ALERTA. Anécdotas graciosas para recordar el 66 cumpleaños de Luis Días, y IV

ALERTA. Anécdotas graciosas para recordar el 66 cumpleaños de Luis Días, y IV

Juan Freddy Armando

Esta es la última entrega de la serie de artículos en homenaje al gran compositor Luis –Terror- Díaz, nacido el 21 de junio de 1952 en Bonao y fallecido el 8 de diciembre de 2009 en Santo Domingo. En el mismo, cederé el espacio a la poeta y arquitecta Rosa María Rodríguez Santos, hermana del poeta y compositor José Rodríguez, gran amigo del cantautor y miembro junto a él del Grupo Convite, entidad dedicada a la investigación de campo sobre las tradiciones folclóricas de nuestro país en los años 70.

Tal como las narradas por mí, los relatos y vivencias de Rosa María con Luis nos retratan su don del afecto, sensibilidad social, así como las excentricidades ingenuas e ingeniosas que caracterizaron su vida. Pueden producirnos risa, pero sobre todo producen más admiración hacia él, y nos llevan a conmovernos ante su conducta juguetona, afectuosa, solidaria, humorística y creativa no solo en la música sino en todos los aspectos de su ser.

A continuación, las notas enviadas por la escritora y urbanista:

VIVENCIAS DE ROSA MARÍA RODRÍGUEZ CON  EL TERROR

“Juan Freddy Armando me invita a escribir algunas anécdotas de mi admirado Luis Días.  Hablar sobre él es para mí como revisitar un lugar querido y conocido dentro de mi memoria.
Lo conocí cuando yo aún cursaba el bachillerato. Mi hermano José -El Chemo- y él se conocieron en la universidad, y estaban prestos a formar un grupo que más tarde se convertiría en el conocido Convite.

LUIS EL TIERNO Y PERENNE ROCKERO

Nos conocimos por teléfono. Se acostumbró a llamarme a cualquier hora. Solía hacerlo tarde en la noche y darme unos conciertos con su guitarra interpretando canciones de los Beatles, de Carole King, James Taylor y otras estrellas de la música norteamericana que él conocía muy bien. Duramos gran tiempo hablando sin conocernos personalmente. Ese Luis que teleconocí era el ser más tierno, ingenioso e inteligente ser humano que puedan imaginar… así estaba archivado en mi mente.

PRIMER ENCUENTRO PERSONAL

Cuando lo conocí personalmente, ya me había diseñado una imagen, con ese derroche de ternura en mi mente adolescente me imaginé que tenía que ser de un joven bello, aseado y «correcto» según mi espíritu de jovencita educada por monjas y una familia tradicional, que me creía ser muy contestataria y revolucionaria.

Cuando supe que Luis vendría a mi casa a almorzar, yo estaba emocionada porque conocería a mi ídolo, el de «las serenatas». Y llega el hombre real, desaliñado, con un greñero desordenado, sin haber visto peine jamás, derritiendo sudor por todos lados, ataviado con su inseparable ropa de negra de rockero que hacía meses pedía una buena lavada. Ya podrán imaginar mi asombro…

A LO LUIS

Un domingo, creo que era día de las madres, había un almuerzo familiar, y llega Luis. La mesa estaba servida para una celebración, y habíamos preparado un gran pollo horneado sobre una cama de lechugas, Luis sentado en la mesa, mira el panorama demasiado formal para su gusto, de repente agarra el pollo por uno de sus muslos con la mano, y con una risotada dice: “Ven acá, pájaro”.

LUIS Y LA MODA

En histórico espectáculo titulado Siete Dias con el Pueblo, se produjo la primera presentación pública de Convite. El estaba en mi casa cuando debía prepararse para ir a cantar en esa actividad. De pronto dice que no tiene que ponerse para la presentación, y mi hermana Rosalía, que siempre lo veía de negro le dice que ella tiene un suéter cuello tortuga que le podía servir. Cuando lo vio dijo: “Este es el mío”. Se lo puso y jamás se lo quitó.

UN MUERTO EN EL JARDÍN

No estoy segura si lo que voy a relatar ocurrió cuando regresó de su primer viaje a Nueva York o al llegar del segundo. Lo cierto es que en la mañana del otro día de haber llegado (no sabíamos que estaba en el país), una vecina que iba tempranito a la iglesia llama alarmada a mami cuando aún dormíamos y le dice: “Hay un hombre muerto en su jardín”.

Nos despertamos todos. Eran los tiempos convulsos de la era balaguerista, y fuimosa ver, asustados. Al llegar al jardín encontramos a Luis durmiendo, con una mochila que hacía de almohada, debajo de su cabeza, mientras abrazaba su guitarra con una mano y un pote de ron vacío en la otra, y un “jumo” de apague y vámonos.

SU PRIMER VEHÍCULO

Cuando él compró su primer carro, apenas si sabía manejar. Se apareció en mi casa un buen día, busco a mami y la cargó entre sus brazos, y mami –que jamás levantaba la voz- le pedía a gritos que la soltara, y nosotros, asombrados por la osadía de Luis, no entendíamos qué pretendía hacer. Dijo, muerto de risa, que mami era una de las primeras que tenía que montarse en su carro.

EL SER HUMANO SOLIDARIO AL EXTREMO

En los tiempos en que no era figura pública ni había logrado la fama, el solía viajar los fines de semana a su Bonao natal, ya que se había mudado a la Capital a estudiar psicología en la UASD. De vez en cuando, tocaba en fiestas con el fin de ganar algo de dinero para sus gastos.

En una ocasión en que acababa de regresar de su pueblo, se queda en mi casa y… ¡se arma el ambiente a lo Luis! Era fin de año, y en esa época solían caminar por el sector donde vivíamos unos venduteros de uvas, que se paseaban por largas distancias de la ciudad con dos enormes ramos de uvas suspendidos en un palo que cargaban sobre sus hombros tambaleándose como malabaristas, por el enorme peso.

Los ramos casi tocaban el suelo. Luis alcanza a ver al hombre, y lo llama preguntándole que cuánto costaban las uvas. El señor le responde que vendía los paquetes de cinco pesos en adelante. “No, no. Son todas, quiero comprarte todas las uvas; dime cuánto cuestan”.  El vendutero, asombrado, con los ojos desorbitados como soles le responde: “Cien pesos”, creyendo que su comprador se arrepentiría, porque esa cantidad era mucho dinero en esa época. Luis mete la mano en su bolsillo y le paga. El hombre se va lleno de alegría.

Todos estábamos estupefactos, y preguntándonos que haría con ambos paquetes de la fruta. Él nos mira y dice: “Hagan lo que quieran con esas uvas. Yo las compré porque no soportaba ver a ese hombre sufriendo crucificado”. Verdaderamente eso parecía el vendutero, atado a un madero con dos pesadísimos ramos de uvas gigantescos, uno a cada lado.

ANÁLISIS DE SUS CANCIONES Y POEMAS

En mi biblioteca debo tener algunos ejemplares de un poemario que publicó nuestro artista. Recuerdo que le compré varios al mismo autor. El volumen está hecho de forma original, muy fuera de serie, como todas las cosas suyas. Está escrito a mano, con su propia caligrafía.

Prometo que, al igual que la letra de sus canciones, esta obra será objeto de uno o varios artículos, en los que estudiaré su contenido y forma, ritmo y ortografía, junto a otras cualidades demostrativas del talento de ese excepcional ciudadano dominicano.