ALERTA. ¿Cómo el meditar me ha reducido sufrimientos y conflictos?

ALERTA. ¿Cómo el meditar me ha reducido sufrimientos y conflictos?

CONTROL DE REACCIONES AUTOMÁTICAS PRECIPITADAS

En la anterior entrega, hablé de un resultado de mis meditaciones: práctica del egoísmo positivo, fuente de salud espiritual, mental y corporal.

Ahora, narro otra experiencia: el dominio de palabras y actuaciones provocadoras de conflictos personales, comerciales, laborales causantes de sufrimientos y hasta riesgos de perder la vida.

He ido evitando las reacciones automáticas de mente y cuerpo, de las que luego me arrepentía cuando ya era demasiado tarde, y habían provocado angustias innecesarias a parejas, familiares, amigos y amigas, dañando mi relación con la gente.

La meditación me ayuda, poco a poco, a superar dos actitudes negativas:

Primera: Dominar la incontinencia verbal que, con frecuencia me conducía a la violencia de palabras en respuesta a algo que me molestara. Producto de un enfurecimiento que eliminaba la serenidad, y generaba vocablos conflictivos.

Esas fuertes discusiones, intercambios de insultos en ocasiones, no condujeron, pero pudieron conducir a violencia física. Es natural cuando se producen altercados en que se eleva la voz, hay palabras fuertes y el otro responde con más y más hasta lindar el peligro de que la pérdida del manejo de emociones y acciones llevara más allá: a la violencia física, con heridas, muertes, prisión, pérdida de empleo, mala imagen social y otros daños vitales.

Aprendí a no responder insultos con insultos, pues quien cae en ellos es una persona angustiada, digna de mi compasión. Lo hace porque sufre el desconocimiento de la felicidad interior que da tratar bien a los demás, dirimir diferencias de opiniones e intereses sin odio ni rabia. En vez de responder igual, es mejor tratar de ayudarla a sanarse.

Segunda: La meditación me lleva a abandonar las decisiones precipitadas. Evitar mi reacciones rápidas cuando me hacen propuestas que, a primera vista parecen buenas.

He tomado decisiones no bien pensadas, superficiales, ligeras. Han comprometido mi palabra de tal manera que luego es problemático volver atrás. ¿Consecuencias?  Pérdida de dinero, recursos, empleos, afectos.

Producto de no haberme dado tiempo para reflexionar bien. Por reaccionar automáticamente en un sentido u otro, llevado por la emoción, arranques físicos momentáneos sin evaluar pros y contras de mi opinión.

SER DIRECTOR Y NO SOLO ACTOR DE MI VIDA

Este control de las precipitaciones lo logra mi mente por lo que he repetido mucho en esta serie de artículos: la meditación paulatinamente desarrolla la capacidad de observarme desde fuera de mí.

Cuando no meditaba, no me daba cuenta de que en la vida soy constantemente actor de la gran película del mundo. Ello me impedía tener plena conciencia de lo que hacía, por estar profundamente involucrado con los elementos sobre los que debía decidir.

Ahora, me acerco a lograr que, sin salir del escenario o dejar de ser actor de mi vida, convertirme en director de mis acciones. Entonces, voy mirando y controlando paulatinamente cada escena. La observo desde fuera, y la conduzco acorde con mis planes generales básicos, previamente trazados serena, pausada y reflexivamente. Proyecto que es el todo y no la parte. Estratégico y no táctico. Veo lo sencial y no casual.

La escena no daña la película. Le da continuidad. Si veo que no es así, la elimino, modifico, acomodo, cambio o anulo. Pido a mi yo actuante detenerse, recomenzar la acción acorde a mi guion.

El proceso meditativo ha logrado sacarme del yo, del ego temporal y momentáneo, y  diseccionar mi anatomía, ver mis partes en movimiento. Así, la determinación la toma el yo del gran plan y no el yo de la momentánea emoción.

YO DECIDO SI PIERDO, MALTRATO O CONDUZCO MI VIDA

La meditación me acerca a lo ideal: el estado meditativo permanente, disuasivo de determinaciones que me enemisten con personas o cosas necesarias para mis metas.

Y algo importantísimo: a no hablar ni actuar sin analizar previamente, y elegir el momento y forma adecuados para ambas cosas. Que ahora a la persona podría no gustarle, pero después sí. Ponerme en su lugar. Pues el humano -lo han dicho los sabios- cambia como el río. Voy aprendiendo en qué momento abordarlo. A qué altura de la corriente conviene cruzar, dónde el agua es más bajita, menos violenta. Su cauce más firme.

Como el humano, el mundo en general es ese río, y aprendo con la meditación cómo abordar su perenne evolución.

Narro estas experiencias para motivarlos a que tomen este camino de la auto-observación que va poco a poco llevándonos a ser no solo actores, sino sobre todo directores de nuestras vidas.

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