Lugares y personajes reales dan credibilidad a la historia
Continúo el análisis iniciado en mi artículo anterior sobre la novela “Cadena de mentiras”, de Bolívar Ureña.
En la misma, el autor cumple con el recurso de lo creíble en cuanto a los lugares y personajes donde se desenvuelve la historia: la hermosa ciudad cibaeña de Santiago, Aeropuerto Luperón, Sosúa, Cabarete, Puerto Plata, carretera Luperón, Aeropuerto Cibao, New York, Aeropuerto Kennedy, American Airlines, Santo Domingo, Cascue, Vimenca, Constanza, Laguna Gri-Grí, Río San Juan, La Poza de Jojolo, Nagua, Las Terrenas, La Galera, Estados Unidos, CocaCola, Amazon, Orlando, Monseñor Nouel, Samaná, World Disney, ciudad de Jacksonville, tienda Walmat, Toyota Corolla, carretera 21 Norte, Hotel Ramada, Florida, libro Guinness, Costa Rica,
Igual menciona personajes míticos, místicos y de la vida artística y sociopolítica: Manuel Jiménez, José José, Juan Luis Guerra, Emilio José; orquesta The New York Band. El dios Morfeo, Gral. Wessin, Cor. Caamaño, Bosch, Duarte, Fernández Domínguez, Virgen de la Altagracia, Colón, Dios, Balaguer, Trujillo, Castro.
Primera parte: sufrimientos y goces de Glemar, la embaucada
Se trata de los sufrimientos y encantos en la historia amorosa de la hermosa protagonista: Glemar Moder. Su proceso está dividido en dos fases claramente establecidas:
En inicial, ella tiene un enganche con Pedro Sagraf. Le llamo enganche porque él nunca se compromete con la joven, porque “se la ha levantado”, como dirían los “tígueres” dominicanos, en el sentido de que él nunca se compromete sino que solo la disfruta y explota sexual y socialmente. Es su objeto de placer y lujo que lleva y trae, como próspero empresario, veterano conquistador de mujeres, embaucador de serpientes. Es un embustero profesional que se aprovecha de los recursos propios de personalidad suavemente dominante.
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Le ha dado a la inexperimentada mujer una especie de delicioso maltrato, no físico, sino mental. Maltrato porque no le ha brindado lo que esperan generalmente las mujeres: que las lleven con velo y corona al altar, al oficial del estado civil o a ambos lugares a la vez; que comparta con ella una casa y la mantenga económicamente y la exhiba en la sociedad.
No obstante, su accionar es delicioso porque, aunque la engaña con muchas mujeres, le hace finos regalos, cenas, fiestas, viajes, lujosos moteles. La mujer sufre el disgusto de que no realiza con él el referido sueño de toda fémina, pero la pone a vivir tan muellemente que con esto la hace enamorarse, o lo que las malas lenguas llaman “emperrarse”.
Por eso, ella, mujer presumida de alta autoestima, se le adhiere con pasión, como dice el merengue“La culebra”, del compositor dominicano Arístides Ramírez (Gracias, don Américo Mejía, por su información): “Hay muchas mujeres que privan de ingratas, y después se pegan como garrapatas”.
Es decir, a ella le gustaría dejarlo, pero quiere no perder los privilegios económico-sociales que él le ofrece a diestra y siniestra, mezclando dos o tres verdades con diezmil mentiras y rodeándola de lujos de todo tipo.
Segunda parte: Glemer pasa de embaucada a embaucadora, y Pedro, de humillador a humillado
Aquí ocurre un fenómeno parecido al de la novela de Cervantes, donde el Quijote va sanchificándose (apendejeándose) y Sancho quijoteándose (enloqueciendo), tal como bien señala Mario Vargas Llosa.
Glemar Moder logra librarse del romanticismo de su enganche en que, como hemos dicho, la tenía el “tigueraso” Pedro Sagraf. Pero en ese largo proceso de usufructo de ella, la fémina va transformándose, y dentro de su pecho nace y crece la sed de venganza contra el género masculino. Logra zafársele al embaucador y se transforma, a su vez, en embaucadora de hombres. Y su nueva pareja, Ravil, sufre las consecuencias, pues ella lo comparte descaradamente con otros hombres. Él sufre porque quiere que sea exclusivamente de él, pero nunca lo logra.
En el ínterin, y estando ambos ya separados, Pedro Sagrav descubre que producto de sus aventuras ha embarazado a Glemar y esta ha dado a luz una hermosa niña. Se enloce de alegría con esta idea, y quiere casarse con ella, y en un arranque de sinceridad y bonhomía, le pide matrimonio. De humillador cambia a humillado. Le ofrece villas y castillas y le da todos los recursos para que críe y eduque bien a su adorada hija.
Aquí se expresa lo que escribió Engels en su pequeña joya, un breve libro titulado “El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre”. El trabajo transforma a su objeto, y, dialécticamente, transforma al hacedor.
El próximo domingo, termino mis observaciones sobre esta novela.