ALERTA. Erotismo poético cristiano con pecado concebido

ALERTA. Erotismo poético cristiano con pecado concebido

Juan Freddy Armando

NOSTALGIA DEL PRESENTE

En Juan Matos hay un erotismo lleno de ansias. Me recuerda el poema de Borges “Nostalgia del presente” en el que este añora unirse a la una mujer con la que en ese instante está unido. Dice: “En aquel preciso momento el hombre se dijo: /Qué no daría yo por la dicha /de estar a tu lado en Islandia /bajo el gran día inmóvil /y de compartir el ahora /como se comparte la música /o el sabor de una fruta. /En aquel preciso momento /el hombre estaba junto a ella en Islandia”.

El genio porteño, como nuestro poeta, desea alcanzar lo ya alcanzado, querer lo ya querido, poseer lo poseído, amar lo amado. Matos siente ganas de su esposa Alma, cuando tiene a Alma ahí, a mano, como lo muestra el excelente poema en prosa de la página 113:

Te tengo tirria, vieja. Tirria de amor te tengo

PARA EL CRISTIANISMO, EL SEXO ES PECADO NECESARIO

Merece destacarse es que desde el título “Con pecado concebido” anuncia la concepción cristiana del mundo, que asume como culpas conductas naturales de la esencia humana. O sea, el hombre siente contrición por hacer cosas para las que están hechos su cuerpo y mente. Asume adolorido esa inevitable condición y condena.

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Tan pecador se siente que considera pecado uno de los más excelsos actos humanos: el corporal encuentro placentero de amor entre parejas. Con una singular característica: es la más animal e instintiva de sus acciones y simultáneamente la más sublime.

Visto así, me parece, el ayuntamiento carnal no debe ser pecado. Porque, entonces, ¿cómo es posible que el Dios de los cristianos escogiera un acto pecaminoso como camino de la reproducción feliz de la especie que ha creado; el cual el mismo Dios ordena hacer en el Génesis 2:24 bíblico como ideal de las parejas: “Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”.

¿Por qué lo concibe como una falta? Porque dentro de esa concepción la alegría misma, como he dicho antes, es en cierto modo es una caída, una falla.

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El autor lo evidencia en uno de sus más admirables poemas, el último de la obra. Tiene ese sustrato de holgarse en el dolor, celebrar el sufrimiento. Creo que en el fondo del mismo, más que miedo a la fama, hay un miedo a ser feliz, al goce de la vida, que para el cristianismo es pecado.

Una debilidad de la carne devendría el ser dichoso, ya que su Dios, Cristo, es Dios sufriente, que en vez de presentarse en su trono se nos muestra lacerado, sangrante, torturado, con corona de espinas, clavado en manos y pies y traspasado por una lanza cruel.

Tengo miedo, señor, del sutil fuego

Tengo miedo, Señor, por eso ruego
ahora que el laurel de fama me corona:
líbrame, por tu amor, de este astuto fuego
alabanza sutil que, con vanidad, abona


el suelo frágil del hombre que en su ego
bebe el cáliz mortal sin darse cuenta
que breve es el placer -el que lo tienta-
y luego es hiel, insomnio, soledad, desasosiego.


Tengo miedo, Señor, del aplauso y las llaves
del delirio y el nombre; medallas y loores;
del escenario abierto, de la fama y las naves


que a lo insulso me llevan, al banquete y las flores.
Por eso ruego Señor, de vanidad me desenclaves
y viva yo en tu cruz, que es el amor de los amores.

La idea es que la felicidad del poeta es estar ahí en la cruz, adoleciendo junto a su Dios. Mi comentario final es que Juan Matos, en este excelente libro tiene una condena que no puede evitar. Vale decir, los poetas no son como ellos quieran, sino como le dijo García Márquez al periodista que le preguntó por qué después de escribir tantos libros sobre la soledad no escribía uno sobre la solidaridad humana. El Gabo respondió diciéndole que quisiera hacerlo pero no es uno quien escribe los libros, sino los libros los que escriben a uno.

Es una condenada condena.
Matos quiere ser un gran poeta social y escribe buenos textos con ese tema, pero está condenado a ser mejor poeta de amor. Y abordando ese tópico, sus versos son más intensos, creativos, seductores; en fin, de más alta calidad. Es su condena y salvación, desdicha y dicha.

CONCLUSIÓN

Obviamente, “Con pecado concebido” es un importante peldaño en la escalera ascendente de Juan Matos camino hacia el súmmum del poema. Presea que como el horizonte no se alcanza, pero motiva el paso, estimula el esfuerzo y hace feliz el viaje en busca de crear esos perfectos versos que casi alcanzaron Dvaipayana, Homero, Whitman.

Sueña acercarse a esas cumbres. Cual Parsifal avanza, teclado y libros al ristre. Firme y apasionado, con mente y dedos tras la cuasi-imposible copa del Grial de lo supremo. Quizá no llegue, pero auguro que los críticos más exigentes incluirán su nombre entre los poetas dominicanos destacados.

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