ALERTA. La novela y el cuento tienen más lectores, pero necesitan la poesía

ALERTA. La novela y el cuento tienen más lectores, pero necesitan la poesía

Juan Freddy Armando

DIÁLOGO CON ESPIDO FREIRE

Recuerdo que, hace años, le envié por correo electrónico a Espido Freire, la gran novelista española, comentándole que en su narrativa no se sentía mucho la lengua poética, la riqueza lírica. Me respondió señalando que en realidad es así, porque no había leído mucha poesía sino sobre todo narrativa. Prometió que leería más de la grande y rica poesía española y latinoamericana. En nuestro intercambio, razonamos que ambas formas de escritura se necesitan mutuamente.

Lamentablemente, no he podido conservar ese diálogo debido a que perdí tanto aquella vieja discreción electrónica como la computadora que sirvió de base.

Me parece que la novela y el cuento pueden ganarle a la poesía como negocios, pero la necesitan para dar elegancia a su creación.

La verdad reconocida es que en nuestro tiempo la narrativa tiene más interés para la gente que la poesía. Sin embargo, consciente o inconscientemente, la gente disfruta más y se deja seducir con mayor pasión si en el proceso narrativo hay un desarrollo poético en la descripción de situciones, retratos físicos o psicológicos, dramas, etc.

Por eso vemos el éxito de los grandes novelistas y cuentistas que toman mucho en cuenta ese detalle. Por ejemplo,TerenciMoix, Isabel Allende, Roberto Bolaños, Laura Restrepo, Gioconda Belli y otros quienes venden miles de ejemplares de sus obras. Lo mismo pasa con los cuentistas, quienes, a la zaga de los novelistas, aprovechan también el uso de este lenguajen sus textos.

A este respecto, el recien pasado boom latinoamericano tuvo como protagonistas precisamente a los narradores más que a los poetas. Sin embargo, los de mayor atractivo han sido los de lenguaje más lírico: Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Augusto Roa Bastos.

¿POR QUÉ LA NARRATIVA TIENE MÁS PÚBLICO QUE LA POESÍA?

Las causas han de ser muchas y de diversa índole. Sin embargo, voy a mencionar y analizar algunas.

La primera, a mi juicio, que el poema se concentra y limita la historia de una emoción. Es decir,las palabras se dedican a deglosarnos un sentimiento en sus distintas vertientes. Mientras que en la narrativa siempre hay una madeja de historias en la que el lector se mete en busca de responderse interrogantes, aguzar su curiosidad para saber en qué parará un conflicto entre familias,  grupos religiosos o étnicos.

La segunda es que hay constante acción. El lector se mueve en todo momento entre personajes que asocia a los de su entorno, historia personal o social. Ello produce unas tensiones emocionales en secuencia que no cesan de renovarse. Cuando termina una escena, ahí viene la próxima en un drama lleno de suspensos y búsquedas que no dejan tranquilo su espíritu.

La tercera, aunque la poesía, tal como hemos dicho en los artículos anteriores, es ficción, no lleva la misma a los niveles de imaginería adonde la conduce un buen cuento o la novela, a tal punto que el fenómeno mágico de las tradiciones y creencias, los mitos y misterios que la historia de la humanidad ha desarrollado por siglos y grabado en las mentes de los lectores, pueden ser fácilmente despertados por una buena narrativa, cosas para la que la poesía no dispone de espacio mental y físico suficiente.

La cuarta, libertad de disgregación, ya que el poeta no puede darse el lujo de alejarse demasiado del tema, mientras que en narrativa, un autor puede, como hace Víctor Hugo en Los Miserable, alejarse por tres, cuatro cinco páginas y hasta más del tema original, y luego volver sin que el lector haya perdido el interés.

¿POR QUÉ LA NARRATIVA NECESITA A LA POESÍA?

Todo texto narrativo de valía, de raigambre humana, sensible, creativo y profundo, es poético. Y si no lo es, no es buena prosa. No quiere decir que suene a verso o que tenga necesariamente metáforas. No. Quiere decir que parte de un hecho verbal creativo en el uso de la lengua, una plasticidad que humanamente conmueva por su forma y contenido capaz de estremecer los hilos íntimos de la sensibilidad humana.

¿O puede haber algo más poético que la manera en que Gabriel García Márquez comienza Cien Años de Soledad?:

“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo. Todos los años, por el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea, y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer los nuevos inventos”.

¿Qué tiene de poético? Muchas ideas mostradas en un despliegue de imaginación verbal. Pero tomemos solo dos para analizarlas:

  1. La idea de que un padre lleve a un niño a conocer algo tan obvio, tan elemental como el hielo. Es una verdadera metáfora de lo naif, lo primitivo, lo mentalmente virgen, inocente. Por cierto que el autor ha contado que esa imagen es la que da origen a su propósito de escribir la novela, y se le ocurrió leyendo la autobiografía del poeta Rubén Darío, quien cuenta que su padre lo llevaba de la mano a conocer el pueblo.
  2. La todavía más líricamente ingeniosa: A quien están fusilando es a un niño. Porque cuando se dice que frente al pelotón de fusilamiento el condenado recordó cuando era chiquillo, el lector ve y siente que a ese infante es a quien fusilan. Sin esas dos ideas poéticamente tan hermosas, el libro no tuviera ese comienzo inolvidable, impactante, conmovedor.

Pero no se queda ahí. La novela está llena de este tipo de bellezas.  Otro pasaje espléndido está en las últimas páginas del libro. Se trata de definir el orgasmo de Amaranta Úrsula haciendo el amor con su primo José Arcadio, quienes son los últimos de los Buendía. Está en el final del penúltimo capítulo: “Una conmoción descomunal la inmovilizó en su centro de gravedad, la sembró en su sitio,  y su voluntad defensiva fue demolida por la ansiedad irresistible de descubrir qué eran los silbos anaranjados y los globos invisibles que la esperaban al otro lado de la muerte. Apenas tuvo tiempo de estirar la mano y buscar a ciegas la toalla, y meterse una mordaza entre los dientes, para que no se le salieran los chillidos de gata que ya le estaban desgarrando las entrañas”.

Ambas citas contienen poesía de la mejor. Prosa sublime e inolvidable. Creadora de esa atmósfera seductora producto del lenguaje poético, que conquista, seduce, transporta y enloquece al lector en un huracán de sentimientos inolvidables. Por ello, toda buena narrativa necesita de esos arranques pasionales. Son los que, en armonía con las estrategias y tácticas narrativas, mantienen al lector envuelto en la historia.

 

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