ALERTA. Escribir: ¿doloroso o divertido? Diálogo con Rosa Silverio

ALERTA. Escribir: ¿doloroso o divertido? Diálogo con Rosa Silverio

Juan Freddy Armando

Algunos literatos, como Gabriel García Márquez, dicen escribir para ser más queridos por sus amigos. Para otros, como Alejandra Pizarnic, es terapia para expulsar dolores emocionales. Rito escritural emulador del exorcismo con que la religión católica dice sacar de la mente de sus devotos los angustiantes demonios. También los hay, como Julio Cortázar, Sylvina Ocampo, Jorge Luis Borges, cuyas letras se originan en la búsqueda de diversión personal, y publican para que sus lectores disfruten las excentricidades imaginativas que escriben en principio para ellos mismos, para su particular diversión, en una especie de saudade, como dirían los brasileños: nostalgia dolorosa o feliz, o mixtura de ambas, que se añora con un gracioso y entretenido retorno.

A este respecto, Rosa Silverio, excelente poeta dominicana residente en Madrid, escribió un comentario en su muro de facebook al que yo, como otros, respondí. Suscitó un diálogo con esa gran barda o vata (adjetivos femeninos de bardo y vate, que las Academias de la Lengua Española deben introducir en su diccionario) sobre los procesos de angustia que produce el escribir a algunos autores, y los de diversión que genera en otros.

Por su interés metodológico en la escritura, y como motivo para reflexionar y ampliar la discusión sobre dicho tópico, he decidido reproducirlo para conocer la opinión de mis lectores.

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Poeta Rosa Silverio.
Poeta Rosa Silverio

ROSA ESCRIBE

Perdónenme esta confesión tan personal, pero en muchas ocasiones me siento una mala poeta, un fraude, alguien que no tiene nada profundo y trascendente que ofrecer. En otras ocasiones, estas son más escasas, me siento y reconozco como alguien que tiene una visión particular y algo interesante que decir.

No sé si estas dos emociones tan extremas sean algo que les pasa a los y las demás poetas. Como una funámbula me muevo entre el borde y los extremos. Y eso es una pesadilla porque cuando pienso que soy una mala poeta, que es la mayoría de las veces, me atormento y me castigo, me trato a mí misma como un ser inútil que no es capaz de construir un discurso poético poderoso. Cuando creo que soy una buena poeta sueño, deliro, me trato como a una heroína, escribo y escribo, vivo una fantasía que al final termina siempre con la caída. Y todo esto es tan doloroso que al final termina pasándome factura pues ya sea en una fase o en otra me siento deforme, un monstruo que sólo ansía poder llegar al estado de eutimia.

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No sé si ustedes también tienen dudas sobre su labor poética, pero en mi caso esto me atenaza, sobre todo cuando leo la buena literatura de poetas de ayer y de hoy. Sin embargo, lo he dicho y lo diré siempre: soy una fiel devota
de la palabra y esto es, pese al dolor y los desvaríos, lo que me hace sentir más feliz.

JUAN FREDDY RESPONDE

Eso, querida, es una manifestación de las angustias que genera un ego encendido, impositivo, que domina tu voluntad y te hace sufrir en la búsqueda de aceptación, reconocimiento, fama, prestigio, sentirse superior. Es un deseo que no debe reprimirse sino aprender a conducirlo.

La meditación es el remedio. No te suprime el ego, que es necesario para cultivar la autoestima requerida para vivir feliz, sino que te enseña a ponerlo al servicio de tu voluntad y no que él se sirva de tu voluntad y la maneje. Claro, parte de las manifestaciones deformadas consiste en no dejarse aconsejar, en no tener la humildad de tratar de probar lo que nos proponen como remedio, a ver si funciona, y no obviándolo porque nos sentimos superiores.

Por eso, mucha gente no se deja aconsejar. Pero cuando amo mucho a una persona (como te amo a ti) insisto en darle consejos que no me ha pedido, aunque yo quede como entrometido, vanidoso, etc. Por eso, te enviaré de nuevo los dos tutoriales que te hice llegar antes para que aprendas a meditar. Eso sí: para poder hacerlo necesitas tener tres cosas:

1. La humildad de dejarte aconsejar.
2. Cultivar la disciplina necesaria para repetir y repetir el ejercicio meditativo diario como único camino para ver resultados en ti.
3. Mente libre y abierta para vencer la rebelión de tu cerebro y cuerpo, que no quieren salir de su estado de confort para experimentar los tropiezos del aprender, que son tan útiles para desarrollar la inteligencia que se trajo al nacer y evitar el alzhéimer.

Les prometo que el próximo domingo, continuaremos el diálogo.