¡Alerta, dominicanos!

¡Alerta, dominicanos!

No, señores, no es una simple oración, es una verdad tan grande como la catedral. ¡La patria está en peligro de desaparecer! Este artículo se escribió el 18 de febrero pasado, cuando empezaron a decirse cosas allende los mares que podrían comprometer la vida de la nación.

La crisis haitiana ha hecho recrudecer la idea de algunas grandes naciones del mundo de convertir la República Dominicana y Haití en una sola nación.

No es porque ellos sean negros o mulatos y nosotros blancos, mulatos y negros. No, esa es no es la cuestión. Hay varias cuestiones.

Primero, Haití y la República Dominicana son dos países cultural y religiosamente diferentes. De aquel lado se practican ritos aberrantes, indignos de un país civilizado. De este lado somos cristianos.

Segundo, Haití es un país totalmente inviable, como aseguré en varios artículos hace algún tiempo. Un país prácticamente sin ríos, sin árboles, sin las suficientes tierras de cultivo, es un país inviable. Según un estudio de las Naciones Unidas de hace algunos años, Haití tiene tierra suficiente para alimentar un millón de habitantes… y tiene siete u ocho millones. Entonces, ¿qué pasa con el resto? Simplemente se muere de hambre.

La República Dominicana tiene tierra suficiente para calmar su hambre que, ¡increíble!, no se calma, por lo que cada día hay más niños desnutridos, más hambrientos.

Entonces, ¿vamos a agravar una nación para tratar de salvar una prácticamente insalvable?

Tercero, no toca a la República Dominicana, simplemente por el hecho de ser vecinos, la tarea de recibir refugiados haitianos, cuando ya tenemos más de un millón de ellos (mal contados) aquí.

Si las Naciones Unidas, Francia, Canadá y Estados Unidos insisten en su propósito de «haitianizar» nuestra patria, tendremos el supremo derecho de defender, a como de lugar, el legado de Duarte, Sánchez, Mella, Luperón y todos los independentistas y restauradores. ¡A como dé lugar, sí señores!

¿Saben qué pasaría si la frontera es abierta para que entren uno o dos millones de haitianos en calidad de refugiados? Que en menos de 20 años toda la isla constituiría un solo estado llamado… Haití, gobernado por los haitianos, que serían abrumadora mayoría.

La ACNUR, un departamento de las Naciones Unidas que viene luchando para que los haitianos encuentren refugio de este lado de la frontera, simplemente lo que está haciendo es ampliar la geografía haitiana, porque esos 360 kilómetros de frontera serían totalmente haitianos, se hablaría «patois», se practicaría el vudú y todas las enfermedades que desde hace años acosan al desgraciado pueblo vecino, se cebarían en millones de dominicanos.

Si hoy no tenemos lo suficiente para que todo el mundo coma como es debido, ¿cómo se puede pensar en aumentar nuestra población con gente que tiene un hambre de siglos? ¿Qué dominicano es capaz de levantar la voz para que eso suceda?

El caso haitiano es dramático. Son seres humanos, como nosotros, poseedores de un alma como nosotros, pero que no tienen con qué vivir, gracias en buena parte a ellos mismos. Porque, ¿quiénes quemaron las inmensas plantaciones de cacao, café y caña de azúcar que existían hace 200 años? ¿ Quiénes cortaron los árboles para hacer leña y carbón? ¿Quiénes están haciendo lo mismo en la República Dominicana, ante los ojos indiferentes de las autoridades? Solamente hay que volar 15 minutos sobre la desembocadura del río Artibonito para que se den cuenta que de aquel lado ya casi no hay árboles, y que el bosque dominicano está siendo depredado por haitianos que pasan el río de noche, cortan nuestros árboles, los lanzan al agua y los esperan del otro lado.

Es totalmente imposible que la República Dominicana se haga cargo, aunque sea mínimamente, de Haití. En Estados Unidos hay millones de acres yermos, incultivados. Entonces, ¿por qué no les abren la puerta a los haitianos para que cultiven esas tierras y vivan en ellas?

No, tiene que ser en la República Dominicana, Jamaica o Cuba. Pero, ¿es que quieren hacer desaparecer las naciones del Caribe ?

Bueno es que se sepa que, efectivamente, aquí hay varios haitianófilos que ven con muy buenos ojos que recibamos cuantos haitianos quieran venir aquí en calidad de refugiados. Personas que no se olvidan de aquellos 22 años en que fuimos dominados por los vecinos de aquel lado. Y de las atrocidades cometidas por ellos, como la quema de Azua, el asesinato de cientos de personas asiladas en la iglesia parroquial de Moca y de todo lo que hicieron en su retirada en el 1844.

No, radicalmente no. No podemos hacer nada por los haitianos, aunque lo querramos. Bueno, podemos hacer algo, pero jamás recibirlos en un área de algo más de 40,000 kilómetros cuadrados donde viven y sobreviven casi ocho millones de personas.

No vivimos, como dice la gleba insurrecta, «en la papa». El colmo es que ya el famoso «pico y pala», anteriormente «la carne» del pobre, ya se vende en los supermercados, primorosamente envuelto y a RD$30.00 la libra. Y el pollo a RD$44.00, claro. Si nosotros no tenemos qué comer, o al menos con qué comprar la comida, ¿cómo rayos podemos dar de comer a otros?

Un país donde sus casi 200 hospitales oficiales no tienen lo necesario para atender a sus pacientes, ¿cómo podrán atender a dos o tres millones de pacientes más?

Entre el hambre y las enfermedades en pocos años tendremos «la tierra que más amó Colón» convertida en un desierto donde deambulen algunos seres humanos esperando pasar a mejor vida.

Si el Gobierno dominicano permite la entrada al país de refugiados haitianos, estará cometiendo un crimen de lesa patria, un crimen contra la supervivencia de todos los dominicanos. Porque el hambre y las enfermedades que asolan a esos infelices vecinos, son suficientes para acabar con la vida en esta isla que desde hace 500 años fue francesa de un lado, y española de otra.

¡Alerta entonces, dominicanos, hagamos lo que sea necesario para que esa catástrofe no se produzca nunca! No lo hagamos por nosotros, sino por nuestros hijos, nietos, por nuestra descendencia, a la que debemos entregarle una nación vibrante, bien alimentada, mejor atendida y, como dijera Duarte, «libre de toda dominación extranjera».

Y recuerden una cosa: ¡Ya no hay más Duartes en el país!

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