Hoy, continuaremos con el análisis del libro desde el punto de vista formal que empezamos en el artículo anterior.
Tercero: Llamados y notas.
Se trata de un aporte de Alexis Gómez Rosa a las letras dominicanas, que introdujo en su libro Oficio de Postmuerte: el poema con llamadas y notas al pie de página. En este caso, el bardo usa una herramienta del científico, ya que los libros de investigación son los que nos tienen acostumbrados a las mismas. Parecería un recurso molestoso e innecesario, pero por lejano, difícil o desagradable que parezca, es susceptible de adquirir carácter positivo al servicio del arte si quien apela al mismo encuentra la forma de convertirlo en agradable, profundo y conmovedor. Así ocurre en este caso, pues ofrece informaciones, ora humorísticas, ora científicas, ora anecdóticas o vernáculas, las cuales nos amplían el ámbito lúdico del verso.
Cuarto: El encabalgamiento sintáctico
Cuando lo vemos la primera vez nos luce un error, pero el proceso de la lectura nos muestra que aparece reiteradamente como herramienta formal en varias piezas, usada expresamente como arma emocional. Deducimos entonces que se trata de una invención rítmica de contenido y forma engarzando dos oraciones en la continuidad de una: “Obraron a nombre del Señor y se sacaron un bolo lalotería / no alcanzó para tantos criados y bautizados / en el hambre”. Obsérvese cómo la oración que empieza con NO ALCANZÓ… se empalma con la primera a partir de una deducción del lector y dejando un aparente vacío sintáctico que ha de llenar el lector con su capacidad de deducción, como si estuviese completando un examen (pág. 58).
Quinto: El poema pelea con el poema.
En constantes alusiones que hacen a quien aborda el libro sentir más vivo el diálogo que ha de significar el discurso. Las alusiones unas veces se refieren a aspectos técnicos cuyas soluciones el poeta juega a haber tenido dificultad en encontrar o no haberlas hallado, o expresa la alegría del triunfo de conseguirlas. Otras se refieren, irónicamente, a aparentes conflictos con la realidad de quien escribe como individuo que sufre el problema que le ha ocasionado el enfoque de este o aqueste escritor, las situaciones reales a que se enfrenta con diversas entidades en su vida.
Es decir, polemiza consigo mismo dentro del poema como si estuviese varias personalidades con ideas diferentes que se enfrenta al interior del texto, en una discusión del autor con el autor, de la obra con la obra.
Sexto: La metáfora cruda e innovadora.
Con olor a la atmósfera inventada por los movimientos poéticos norteamericanos de la llamada beat generation o al realismo sucio, de gran virulencia verbal. Evidentemente, esta metáfora se sale de la fina cortesía y limpieza frecuente en la tradición histórica del poetizar en español, cuya paz había sido ligeramente quebrada por Quevedo, Góngora, Vallejo o Parra, pero no dela forma cruda y a veces hasta cruel con que lo hace nuestro creador en este y otros de sus libros más recientes (por ejemplo, el de Prosas de un Peso Welter). El Gómez Rosa tan formal, tan metafórico y a veces oscuro que encontramos en su primer libro ha ido transformándose en otro más directo, crudo, seco y cruel escritor. Tal vez haya aquí un signo dela época, debido a que, aunque con menos intensidad, ha sido la tendencia seguida por otros cultivadores del verso en nuestro país.
En el caso de Alexis Gómez, ha sido, diríamos que una vuelta a casa, una vuelta a sus orígenes primigenios de una factura poética sencilla y honda a la vez, como podemos comprobar leyendo sus primeros poemas, no publicados en libros, agrupados en un capítulo titulado Ozama Revisited que incluye en El Festín (S)obras Completas.
Séptimo: Dominicanidad & universalidad en comercio íntimo.
Esta parte me trae a la mente una frase dicha por Mario Vargas Llosa en un encuentro que se produjo en el París de los años ‘70 del siglo pasado: “Los latinoamericanos elevamos a las cumbres nuestra literatura cuando nos dimos cuenta de que nuestro hombre común y sencillo, el campesino con las botas sucias y pantalón arremangado, era un personaje tan universal como el Quijote y Sancho” (lo cito de memoria).
En el libro que comentamos, la introducción de una gran cantidad de dominicanismos está reflejada en dos aspectos básicos: a) Frases, giros, refranes y máximas que nuestro pueblo ha ido creando en el proceso de experiencias personales y colectivas. b) Los graciosos vocablos que inventa nuestra gente, ya sea deformando palabras y frases extranjeras como convirtiendo sustantivos en verbos, adjetivos en sustantivos, etc., con todo ese buen humor y tigueraje que ya es fama del criollo, asumido en los versos de barrio, de cueros, cubeaderas y chapeadoras, las llamadas maripositas noctámbulas, sumadas a más excrecencias, como son los papis chulos, el vironay, rompiendo brazos, truchimanes, no coge corte, y otras peripecias de nuestro hombre de la calle, de su vida cotidiana, juegos, aventuras, y el comercio sexual nocturno que puebla las calles de nuestras ciudades, especialmente de Santo Domingo, la capital; en el doble sentido de la palabra comercio. Casi todas están explicadas en los llamados y notas al pie de página.
Es gracioso cómo el autor mezcla lo popular y lo culto, de tal manera que puede aparecer de repente el loco de la esquina hablando con el gran francés Baudelaire o un triangulo de amor cuernoso que recuerda al vate y matemático Jacques Roubaud, y al Hamlet del dramatugo inglés William Shakespeare, en un cruce de dolor y donaire, lo culto con lo curto.
Octavo: poesía de humor.
Valiosísimo elemento formal innovador del libro que comentamos. Son muy pocos los creadores dominicanos que han incursionado en ese filón tan importante y penetrante que en nuestro historial literario ha estado confinado a la poesía popular, a nuestro romancero, decimas, etc. con Meso Mónica, Juan Antonio Alix, Camejo y otros cultivadores del verso de calle, que son como émulos antepuestos de denbows de antaño; raperos a la antigua, mamberos y regetoneros despreciados por los literatos finos, y lanzados al zafacón escrito junto a los merengueros sin formación musical: Guandulito, Ñico Lora, Tatico Henríquez y otros. Cultivadores del naíf vérsico, diríamos. Solo Manuel del Cabral, Rubén Suro y alguna gente de la Generación del 70 había incursionado en dicha veta poética, muy especialmente desde el Colectivo de Escritores …Y punto, del que formó parte el autor de estos artículos.
Gómez Rosa toma ese humor, tan poco frecuente en nuestros tristones poetas, y lo eleva a literatura de alta calidad. Les da vida alegre y gozosa, con sus ironías y sarcasmos, sin que las situaciones y personajes tratados pierdan su condición de amargados, rabiosos, existenciales y dolorosos. Mezcla así alegría y dolor, gracia y desgracia. Y lo más interesante es que nuestro autor combina -como hemos señalado antes- el mundo de la prostituta callejera dominicana o nuestro tíguerebimbín con famosos como Marcel Duchamps y otros adalides mundiales del arte. Y lo hace con un donaire que unas veces nos produce hilaridad y en otras hiere con el relato de la pobreza de quien aplasta su propia dignidad para ganar el pan o disfrutar un placer. No siempre sale triunfador en la porfía que lo enfrenta con este recurso, pero mayoritariamente logra su propósito artístico.
CONTINUAMOS EN EL PRÓXIMO
En la entrega que sigue, abordaremos otros aspectos formales de la obra que estudiamos.