a su proceso de corrección que otros géneros, que habitualmente son más extensos, ya que aunque la poesía comenzó extensa, como vimos en los ejemplos citados en mi entrega anterior, la moderna tiende a lo breve, sintético, compacto y denso.
En la próxima entrega, abandonaré estas comparaciones y entraré de lleno al estudio del libro de mi amiga Elsa Báez, Historias de Cicatrices. Es una talentosa poeta, y veremos que igualmente es una valiosa cuentista que promete ser de las mejores de nuestro país.