ALERTA. Comentando la novela Caléndula, de Kianny N. Antigua, II

ALERTA. Comentando la novela Caléndula, de Kianny N. Antigua, II

Juan Freddy Armando

En el artículo anterior, empezamos a hacer el análisis del contenido de la novela que estudiamos. Hoy continúa, abordando otros aspectos que identifican las características de la misma. Veamos.

Ambiente pueblerino semi-rural y sus mitos

La historia se desarrolla en una población cuyo nombre no sabemos nunca, y que semeja esas pequeñas ciudades dominicanas de los años 30 al 60 del siglo pasado, que tienen un ambiente todavía campechano, y recuerdan esos viejos pueblos donde todavía las aceras tenían unos ganchos de hierro para que la gente amarrara los caballos.

Por eso, en la novela podemos ver los detalles propios de los pequeños villorios y aldeas campesinos, semi-rurales, etc. en que la gente tiene arraigadas en su mente una serie de creencias que la tradición europea, africana e indígena han traído y llevado a través de la historia.

Desfilan con toda su fuerza telúrica los fenómenos de la santería sincrética en la que se mezclan mitos de la tradición religiosa blanca, del gagá negro, la cohoba indigenista, se juntan en un crisol de imaginería mágica en que los santos católicos alternan con los de otras creencias, en nombres y figuras que les son equivalentes: Loases, Plazas, San Miguel, Virgen María, Anaísa, Metresas, Caballos, Ciguapas, Bacás Galipotes, las 21 Divisiones, espiritismo, Yemayá, Belié Belcán, Santa Martha la Dominadora.

Domitila la Bruja, haitiana mandada a buscar para tratar de hacerle a Fermín el favor de morir, gobernaba todos estos fenómenos y personajes de lo mulato y mestizo practicado por indígenas, haitianos y dominicanos.

Además, en la santería incluye oraciones creadas por la gente para buscar remedios a sus diversos males: los pobres para rogar por dinero, contra la prángana; esposas para alejar chiviricas de su machasos; maridos para espantar hombres fresquitos de sus hembrotas; enfermos para ser sanados con alguna pócima, botella o menjurge del curandero; números y arreglos de sueños para sacarse la lotería; cenizas o mechón de pelos de los enemigos echarles males de brujería; vender hijos al Diablo a cambio de hacerse ricos, y un largo etcétera.

Aquí, la autora incluye algunas de esas oraciones, quizás producto de su inventiva propia o consecuencia de sus investigaciones previas a la escritura de la novela. En este caso, hay algunas muy graciosas dedicadas a la Virgen María por parte de su devoto Fermín Herranz Rodríguez.

También se rezan oraciones para empezar el ritual de conjurar, exorcizar y desmontar al muerto que ha convertido en caballo a la medium sobre la que se ha montado.

Tal es el caso de Mabel, mujer sobre quien está “montado por un muerto”, que asume su voz, historias, espantos, gestos y revuelcos violentos. Por ello,que su hija va, desesperada, a buscar a la Domitila, rogándole que vaya pronto, porque “Mamy ‘tá pidiendo tijeras”.

Esta bruja (la misma que ayudará a morir a Fermín) manda a la niña que corra a la pulpería y le traiga “un pote de ron, un tabaco, tres velones, uno rojo, uno verde y otro blanco”, y luego pide la ayuda de algunos de los presentes para separar los dedos de pies y manos de la mujer en trance.

Evidentemente, estos ritos requieren beber ron y fumar tabaco porque sus efectos actúan como si fuesen drogas, que reducen la acción de la conciencia y hunden al ser humano en ese oscuro, pantanoso y desordenado mundo interior del inconsciente. Sueltan el huracán emocional provocado, que les hace ver, tocar, oír, oler y palpar los demonios, ángeles, diablos y otras divinidades inventadas por las creencias religiosas sumadas al enorme almacén de información donde se reúnen todas las percepciones, sueños, hechos trágicos y dichosos que le han ocurrido al humano en su vida.

Durante el rito, la persona caída en el trance de estar “montada” empieza, como dice la Biblia, hablar en lenguas, con voz estropajosa y enredada, diciendo frases sin sentido acompañadas de gestos irregulares y descontrolados, rebuznando y chillando como toro, león o bestia de montar. Dará unos retortijones, adquieriendo una fuerza tan violencia que un solo hombre no puede controlarla, y tienen que intervenir cuatro y cinco de ellos para evitar que la persona se golpee o haga daño a otros con sus convulsiones.

El machote matón latinoamericano

El fenómeno del machismo en nuestro países es vivido, aceptado y hasta celebrado por las muchas mujeres. Un varón puede tener muchas parejas oficiales, amantes y queridas, si cuenta con dinero, apoyo político, aceptación social. Este tal Fermín Herranz Rodríguez es el típico campesino que se ha hecho rico con malas artes, es respaldado por un dictador al que apoya -en este caso Trujillo-, por lo que puede hacer y deshacer como chivo sin ley, libre de censura o control alguno.

Todas sus féminas casuales y fijas, etc., aceptan esa poligamia como algo natural y común. De ahí que tiene muchísimos hijos, diseminados por todo el pequeño pueblo semi-rural donde vive.

Por ello, la jovencita Mercedes, de 19 años, prefiere a Fermín, de 38, a pesar conocer muchas de sus terribles tropelías (entre las que se contará aquella de haber obligado a la pobre muchachita de 11 años, Josefina, -llamada Yeya-, a fornicar violentamente un día y otro y otro, en un oscuro camino del campo) y saber que sería una más entre otras muchas del machón pueblerino.

Lo acepta a él como opción, y rechaza al bondadoso muchacho de ideas liberales Miguel Olivares, quien muy decentemente le ofreció su amor.

Ella, llamada Mecho por su marido, fue más lejos de ahí, pues luego sucede en la novela que participa en la cama de los amoríos de su viejo marido con otras. Gracioso fenómeno narrado por la autora como parte de unos ritos especiales: lo ayuda a desvestir amantes mudadas y momentáneas, prostitutas, etc., y decide cómo deben ir vestidas. Y con la nombrada Alodia, realiza  una orgía, lesbianismo incluido, repartiéndose con ella el uso y reuso de las partes pudendas de Fermín.

Hasta que una noche Mecho pierde la vida como consecuencia de ese mundo de venganza, de toma y daca mortal en cuya vorágine está envuelto su marido, quien ha hecho de su punzón una herramienta de negocios, desquite, cobro, venta, compra, con el que se gana la vida quitando vidas.

Al final de la existencia de Fermín, es Yeya, la última y más fiel de sus amancebadas, quien lo atiende en la cama de muerte, la única que entiende sus alaridos y absurdas peticiones, y lo cuida con dedicación, no obstante tener, al igual que sus hijos, el gran deseo de que el viejo muera.

PRÓXIMO ARTÍCULO: PARTE FORMAL

Aquí termina el análisis del fondo. En la próxima entrega, que será la tercera y última sobre el tema, nos dedicaremos a hurgar en los aspectos formales de la obra, como modo de establecer qué logros, en ese aspecto, consigue exponer la joven escritora Kianny N. Antigua en la obra objeto de estos escritos.