Cuando hace unos años me tocó encabezar la Dirección del Plan Quinquenal del Libro y la Lectura (DPQLL), trabajé con un dinámico equipo humano, y desarrollamos métodos innovadores de promoción lectoral que quisiera reseñar ahora, por si pueden servir de algo para próximos proyectos similares.
Para promover en la gente el interés por la lectura, aunque tomamos en cuenta los manuales hechos por los profesores y pedagogos, partimos más de los conocimientos adquiridos en mis largos años de trabajo en mercadeo y la creatividad publicitaria, sumados a nuestras vivencias como lectores hedónicos y buceadores de conocimientos y curiosidad.
No contamos para ello con los recursos económicos prometidos por los ministerios de Cultura y de Educación. Solo recibimos pequeñas partidas a las cuales logramos sacarles el máximo provecho en la promoción de la lectura.
De lo aprendido en el desarrollo de ese proceso, hablaremos en el presente artículo. Veamos.
MAL RESULTADO CON ESCRITORES
En principio contactamos a jóvenes escritores, a los cuales se les pagaba una suma mensual a cambio de promover la lectura en escuelas; iban 4 veces al mes a leerles obras propias o de los grandes autores dominicanos a los estudiantes, para luego dialogar con ellos sobre los mismos: personajes, situaciones, personajes, valores éticos y estéticos, etc. de las historias.
De vez en cuando, yo monitoreaba esas jornadas, y observé que ese método no incentivaba a los jóvenes, debido a lo siguiente: 1. No leían con suficiente fluidez e intensidad, ni daban vida a los textos en versión oral. 2. Carecían de una correcta prosodia (mala pronunciación y acentuación). 3.
Poco dramatismo al interpretar lo narrado. 4. Aburrían y provocaban sueño. 5. Los estudiantes no podían responder preguntas con precisión, pues recordaban poco o nada de lo tratado. 6. No sabían conducir ni animar el diálogo.
Esto nos llevó a explorar otras formas de promoción de lectura.
CAMBIAMOS ESCRITORES POR TEATRISTAS
Busqué a estudiantes de término de teatro o actores graduados para convertirlos en promotores de la motivación lectoral con dramatizaciones literarias leídas. Me informaron que en la Escuela Nacional de Teatro no hay asignatura que enseñe esto. Entonces escribí un manual titulado Para Facilitar la Dramatización Literaria, el cual les aporta en proceso de manejar tonos y matices de voz, ademanes, gestos, rostro y movimientos en el escenario, e integrar objetos y personas de donde actúa, entre otros recursos personales.
El resultado fue excelente, y decidimos sustituir con ellos a los escritores. Desarrollamos 5 maneras de promoción lectoral, que describimos a continuación:
1. Dramatización Literaria en centros educativos. Los teatristas llevaban a la escuela copias de un texto literario que distribuían entre los estudiantes de un curso. Después, hacían una lectura dramatizada del mismo. Para ello, escogimos obras cuyo contenido y forma tocaran los intereses de la juventud: amoríos, romances, pendencias, aventuras, orgullo, humildad, valentía, peleas. Los cuentos Todo un hombre y Luis Pie, de Juan Bosch; algunos de Virgilio Díaz Grullón, Espuma y nada más, del colombiano Hernando Téllez; Rubén, del venezolano Luis Britto García.
Al finalizar su lectura, el actor pedía a los jóvenes organizarse en varios grupos para teatralizar el cuento acabado de dramatizar. Podrían hacerlo en una interpretación libre en la que podían inventar las partes del cuento que no recordaran textualmente. Luego hacía un concurso en que los profesores presentes serían jurados para premiar (con libros y discos) a los tres primeros lugares y menciones entre los grupos actuantes.
Despertó un efusivo entusiasmo de los estudiantes, quienes ponían todo su entusiasmo, se divertían mucho con su montaje colectivo del cuento, explayando su ingenio creativo para improvisar diálogos, descripciones, inventar situaciones no incluidas en lo leído, de modo que muchas veces surgía una verdadera recreación de lo dramatizado, y en ocasiones casi hacían un cuento nuevo.
2. Dramatización Literaria en empresas. Después, expandimos las jornadas a otros escenarios no escolares. Nos comunicamos con empresas a las que les pedimos nos concedieran1 hora para reunir un grupo de empleados y trabajadores y hacer allí lo mismo que en los centros educativos.
Los participantes manifestaron su interés en las obras dramatizadas, pues fueron impactados por nuestra seductora y motivadora jornada, la cual lograba transmitirle intensamente el dolor, alegría, suspenso, etc. contenido en las historias.
MOTIVAR LA EN DISCOTECAS, BARES
3. Asaltos de Lectura en centros de diversión. Contactamos a discotecas, bares, restaurantes, colmadones y otros lugares. Solicitamos a los administradores de los mismos que nos dieran 5 o 10 minutos para una lectura dramatizada. Por razones obvias, en estos lugares, no incluíamos la parte de hacer grupos para dramatizar los cuentos, pero sí le regalábamos copias de lo leído a los clientes del establecimiento. Estos quedaban tan satisfechos que luego, cuando nos veían en la calle nos preguntaban cuándo volveríamos. Quienes frecuentan a Bonyé (la fiesta de domingo frente a las Ruinas de San Francisco, en la Capital dominicana) todavía recuerdan las divertidas jornadas que presenciaron con los actores de la DPQLL.
4. Lectura y Dramatización en Movimiento. Esta forma tenía tres modalidades: a) Un actor o escritor abordaba una una guagua de pasajeros, vagón o estación del metro y leía en voz alta una pieza literaria. b) Un teatrista realizaba una lectura. c) De repente, dos o tres actores leen una obra literaria, siguiendo descripciones y diálogos entre ambos como si estuviesen en un montaje teatral.
En los tres casos, les regalaban a cada no de los presentes una copia del texto literario dramatizado. Obviamente, la reacción de los pasajeros era de gran interés y alegría, evidenciándose así la efectividad del método empleado.
5. Entrenamiento en Dramatización Literaria y Docencia con Buen Humor. También nos propusimos dos metas motivadoras más, que consistían en entrenar a los profesores en: a) Arte y técnicas de la dramatización literaria; b) El recurso del buen humor y los chistes como manera de llevar diversión a las horas de clase.
Para realizar la primera, organizamos cursos talleres para enseñar a los profesores a hacer lo que realizábamos, con el propósito de que motus proprio las desarrollaran en sus centros escolares. Se hicieron, y aprendieron rápida y eficientemente la metodología. Lamentablemente, por la carencia de un buen presupuesto, no pudimos continuar el proyecto.
El segundo objetivo iba en combinación con ese, y era también dotar a los profesores de herramientas para hacer que las horas de clase convirtieran al aula en una zona de esparcimiento y buen humor. Para ello, nos planteamos unos cursos talleres que llamamos Docencia con Buen Humor, en los cuales se les enseñaría chistes, anécdotas, historias, referencias, que se enlazarían con las distintas asignaturas del sistema escolar (matemáticas, lengua española, naturales, sociales, etc.), para clases divertidas. Sin embargo, otra vez nos quedamos por mitad de camino, pues no pudieron hacerse también por falta de disposición y presupuesto.
No pierdo la esperanza, y sigo promoviendo la idea de que estas formas de promoción placentera de la lectura se hagan realidad. El ejemplo de lo narrado aquí muestra que es posible con una pequeña inversión.