En la terrible explosión que recientemente se produjo en la ciudad de San Cristóbal murieron 29 personas, según datos hasta ahora publicados. Además, ha dejado grandes pérdidas materiales y estremecedores traumas psicológicos en los sobrevivientes. Obviamente, las causas de este triste acontecimiento están pendientes de investigación por parte de las autoridades. Los lamentos y lágrimas por este desastre humano y material han cubierto todo el mapa de la República, y más allá.
La poesía no ha faltado como expresión de amargura ante esta tragedia. Una conmovedora muestra son los versos del poeta José Reyes. El dominicanísimo bardo reside fuera de nuestro país, pero en el corazón lleva a nuestra Patria, con sus angustias y alegrías. Por eso, me ha remitido este poema en el cual expresa su pesar ante el doloroso acontecimiento que llora la gente de esa provincia y sufrimos todos los dominicanos y el mundo. Dedico mi columna de hoy exclusivamente a publicar esos estremecedores, vibrantes y tristes versos salidos de su estro.
Clamor Quisqueyano
Se aturde hoy mi silencio,
por el ulular profundo
del eco de la soledad.
Ondas de inclemencia
estremecen sin cesar
las montañas de mi destierro,
el valle de mi esperanza
se está inundando de miedo.
Se ha desplomado sin aviso previo
el cielo de la templanza,
¡Ha destrozado mi alma!
de la torre donde habitaba la paz
tan solo ha quedado
el terraplén de la agonía.
Ola de gas, polvo y humo negro,
Onda expansiva, tornado de la muerte.
¿se habrá repetido la historia de
Nagasaki o Hiroshima?
¿O habrá llegado hasta San Cristóbal
el magma del Vesubio?
¡Aun no lo sé, no lo entiendo…
mi musa está muy triste,
mi pluma se estremece y sangra,
mis versos lloran.
Ambición desmedida, tragedia provocada,
obreros descalzos, desarropados y hambrientos,
nunca se enteraron de que la muerte llegaría
al sangrar el sol de una tarde forrada de alaridos.
Una vez más el desconsuelo
toca las puertas de mi quietud,
llegó enredado entre ráfagas de misterio,
ha desenterrado los temores ya pasados
ha dejado mi corazón sangrante
y se ha marchado por la misma senda
que hoy está llegando el tormento.
¿Y de tu futuro qué?
¡Oh, San Cristóbal querida!
Quisiera confiar en las pesquisas
pero el pasado me intimida,
el rencor se ha invitado solo.
La melancolía se ha hecho diosa
en los prados de mis sentimientos,
porque de tu ego soberbio,
de tu esplendor vespertino
¡Oh, San Cristóbal del alma!
tan solo ha quedado, la catarsis
de estos versos de tristeza.
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