ALERTA. Hallan fotos congol y viking muertos en catálogo de Mayra

ALERTA. Hallan fotos congol y viking muertos en catálogo de Mayra

LAS FOTOS VUELVEN AL TREN

Ahora, mi mente inventa una pareja de turistas que visitan la galería de arte Foto Imagen, en la capital dominicana, y han tomado el catálogo de la exposición con las imágenes hechas por Mayra en New York. Regresan a EEUU y suben al metro neoyorquino. Olvidan el catálogo en un asiento. Lo encuentra la policía científica que investiga la causa de la carrera que mató a los gringos que imaginé corriendo tras nuestra fotópata. Examina con lupas el catálogo. Maneja la hipótesis de que los occisos pelearon porque uno insultó la raza del otro. Las fotos de la exposición le recuerdan los rostros de los obesos viking y congol aparecidos en los periódicos, muertos a causa de sendos ataques al corazón, al correr uno tras el otro.

Mi cariño hacia la Maga Depratt me hace despertar de este trágico sueño escrito, que fue tal vez creado por una mezcla somnífera entre las fotos de Mayra, y el hecho de que estoy en mis felices vacaciones; en casa durmiendo, vagueando, imaginando, inventando qué inventar para desperdiciar el tiempo de descanso en algo que no me quite el descanso.

JUEGOS DEL JOCIO CREATIVO

A lo mejor todo este volar de la imaginación sea una forma de huir a que por mis neuronas pase algo serio, de trabajo. Quizás para evadir la posibilidad de una llamada de los muchachos de la oficina, que organizan las conferencias, conversatorios, muestras de países o de provincias o cualquier otro tema que me saque de estos enjambres de sinrazón que tan gozosos son. Sí. Aunque yo mismo no lo crea, y menos los lectores, todo esto puede no ser culpa de Mayra y sus fotos, sino de mis vacaciones y sueños, de mí y mi no hallar qué hacer con estos días, horas, minutos, segundos, buscando no hacer nada que no sea nadar en la nada.

El no querer salir de mi desconexión de todo es tal vez la causa verdadera de esta imaginación trágica para las fotos de Mayra. Pero en fin, la admiro, la quiero y me deleita un paquetón su arte camarófilo, diafragmático, léntico, visorófilo, obturófilo.  Por eso, he preferido ensayar el cuento solo hasta aquí. Para que la NY Police no se la lleve a un precinto donde podría morir de rabia porque no le permitan ejercer su manía fotopática aguda, y esta se agudice hasta lo paroxísmico, e instantáneamente perdamos todas sus instantáneas mágicas imágenes. Entonces llore el cristal del lente por haber perdido ese ojo que le otorga lo artístico que no ha traído al mundo.

HALLÉ DE QUÉ ESCRIBIR

Prefiero perder la oportunidad de escribir un cuentensayo inspirado en ella y sus fotos, que divierta a mis dedos, solace mi mente y distraiga mi pensamiento. Pero sobre todo, que me permita llenar este espacio del periódico que ocupa mi columna, pletórica de este juego a falta de no hallar qué publicar. Con el gran riesgo de que no salga este domingo, y me pierda la divertida oportunidad de divertirme imaginando la lectura de la lectura de los lectores que persiguen mis errores y terrores cada mañana dominical en que buscan algo sinvergüenza, divertido, alegre; en fin, que no sea serio para olvidarse el tedio de sus días de trabajo que anteceden y suceden al santísimo primer día de la semana, que último deviene.

Solo por eso, renuncio a este sueño imaginario de cerebro y dedos y continúo deleitando mis ojos en este viaje mental de regreso a mis viajes a la vieja New York. Esta vez sin pasaporte ni pase de abordo, ni pasaje, sino volando en el divino giño de la Depratt.

Gracias, por el viaje, y este feliz de regreso del regreso a mis viajes. Ahora con un solo miedo, impulsado por mi cariño hacia la Johnson: Que la exposición deje de ser una mentira mía, sean ciertos los supuestos catálogos y lleguen hasta New York, y la Policía vea a los rostros vikingués y congolés leyendo periódicos en un vagón del tren, y proceda a mandar una comisión a investigar por qué, casual o causalmente, por azar o por razón, por algoritmo o aleatorismo, ella había fotografiado a los ya no inventados sino verdaderos muertos de marras, y en un examen de la cámara descubra que la foto fue tomada unos instantes antes de sus colapsos vitales.

Pero, por suerte, lo único real aquí son Mayra y sus excelentes fotos. ¡Celebrémoslo!

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